Investigación

El "monstruo del modelaje": pedofilia en la pasarela

Pruebas forenses de la policía científica venezolana certifican que cinco de las siete jóvenes que denunciaron a Adolfredo Matos como su presunto agresor fueron violadas. En la Guajira colombiana, otras tres adolescentes acusaron a este hombre por el mismo crimen

Composición fotográfica: Mercedes Rojas Páez-Pumar
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Las imágenes son desoladoras. Hacen bizquear ojos. Acalambran el estómago. Pasearse por ese archivo fotográfico, lleno de niñas semidesnudas, desnudas y en posturas desaforadas, es caminar por una vereda sórdida que obliga un grito de justicia. Esa misma que exigen los familiares de siete jovencitas venezolanas, y otras tres colombianas, que señalan a Adolfredo Rafael Matos González como el presunto pedófilo que quiso hacer con sus hijas pornografía infantil.

Esos álbumes forman parte de las evidencias que los funcionarios de la policía científica de Venezuela recabaron en abril del año pasado —cuando sitiaron la casa donde Adolfredo vivía con sus dos mujeres y dos hijos. Allí “trabajaba” como instructor de modelaje. Sin embargo, el propósito de la visita domiciliaria que hicieron los efectivos no guardaba como único interés la investigación, sino detener a este hombre de 34 años. No pudieron porque Adolfredo ya no estaba. Según trascendió, una de las representantes, que no dio crédito a las denuncias de las compañeras de su hija, le advirtió. Le sopló que un grupo de madres había ido al Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y Criminalísticas (CICPC) para denunciarlo. Él le aseveró que todo lo que decían de él era mentira y huyó, con sus dos mujeres y dos hijos, rumbo a Papayal, en la Guajira colombiana.

El allanamiento en el cual las autoridades venezolanas consiguieron todas las pruebas que incriminaban a Adolfredo, lo hicieron en un cuarto de la casa de su abuelo, que está ubicada en el marabino barrio Las Marías. Matos lo había rentado mientras terminaba de construir una habitación cerca del corredor vial Hugo Rafael Chávez Frías, de Maracaibo. «¿Cómo papá no se lo iba alquilar, si es de la familia? Además, Adolfredo es un muchacho bueno, serio, de buen corazón. Todo eso que están diciendo de él es mentira. Bueno, lo de las fotos sí es verdad, pero lo de las violaciones no. Lo que pasa es que se unieron todos en contra de mi sobrino», asegura el abogado Santiago Matos, tío de Adolfredo.

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En ese dormitorio, el hombre compartía su vida con sus dos mujeres —una mayor y otra menor de edad— y sus hijos. La misma casa servía, además, de sede para la supuesta academia, que no era más que un servicio de fotografías y cuidado de niñas. Lo ofrecía a los vecinos de esa localidad, según se pudo conocer.

Fueron poco más de ocho meses los que Adolfredo estuvo en el barrio Las Marías fotografiando niñas y quizás hasta ultrajándolas. Durante ese tiempo, ninguna de las víctimas quiso denunciar lo que allí pasaba. Unas tenían miedo de perder la oportunidad de alcanzar la prominente carrera de modelaje que «el instructor» les prometía. Llegar a las pasarelas, a la fama, a los trajecitos caros que no podían pagar. Otras se aterraban con la sola posibilidad de que sus papás terminaran en la cárcel si ellas no cumplían con el contrato que, según el instructor, ellos habían firmado. El chantaje fue la mejor herramienta del presunto pervertido, porque así se hizo del silencio y del miedo de sus víctimas. Pudo completar una muy nutrida galería de fotos y vídeos que luego comenzó a comercializar.

Pero el miedo no fue algo que las niñas —cuyas edades se paseaban entre los 9 y los 15 años— pudieran disimular en sus hogares. Dejaron de llegar risueñas y habladoras y su mirada había perdido brillo. Algo de desconcierto. El apocamiento ante el sufrimiento. Ya no mostraban el trabajo fotográfico que Adolfredo les hacía y el ánimo para regresar a la rutina de la academia era cada vez más sombrío. Ante aquel panorama, algunos padres empezaron a sospechar y, sin preámbulos, interrogaron a sus retoños hasta que ellas se atrevieron a contar. Las denuncias ante la policía se concretaron inmediatamente. Y mientras se pedía una orden de captura contra el hombre, un forense analizaba a las siete agredidas. A cinco de ellas les detectaron claros signos de violación.

Los testimonios que recogieron las autoridades fueron espeluznantes. Según las adolescentes, ya no era solo Adolfredo y una de sus concubinas las involucradas, sino también Fanny González, la mamá de él. «Mi sobrina señaló a la mamá de ese monstruo como la juez que tenía los contratos firmados de los papás de las alumnas. Dijo que esa mujer era la que les decía que si ellas no cumplían con lo que Adolfredo pedía, los metería presos a todos», así lo relató Yucelis Becerra, la tía de una de las niñas afectadas. Además, para las fotos y los videos, las niñas tuvieron que interactuar con desconocidos. “La mamá de Adolfredo no tiene nada que ver. Esa señora es inocente, solamente la agarraron para presionar la entrega de Adolfredo y ahora la pobre está en (el retén) el Marite y sin esperanzas de salir”, explicó Santiago Matos.

Sospechas tardías

La sobrina de Yucelis llegó a la academia de Adolfredo por una amiga que ya tenía varios meses inscrita. “Las referencias eran buenas y todos en Las Marías conocían a la familia de ese depravado. Además, él se presentaba como una persona educada, de buen corazón, buen ver y hasta hermano de funcionario. ¿Cómo iba uno a sospechar algo malo?”, dijo Yucelis.

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Durante los primeros cuatro meses en las clases de modelaje, la niña de 12 años no tuvo cambios que alertaran a la familia. Al contrario, estaba tan entusiasmada que llegaba a casa con las reproducciones de las fotos que su instructor le había tomado y con una letanía de poses, posturas y muecas que había de replicar y afectar antes las cámaras. Pero en diciembre de 2013 el trabajo fotográfico había cambiado. Las poses habían subido de tono y la ropa era cada vez más escasa. “A su papá no le gustó y se lo dijo. Ella se asustó porque ella quería ser modelo y le explicó que Adolfredo le había dicho que la que más se dejara tomar fotos iría a un importante concurso de belleza. Su padre la reprendió y la niña ya no contó más nada. Se encerró en ella misma. Pero todos en la familia comenzamos a hacer seguimiento y cuando empezaron las invitaciones a unas actividades extracurriculares en las que las niñas debían pasar la noche fuera de la casa, ahí sí apretamos y hablamos con otros representantes”, explicó Yucelis. Las historias eran todas muy parecidas, así que acordaron insistir en casa para que las niñas contaran. Después de mucho apoyo, las niñas detallaron los abusos, golpes, los desconocidos, los videos, fotos sin ropa e intimidad obligada. Así, pues, en abril de 2014 concretaron las denuncias y lo bautizaron como el “monstruo del modelaje”.

La huida

Los pobladores de Papayal, en la Guajira colombiana, recuerdan que la llegada de Adolfredo fue en septiembre de 2014. Con sus dos mujeres e hijos. Se hizo pasar por un desplazado de Maracaibo y logró conmover a los lugareños. Su genuina preocupación por las supuestas amenazas contra su vida y la de su familia desató la solidaridad de los vecinos. El discuso de Adolfredo incluía una prominente carrera como instructor de modelaje que tuvo que abandonar para salvar a su familia. “Sus nuevos amigos le creyeron y lo acogieron al punto de brindarle hospedaje, comida y hasta ropa para sus hijos”, explica una nota publicada por el diario El Tiempo de Colombia.

En Papayal se mantuvo unos nueve meses aproxidamente y allí, bajo la fachada de una peluquería, repitió su modalidad delictiva. Su cómplice, tal y como había ocurrido en Venezuela, fue una sus dos mujeres. La muchacha de 17 años era la que reclutaba a las jovencitas engañándolas con la promesa de que participarían en importantes certámenes de coquetería televisada. En algunos casos, hasta llegaron a pagarles a las adolescentes por las fotos que se dejaban tomar.

Sin embargo, el pago y las promesas no fueron suficientes para que sus víctimas guardaran silencio. Varias decidieron regurgitar el horror atragantado en la garganta. Ante la monstruosidad, algunos representantes decidieron irse de la zona. Otros, formalizaron la denuncias y además comenzaron a presionar para desterrar al criminal. Tanto fue el asedio, que lo lograron. Adolfredo se sintió acorralado y huyó a Riohacha. Pero ya la policía colombiana estaba al tanto de lo que ocurría gracias a, por lo menos, tres denuncias que se habían formalizado. Por eso, continuaron con la investigación. Luego de un operativo multidisciplinario entre la policía nacional colombiana, investigación criminal y cuerpos de inteligencia, cayó preso el sujeto el sábado 15 de agosto de 2015. Hora, las 6:05 de la mañana.

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Ante la inminiencia, Adolfredo intentó suicidarse tomándose todas las pastillas que tenía para tratar su esquizofrenia, pero no lo logró. Los funcionarios lo trasladaron a un hospital de Maicao y ahí lo salvaron. Cuando estuvo restablecido, le fue notificada su captura formal y fue trasladado al Patio I de convivencia de la cárcel de Riohacha. Las evidencias que las autoridades colombianas incautaron, lo incriminaban en delitos de pornografía infantil y violación contra niñas de la localidad. Por eso debe responder ante la justicia neogranadina.

Días más tarde, Matos fue trasladado a la penitenciaría La Picota de Bogotá, y fue recluido en el patio número 12 de los extraditables. Se presumía que sería regresado a Maracaibo, para que purgara la culpa en su país. Pero primero debe ser juzgado en Colombia por lo crímenes que allí se le imputan y, luego, las autoridades venezolanas deben hacer el requerimiento formal de extradición. Esto, aún, no ha ocurrido.

La adolescente de 17 años, posible cómplice de Adolfredo, también fue capturada en Riohacha, pero a ella sí la deportaron inmediatamente para Venezuela. Ahora permanence recluida en un albergue de menores y ya fue presentada ante el juez que lleva la causa en Zulia. En la audiencia, dos de las víctimas la reconocieron y la señalaron.

El resto de las niñas que formalizaron las denuncias no se presentaron a la audiencia porque solo quieren olvidar. Estar frente a la mujer que las obligaba a cumplir los deseos de Adolfredo es doloroso y ellas solo quieren recuperar su vida, su tranquilidad, su inocencia, aunque rota. Esa que le arrebataron en una falsa academia de modelaje.

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