Crónica

“Era una celda sin rejas”, lo que vivió el músico venezolano no admitido en México

La intención de Jesús Alexander Pérez, un músico venezolano del Sistema de Orquestas, era llegar a México para regularizar su estatus migratorio y buscar un futuro mejor para su familia. En su pasaporte llevaba estampada una visa de residencia temporal gracias a que su esposa tiene la nacionalidad de ese país. Eso no fue suficiente para los trabajadores del aeropuerto, que decidieron negarle el paso

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Pasadas las 11 de la noche del jueves 8 de marzo, a Jesús Alexander Pérez lo llevaron al salón de los inadmitidos. Es un cuarto oscuro, caluroso y sin ventanas en el Aeropuerto Internacional de Ciudad de México. No hubo explicación alguna, simplemente en la terminal decidieron que no podía pisar suelo azteca.

Pérez es músico. Su experiencia con las melodías comenzó en 1991 en su natal estado Lara. Allá se unió al núcleo de la Orquesta Sinfónica Juvenil del Tocuyo, donde siempre tocó la viola. En 1995 se convirtió en profesor formal del instrumento en el Conservatorio Vicente Emilio Sojo de Barquisimeto, pero su labor como instructor comenzó casi inmediatamente después de que se unió al Sistema. “Esa es la filosofía. Una vez que se dan los primeros pasos, se comienza a formar a los nuevos integrantes. Lo que aprendes lo transmites a los que van entrando más nuevos que tú”.

Vzlanodeportado4A Caracas llegó en 2003. Concursó para entrar en la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar y ganó una plaza. La música es su centro. No se ve haciendo otra cosa, pero los bajos salarios y la apretada situación económica de Venezuela lo hicieron replantearse continuar con su pasión del otro lado de la frontera.

Así fue como México se convirtió en opción. Su esposa tiene la nacionalidad de ese país, y a él –por vínculo familiar– le corresponde una visa de residencia temporal, sello que ya tiene en el pasaporte, y que debe ir a canjear ante Instituto Nacional de Migración mexicano antes del 31 de julio de este año. Eso se proponía hacer cuando el infortunio lo paró en seco.

“¿Qué viene a hacer a México?”, le preguntó el agente migratorio del aeropuerto. “Vengo a trabajar con un cuarteto. Tengo compromisos el 16 y el 18 de marzo”, respondió. Comenzó la suspicacia del agente. Preguntó por la visa de residencia en el pasaporte y el músico respondió que en sus planes estaba hacer el canje del estatus migratorio. Le pidieron entonces la carta de trabajo o de invitación, a lo que respondió que no la tenía impresa, pues en la Embajada de México en Venezuela le dijeron que no era necesaria.

Vzlanodeportado3Los funcionarios verificaron la legitimidad de la visa, le hicieron llenar un cuestionario en el que anotó un número de contacto en México –el de su cuñada, que lo esperaba afuera sin saber nada de lo que ocurría– y le hicieron una primera entrevista. “Yo no estaba nervioso, me imaginé que era un trámite más, una cosa del aeropuerto, que necesitaban corroborar más datos”. Asegura que siempre fue transparente con sus respuestas: “Hablé con toda honestidad, nunca dije mentiras. Les expliqué que iba a formalizar mi residencia en México, para así poder trabajar”.

Sus explicaciones no fueron suficientes. Le hicieron esperar, aún sin ninguna pista sobre lo que ocurría. Al cabo de media hora, la mujer que amablemente lo interrogó al principio apareció. Él pidió llamar a su cuñada; no obstante, su respuesta lo desconcertó. A la funcionaria no le bastó con decirle que tenía que esperar, sino que le espetó: “Si tú quieres aceleramos el proceso y te devolvemos inmediatamente a tu país”. La amabilidad inicial se disolvió.

Pese a la advertencia, Pérez todavía confiaba en que todo se resolvería bien. Llegó entonces el baldazo de agua fría. Lo pasaron a otra sala y le pidieron que se quitara el reloj, la correa y que vaciara los bolsillos.

–¿Por qué?

–Vas de vuelta a tu país.

–¿Por qué razón?

–No sé, no puedo responder preguntas.

–Yo acepto que me voy, pero permíteme hacer una llamada.

–No te preocupes que ya deben haber llamado.

Afuera, su cuñada seguía sin saber nada de lo que le pasaba a Jesús. En cambio, se imaginaba cualquier cosa: que había salido por otra puerta, que había tomado un taxi, que ya la estaba esperando en casa. Pese a todo, la cuñada lo esperó hasta la madrugada en el aeropuerto. El músico no pudo llamarla hasta muchas horas después. Estaba en el temido “cuartico” de los aeropuertos. Un salón en el que se apilaban varias colchonetas, maloliente, sin puertas. “Era una celda sin rejas”, describe. En una sala contigua se encontraba el baño, también sin puertas y con el mismo olor ácido.

Vzlanodeportado2Cambio de guardia en la mañana. “¿Qué va a pasar con nosotros?”, preguntó a sus nuevos custodios. “Te vas en el vuelo de las 9:30 a Bogotá”, ciudad de la que había llegado. Supo entonces que no había vuelta atrás.

A las 7:30 am pudo, al fin, usar un teléfono. Llamó a su cuñada. Le dieron 15 minutos para resumir que lo que había experimentado durante casi 12 horas. Supo que podría intervenir a un abogado, pero si su vuelo de regreso salía a las 9:30 am también calculó que no tendría tiempo de hacer mucho. Colgó.

Le ofrecieron desayunó, pero no lo tocó. Llegada la hora lo condujeron al aeropuerto. Iba con dos hombres y una mujer colombianos, que también habían pasado la noche en el cuarto de retención. Recuperó la viola, sin embargo, aún no le devolvían su pasaporte. Iban “escoltados cual delincuentes”, con guardias al frente y por detrás del grupo, que los dejaron dentro del avión. Los guardias entregaron los pasaportes a las azafatas.

“De regreso a Colombia pensaba que el trato sería parecido. Llegamos a Bogotá, vaciaron el avión y las azafatas entregaron los pasaportes. Nos aclararon que no se trató de una deportación, sino que la figura que se utiliza es la de inadmitidos”.

Vzlanodeportado1En el Aeropuerto de El Dorado encontró el wifi que le permitió comunicarse con su esposa, quien tampoco recibió noticias suyas durante la noche.

A Colombia pudo ingresar sin ningún problema. En cuanto salió del área de migración, se dirigió a las taquillas de Avior con la esperanza de hallar un vuelo para Caracas. En el mostrador le dijeron que no había pasajes hasta mayo, pese a que su esposa, por internet, veía que sí había disponibilidad de boletos. “Cómprelo por ese medio”, le respondieron.

En Colombia no tiene familia, y está descartado regresar a Venezuela por tierra por lo voluminoso de la viola y de su equipaje. Ahora evalúa opciones, mientras permanece en casa de amigos de unos amigos que le dieron hospedaje.

“Fui a la Embajada de México en Colombia y me dijeron que podía regresar allá, pero bajo mi responsabilidad. Siempre que me asegurara de esta vez llevar la carta impresa de trabajo. He pasado por distintos estados. Desde que sí voy a intentar volver porque estoy en mi derecho. Ir a Caracas o buscar posibilidades de empleo en Colombia. Por ahora prefiero conversarlo bien con mi esposa y definir qué hacer”, dice.

Lo que sí está claro es que no va a dedicarse a ninguna otra actividad que no sea la música.

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