Crónica

Blindados de la GNB dejaron paso libre al hampa en El Paraíso

Andrés Márquez conoce con precisión todos los destrozos. Los recuerda y los repasa uno a uno sin vacilar. Estuvo presente el día que cuerpos de seguridad del Estado fracturaron la vida de los habitantes del Conjunto Residencial Victoria en El Paraíso. Dos allanamientos ilegales hace un año durante las protestas fueron suficientes. Ahora los vecinos viven con una infraestructura dañada por la represión

FOTOGRAFÍAS: VALERIA PEDICINI
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“Nosotros supimos que iban a venir cuando se incendió la tanqueta. Y así fue, no tardaron mucho. Podías escuchar el bramido de la gente subiendo por los pisos.Estábamos sentados esperando el turno y cuando sentimos que venían por las escaleras, abrimos las puertas. ‘Revisen. Por favor, no rompan nada’. Ahora nos llaman Resistencia Victoria”.

En el Conjunto Residencial Victoria de El Paraíso, en el oeste de Caracas, ya no se vive igual. La serenidad la arrebataron los pelotones uniformados que hace un año, en tiempos de protestas contra el Gobierno de Nicolás Maduro, ingresaron a la fuerza y de forma ilegal dos veces al hogar de más de 4.000 personas distribuidas en cinco torres de 20 pisos cada una. Los habitantes no se sienten resguardados en su urbanización. Tienen nuevos vecinos: inseguridad y miedo.

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Andrés Márquez vivió un conato de secuestro en su estacionamiento hace dos meses y medio. Para su suerte, reaccionó a tiempo y fue más rápido que los criminales: pudo cerrar el carro, correr hasta la entrada de su edificio y protegerse en el interior. Eran las dos de la mañana y estaba llegando de una fiesta. Ahora se cuida de no volver tarde a casa. “Tengo 27 años viviendo aquí y nunca jamás me había sentido inseguro en mi propio edificio. Eso cambió”. Es la herencia de las irrupciones ocurridas en 2017, cuando vehículos blindados echaron abajo los portones de seguridad.

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Los allanamientos ilegales se vivieron dos veces en las Residencias Victoria. En la primera oportunidad, los efectivos entraron a algunos apartamentos, como si los hubieran seleccionados previamente. “Yo no estaba, pero los vecinos cuentan que los funcionarios tenían como un listado de apartamentos que iban a visitar. Preguntaron por personas específicas. No se llevaron a nadie y no hubo destrozos de gran envergadura. No pasó a mayores”, relata Márquez.

  “El segundo allanamiento sí lo viví. Fue el 5 de julio de 2017”. Victoriacita4Era un miércoles de Día de la Independencia y los manifestantes madrugaron para mostrar su descontento: desde las 7 de la mañana habían levantado barricadas en los alrededores del conjunto. La osadía fue respondida por cientos de gases lacrimógenos lanzados por los cuerpos de seguridad que llegaron al lugar donde ya se habían protagonizado varios enfrentamientos. Esta vez, la confrontación duró un par de horas. “Me acuerdo que llegó una tanqueta y la incendiaron porque trató una vez más de romper los portones para entrar al edificio. Los muchachos lograron detenerla”. El vehículo pertenecía a la Guardia Nacional Bolivariana (GNB). Verla con las flamas bailando encima despertó las alarmas en Andrés: “Supimos que iban a venir”. Y acertó. “Nos sentamos a esperar a que vinieran. Fueron los 15 minutos más largos de mi vida”.

Lo que vino después nadie pudo preverlo. La operación conjunta puso en el lugar a decenas de uniformados, incluso con pasamontañas, armas largas, equipos tácticos. La cantidad aún impresiona el recuerdo de Andrés. “Eran del Dgcim, la Guardia, el Sebin. Todos encapuchados, no había ni una sola cara a la vista. No llegaron de ninguna forma amistosa. Era obvio a lo que venían. Ingresaron por todas las entradas del conjunto residencial. Sótanos, entradas principales, escaleras. Lo rompieron todo”.

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La reja que delimita la propiedad hacia la calle fue la primera que tumbaron. La golpearon con la tanqueta, la sacaron de su lugar, la movieron hasta la avenida; luego le pasaron varias veces por encima como machacando su poder. “Quedó inutilizada”, dice el vecino.

La lista de daños apenas iniciaba. Derribaron el portón principal que da entrada a los edificios, reventaron más rejas, desmontaron todas las cámaras de seguridad, requisaron maleteros, desbarataron los intercomunicadores de las torres, destrozaron el salón de fiesta y todos los vehículos del estacionamiento que no es techado sufrieron algún tipo de agresión. Incluso, dos carros ardieron en llamas.

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El horror invadió cada célula del cuerpo de Andrés. “Sentí miedo en todo momento. Todo el que parecía un sospechoso, era tomado como tal. Si cumplías con los requisitos de pertenecer a la “Resistencia” –joven, clase media–, pensaban ‘vamos a llevarlo por si acaso’. Ellos necesitaban llevarse a cierta cantidad de gente. Y se las iban a llevar”.

Hubo robos, objetos desaparecidos, personas golpeadas. “Yo no puedo decir que en mi piso a alguien le hicieron daño. A nadie trataron mal o se robaron algo. Eso sí, desordenaron el apartamento. Mi cuarto lo revisaron dos veces. Creo que porque era el más joven de mi piso. Esa es la historia que yo tengo. Pero en cada torre, en cada apartamento, cada componente se comportó de una manera diferente. A una vecina que no estaba le destrozaron la casa, la reja, la puerta. Se llevaron computadoras y hasta la ropa”.

Victoriacita2Un año después, los vecinos de las Residencias Victoria –al igual que los de las Residencias El Paraíso o “Los Verdes”– siguen tratando de recuperar los daños, un fuerte golpe al bolsillo en una Venezuela hiperinflacionaria. La prioridad: recuperar el portón de la entrada principal. “Esos fueron meses y meses en los que tuvimos que hacer guardia entre todos para que no se metieran a robar. La reja estaba totalmente manual. Esa sí la mandamos a hacer de nuevo y la pusimos este año. Entre las cinco torres pagamos 50 millones de bolívares”.

El estacionamiento de las torres 4 y 5 todavía no tiene puerta. Los restos están apoyados a un lado sobre una pared, inservibles. “Las rejas no quedaron parejas y no se pueden poner sobre ningún riel. El trabajo de herrería que hay que hacerles es tan costoso como hacerle unas nuevas. Solo tenemos un portón realmente activo”.

Victoriacita1También es un conjunto residencial a merced de los amigos de lo ajeno. “Hay estacionamientos completamente vacíos porque nadie se atreve a dejar su carro ahí, sin ningún tipo de protección. Se han robado innumerables cantidades de cauchos y baterías. Y como no hay cámaras, ni vigilancia, no hay registros”. Ninguna empresa de seguridad quiere prestar el servicio a la urbanización. “Vienen a querer cobrar mucho más y es un gasto que no podemos asumir”. Algunos vecinos han optado por alquilar garajes ajenos para no poner en riesgo sus automóviles.

“Los únicos puestos que están ocupados son los que están enrejados. Donde no hay una reja, no hay carro. Después de las protestas, la gente construyó los bunkers que hay ahora. Antes eran pocos los enrejados, ahora todos están así”.

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Las protestas profundizaron las diferencias ideológicas entre los vecinos, y la brecha se ha ido ensanchando. “Nos unimos quienes pensamos igual y nos alejamos más con los que pensamos distinto. Conflictos que todavía se mantienen”. Pero Andrés no carga en su conciencia remordimiento alguno. Su lucha y la de sus vecinos fueron genuina y legítima, ratifica. “Nosotros fuimos los que más resistimos. Tanto así que nos dieron el apodo de Resistencia Victoria. Hasta cierto punto valió la pena. Porque está en nuestro derecho protestar. Así no nos escuchen, tomen represalias o nos allanen los edificios. Nunca nadie nos va a quitar el derecho de expresar cómo nos sentimos. Eso deja bastante claro hasta dónde llega una comunidad cuando está unida. Lo único lamentable es no haber tenido más apoyo de vecinos de El Paraíso o del resto de la ciudad, pues mucha gente tuvo miedo y prefirió quedarse callada cuando vieron a sus vecinos arder”. Las Residencias Victoria siguen en resistencia. El apodo lo certifica.

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