Farándula

Miss Venezuela aunque me arruine

En “la noche más linda del año” solo unas privilegiadas consiguen contonear sus carnes frente a las inquisidoras cámaras de televisión. En el camino quedaron muchas otras aspirantes a la corona y la fama. La fortuna la invirtieron para lograr un objetivo esquivo

Fotografía: EFE
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Realización personal, fama, una línea en el currículum. Las razones por las que las féminas venezolanas buscan portar 1,2 kilogramos de plata y piedras preciosas en sus testas varían. Lucirse en uno de los programas con mayor rating de la pequeña pantalla nacional les da la oportunidad de contonear sus 90-60-90 frente a millones de ojos, algunos ávidos de talento. No importa si lo hacen en el Poliedro de Caracas o en el más modesto Estudio 1 de Venevisión; mientras aparezcan en la caja boba, sangre, sudor y lágrimas valen la pena –y los bolívares.

“Necesitas tener dinero para que nadie te toque y así tengas tu participación. Como en todos los concursos, siempre hay que ir de punta en blanco. Uno siempre busca la manera de resolver”, dice Chalesca Lorenz, publicista de la Universidad Nuevas Profesiones, estudiante de Comunicación Social en la Universidad Católica Santa Rosa y dos veces reina de belleza de Carrizal y Caracas en su infancia. Ella, como cientos de otras mujeres, se adentró en el mundo de las lentejuelas.

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Dentro de lo intangible, la actitud es lo que cuenta. Para todo lo demás, alguna tarjeta de crédito, o varias. Ese “tener con qué” es requisito para convertirse en la próxima representante de Venezuela, tanto al Miss Universo como al Miss Mundo. Competir con beldades de otras geografías dependerá siempre de los ojos de Osmel Sousa. De los casting donde se presentan infinidad de mujeres ante él, salen 700 seleccionadas que se dividen en ambos certámenes: Miss Venezuela y Miss Venezuela Mundo. La belleza en Venezuela es bicéfala y hay más de una “noche más linda”. Las aspirantes al Miss Venezuela pasan por filtros de 300, 150 y finalmente 24 cuerpos que se mostrarán en la gala principal del 8 de octubre de este año. En el caso del Miss Venezuela Mundo, cien preseleccionadas resultan de un casting para luego escoger las 24 que optan por 12 bandas del certamen.

“Yo siempre quise ser Miss Venezuela, pero mi estatura siempre me frenó a intentarlo”, narra Albani Arce, estudiante de Comunicación Social en la Universidad Santa María. Este año 2015 pudo hacerlo, superó sus prejuicios y buscó convencer a Osmel Sousa. Con sus 21 años y 51 kilos, la muchacha entró al ruedo luego de desembolsar cerca de cien mil bolívares entre febrero y julio pasado en maquillaje, peluquería, calzado, gimnasio, bronceados artificiales e incontables dietas. Sin embargo, la insulina pudo más que el tesón, y le impidió rebajar los cuatro kilos que le aconsejó “el Zar” cuando la vio alguna vez. Eso, admite ahora Arce, le costó un puesto entre las 12 finalistas del Miss Venezuela Mundo 2015.

Cada inversión que las aspirantes realizan les vale un ojo de sus maquilladas caras, una de las gemas incrustadas en la tiara con la que sueñan portar en sus cabezas. Ser coronada como la mujer más bella del país tiene su precio. “Yo me quise pagar mis cosas, que no me pagaran nada y gasté 180 mil por la operación de la nariz y como cinco mil bolos por el tinte de pelo, porque quise pintármelo con mi peluquera y no con el de ellos. El blanqueamiento me lo regaló mi odontólogo”, confiesa una de las concursantes de este año. La inversión no fue suficiente, porque no le consiguió una de las codiciadas bandas para competir por la corona nacional. Su escultural fisionomía no desfilará.

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Por la Quinta Miss Venezuela ronda el rumor de los patrocinadores. Personajes que asumen los costos –con fines inadvertidos– del remozamiento femenino, desde las pestañas postizas hasta los tacones. Los brazos en jarra y el punta tacón no tienen precio. Pero esos mecenas de la estética son casi un tema tabú entre las chicas. Solo algunas se atreven a comentar tal entramado de intereses, reservando identidades. “Hay muchas que no tienen los recursos y se buscan a managers o patrocinadores. A veces todo es mentira y no te hacen favores si no das algo a cambio. Uno no puede dejarse marear”, asegura Lorenz, quien contó con “mucha gente que me apoyó” mientras concursaba por la corona de Miss Venezuela Mundo 2014.

La modelo y actriz venezolana Patricia Velásquez reveló en su libro autobiográfico Sin tacones, sin reservas que tuvo la necesidad de buscarse un “patrocinador”, al que le pagaba con sexo para que cubriera las cirugías que debía hacerse para entrar en el Miss Venezuela 1989. “Tuve que empezar a prostituirme”, escribió Velásquez y añadió que el hombre mayor que la “patrocinaba” era conocido como David, cuya ayuda monetaria le sirvió también para obtener un apartamento y las cirugías plásticas que requería.

Pero el hecho de tener quien firme los cheques por las misses no siempre les asegura la corona, ni siquiera quedar entre las finalistas. “La mayoría de las personas piensan que por ser patrocinada vas a llegar al concurso y siempre no es así. Si tienes un patrocinador es más fácil porque a veces hay negociaciones entre ellos”, cuenta Albani Arce quien, con 1,68 cm de estatura y 50 kilos, desconfía de quienes se lanzan al ruedo con ese as bajo la manga. “Me consta que Distrito Capital 2015 (Katherine Oliveira) tiene a la diseñadora Giorgia Reyes como patrocinadora. ¿Por qué si yo tengo la misma estatura que ella no quedé?”.

Andrea Bastos no olvida su primer casting en la Quinta Miss Venezuela hace un año. “Recuerdo que me mandaron a dar una vuelta frente a Osmel y Harry Levy, me preguntaron mi edad, peso, estatura y qué estudiaba. Ellos siempre te nombran algo para mejorarte, así vayas a entrar o no. Osmel me dijo que la nariz la podría tener un poquito menos ancha”, rememora la estudiante de Comunicación Social de la Universidad Católica Andrés Bello. Además del ajuste quirúrgico, la mandaron a “endurecerse” con una rutina de ejercicios de Richard Linares, el “entrenador de las misses”. “A mí no me tocaron la cara, sino me mandaron a bajar 8 kilos y pintarme el pelo de marrón. Ya yo había llegado con mis senos hechos”, cuenta Lorenz de 26 años, quien pasó del cabello negro y 59 kilos a lucir un color castaño coronando su cuerpo de 48 kilos.

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Los consejos del “Zar de la belleza” se escuchan gratis, pero se asumen caros. Cada corte de bisturí puede dejar una herida profunda en cada presupuesto. Entre los retoques estéticos más populares, el aumento de senos se cotiza en 220 mil bolívares aproximadamente, prótesis aparte; mismo monto que una lipoescultura de alta definición; y más que una operación de párpados, valorada en unos 150 mil bolívares. Una rinoplastia puede costar alrededor de 260 mil bolívares; y el musculoso instructor no cobra barato. Una gran inversión para un quizá. El “será para la próxima” pega en el ego y también en el bolsillo.

Además, con o sin tabiques adulterados, las jóvenes deben mostrar sus mejores caras, por lo que los maquillajes profesionales son justos y necesarios. Actualmente, los estándares rondan entre seis y siete mil bolívares, aunque algunos cotizan su arte en dólares, soportados en su largo recorrido contorneando perfiles. “Hay momentos en que las muchachas no tienen para pagar el servicio y uno colabora, así como hay unas que pagan por adelantado. Al final es un tema frío porque la belleza es así”, explica Oskarovsky Boyer, uno de los maquilladores oficiales de la Organización Miss Venezuela desde hace tres años.

A pesar de la crisis económica, son muchas las que siguen mostrando sus blancas dentaduras, meneando sus pintadas melenas, mostrando sus escotes de silicón, una y otra vez en la Quinta Miss Venezuela. La tenacidad, se dice, puede ser recompensada en la participación menos esperada. “Esto me impulsa a aplicar el próximo año porque ya sé cómo es la movida. Sólo tengo que prepararme físicamente mejor y seguir con mi rutina de ejercicios y mi dieta. Pero el próximo año y ya, después no aplico más”, dice Arce entre risas. Es de las que no duda en las segundas oportunidades, aunque esta vez con un tabique nuevo y senos de fábrica en la mira.

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