Investigación

Concesionarios: vender ropa por carros

La desesperanza se respira en los concesionarios capitalinos abandonados por la crisis del sector automotriz. Sus puertas cerradas se añejan con el tiempo y el vandalismo. Otros deciden ver el vaso medio lleno y le sacan provecho a sus espacios como pueden, entre la imaginación y la necesidad

Fotografías: Andrea Tosta
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Tras las puertas cerradas y los vidrios tapados con papel periódico, ya amarillo por el sol tenaz, solo se ve una silla azul acolchada donde solían estar vehículos en el concesionario Lino Fayen. Invitaciones rotuladas a seguir a la empresa del sector automotriz en las redes sociales siguen intactas en aquellos cristales que dejaron de limpiarse. Los automóviles marca Nissan que una vez entraron por aquella rampa como río en conuco ya no se divisan, la falta de materia prima para su ensamblaje mermó su llegada hasta desaparecerlos. La vida comercial del recinto, reconocido como un punto de referencia automotriz entre los venezolanos, parece un mito, un cuento ante la apariencia fantasmagórica que brinda a los curiosos que se asoman a pesar de los candados y puertas cerradas. Su espacio de exhibición está desértico desde que la empresa se vio forzada a suspender sus actividades comerciales en 2014, por falta de insumos.

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De acuerdo con cifras de la Memoria y cuenta del ministerio de Economía, Finanzas y Banca Pública, al sector apenas le liquidaron 264 millones de dólares en 2014, 78,8% menos que lo liquidado en 2013 —mientras la demanda anual estimada se encontraba entre 3 y 4 mil millones de dólares. Como era de esperar, la problemática de las ensambladoras repercutió en concesionarios como Lino Fayen. “Después de 43 años, cerramos nuestras puertas por no tener nada que vender y no tener material con qué reparar los carros”, expresaron en su cuenta de Twitter, @linofayen.

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Aquel comercio en la esquina Las Acacias, frente a la avenida Libertador no es el único. De este a oeste y sin importar municipios, el patrón se repite en la capital. No extraña cuando se conoce la caída de 72,46% en la producción de vehículos en el país alcanzada en 2013, según cifras de la Cámara Automotriz de Venezuela (Cavenez). Son cotidianos los cascarones arquitectónicos vacíos, revestidos con firmas en aerosol de graffiteros y grupos sindicales del sector construcción. Aunque Cavenez reportó al cierre del séptimo mes de 2015 se han producido 12.922 carros, en contraste con los 7.037 del mismo lapso de 2014 —un alza de 83,63% hasta el mes de julio de este año—, este medio de transporte parece casi imposible de obtener, para ofertantes y consumidores.

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Estructuras de varios pisos y cientos de metros cuadrados llenas de cajas vacías, sillas y escritorios, con pocas almas que atienden al público sin un solo vehículo que ofertar, con su función comercial desdibujada o casi invisible, ya inservibles. Roseldis Villarroel recibe, en promedio, a diez personas todos los días en el concesionario Chevrolet donde trabaja, en la avenida Andrés Bello, y sus nueve meses de experiencia laboral le han enseñado a decirle a todo el que entra que “no hay esperanzas con los carros porque hace más de cinco años que no llega uno”. De hecho, el espacio del local donde atiende a los potenciales compradores solía alojar automóviles de la marca estadounidense desde principios de milenio. Ahora se ven escritorios distantes entre sí, como si se intentara llenar con efectos ópticos los espacios vacíos. “Aquí solo trabajamos con repuestos, pero no los tenemos acá, sino que mandamos a la gente al autoservicio de la marca que está frente a la Iglesia de la Chiquinquirá”, dice la empleada, sin una idea clara de cuánto durará en su puesto si el sector automotriz no regresa a la normalidad.

Ante la incertidumbre y la espera, estos negocios se reinventan. Sus dueños le han dado usos inusuales a los espacios que apenas años atrás albergaban medios de transporte de cuatro ruedas. Entre la avenida Blandín y la calle Mata de Coco está la reinvención hecha negocio. Parte de los espacios del concesionario Shanghai Motors donde entraban y salían Nissans, ahora entran y salen camisas, franelas, zapatos y accesorios de diseñadores venezolanos.

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Dos puertas reciben al público en aquella esquina: una abierta a compradores de ropa en horario de oficina y otra cerrada con un cartel que indica que el sector de repuestos y servicio está en funcionamiento. La tienda de ropa Del Rayo ahora ocupa la parte frontal de esquina en aquella cuadra del municipio Chacao desde hace aproximadamente un año, con su entrada continua a los vidrios oscuros rayados por spray y macetas con plantas que sobreviven a duras penas.

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Más allá de las transacciones, existen concesionarios en Venezuela y el mundo donde comprar es una atracción. Sin embargo, la crisis también condiciona sus ofertas económicas. El concesionario Rustiaca tiene tres años en su nueva sede en la avenida principal de Las Mercedes y 30 en el mercado criollo. Los eventos de moda, sesiones de fotos, exposiciones y conversatorios que allí se realizan desvían la atención de los Chryslers y Dodges ausentes en las exhibiciones desde hace aproximadamente un año, aunque se realicen servicios a automóviles.

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Robert Veiga, gerente de operaciones, explica que fue concebido con un concepto multiuso. “Cuando se construyó se hizo pensando en que podría haber un museo, un café, una boutique, más las oficinas y las exhibiciones. En principio iba a ser enfocado en los carros, pero como no nos han llegado escogemos eventos con pinza”, explica el gerente. El pasado miércoles 14 de octubre se celebró el primero del año en el concesionario: “Enfoque Melao”, desfile de modas de la marca de ropa venezolana. Tacones de distintas tallas dejaron huellas.

Frente a la Iglesia de la Chiquinquirá, Vid Motors no tiene modelos, sino carros. A pesar de que tiene un afiche con un gran “Citroën” letras rojas, sus rejas azules permiten ver los nueve autos marca Chevrolet. Desde pickups hasta camionetas, de colores varios. Sin embargo, el vigilante del local se encarga de aclarar que no están para la venta y su gerente, Freddy Pérez, lo confirma. “La gente de Chevrolet de allá en frente nos pidió el favor de guardar estos carros que le están haciendo servicio y no les caben”, dice. El gerente explica que desde hace año y medio que no les llega ni un modelo de la marca francesa. “Hace no mucho, como tres o cuatro años, vendíamos como 12 carros por año, nuevos de paquete. La gente tenía con qué y había qué comprar. Ahora tenemos estos acá que ni los podemos vender”, se lamenta Pérez. El empleado considera que tampoco es negocio comprarlos usados, ya que los astronómicos precios están atados a la inflación, igual de galopante. Menos usar listas de espera, “solo le traían problemas con los compradores”.

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Mientras la problemática echa raíces, la esperanza de que los cascarones vacíos o con usos diversos vuelvan a su normalidad laboral, también. “Los dueños deben estar esperando a ver qué pasa, en qué para todo. Por algo no han vendido el concesionario”, vaticina Pérez, esperando que los días se hagan menos largos con al menos un carro vendido, haciendo aquello para lo que fue contratado.

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