Investigación

Los planes que frustró Conviasa

Desde el 5 de mayo la aerolínea estatal suspendió sus vuelos con destino a Madrid y a Buenos Aires. La medida aplicaría hasta el 15 de junio. La solución que dan a los viajeros es el reembolso del costo de los boletos. Hay 20 mil pasajeros afectados y para la mayoría de ellos esa no es una opción. Algunos ya vendieron todo y tenían un pasaje solo de ida. Están pasando roncha en el Aeropuerto Internacional Simón Bolívar esperando un avión que, al parecer, no llegará

Fotografía de portada: Pixabay | Fotos internas: Emily Avendaño
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Pisar el Cruz Diez de Maiquetía nunca había sido tan amargo. No hubo foto de los zapatos sobre el policromático piso del aeropuerto internacional. Tampoco abrazos de despedida. Lo que sí hubo fue frustración. La de aquellos que se quieren ir demasiado y no pueden. La aerolínea estatal Conviasa es la piedra de tranca para quienes esperaban hilvanar un futuro distinto. La Patria hace de las suyas incluso cuando se cree que ya se escapó de ella.
El caos empezó a principios de mayo. Ya el 5 de este mes una nota de El Interés advertía de las “preocupaciones administrativas”de la aerolínea estatal que obligaban a la suspensión de vuelos. El portal ofrecía dos explicaciones: “Airways, la línea aérea subcontratada por Conviasa, fue notificada por la empresa venezolana de la suspensión con ‘efecto inmediato’, debido a problemas con la aseguradora. Sin embargo, fuentes internas de Airways afirman que la aerolínea se ha quedado sin divisas para pagar la póliza de seguro que ha expirado”. El segundo motivo también obedecería a falta de pagos, esta vez a la empresa Wamos Air, con sede en Madrid, que decidió unilateralmente rescindir el contrato con Conviasa. Esta versión la confirma El País de España. Una fuente de Wamos dijo a este medio que la empresa venezolana “no estaba haciendo frente a sus compromisos”. Con esta compañía había firmado un acuerdo de dos años a partir de octubre de 2015 por el alquiler de un Boeing 747-400 para cubrir las rutas de larga distancia, hasta Madrid, en España, y hasta Buenos Aires, en Argentina.
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El área del counter delConsorcio Venezolano de Industrias Aeronáuticas y Servicios Aéreos S.A. (Conviasa) es la escenografía la desolación. Todos los parales están arrimados hacia una esquina, amarrados unos de otros con las cuerdas elásticas que en tiempos de normalidad trazan el recorrido de las colas. Los televisores que deberían anunciar los vuelos a chequear permanecen apagadas. En cambio, hay carteles en cada uno con las frases: “Queremos volar”, “No al reembolso”, “Estafadores”, “Corruptos” y “Ladrones”. Los varados permanecen acostados o sentados en el suelo. Utilizan el equipaje de almohada y ven cómo pasa el tiempo sin que haya una respuesta satisfactoria a su reclamo. En ese tiempo, se han aprendido al derecho y al revés los derechos del viajero. Arguyen que para suspenderles su vuelo, la estatal debía avisarles con al menos quince días de anticipación y, si acaso, uno que otro pasajero recibió un correo un día antes del viaje. Esperanzados bajaron al aeropuerto y se toparon de frente con un muro de concreto y una pista vacía.
Salud paralizada
No es la primera vez que la aerolínea deja a sus pasajeros varados. Lo hizo en 2014. Esa vez el contrato de arrendamiento era con la italiana Blue Panorama, que les proveía de aviones y tripulación. La estatal acumulaba una deuda de 4.000 millones de dólares (2.978 millones de euros) con distintas aerolíneas internacionales y dejó por más de cinco días esperando por un avión a quienes viajarían de Madrid a Caracas. Lo repitió en 2015, cuando dejó a 287 pasajeros esperando por un vuelo en el aeropuerto de Barajas por más de tres días, sin maletas y solo con lo que tenían puesto. La empresa venezolana comenzó a rentar aviones para cubrir las rutas a Europa en abril de 2012, después de que la Unión Europea (UE) la incluyera en la lista negra de las flotas que tienen prohibido volar a Europa. La medida obedecía a “problemas de seguridad pendientes, derivados de accidentes y de los resultados de los controles en pista en los aeropuertos de la UE”. La sanción fue levantada en 2013, pero Conviasa mantuvo sus contratos de arrendamiento con las compañías europeas. Ahora se ven las consecuencias.
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La hermana Irene pasó su cumpleaños 81 en una silla de ruedas, y no en Madrid como lo tenía planeado. El asiento fue la única concesión que hizo por ella la aerolínea. De resto, la monja de las Misioneras del Divino Maestro asegura que no le dieron “ni agua”. Ella y sus dos compañeras de congregación –también en sillas de ruedas– debían viajar el 17 de mayo, cada una por razones de salud. Irene, por ejemplo, iba a operarse de unas cataratas, pero al paso que va dice que se quedará ciega.
Su misión es en el estado Bolívar, las otras dos monjas son de Táchira y Monagas, y aunque son españolas las tres tienen más de 60 años en Venezuela ayudando a educar a niños pobres. “El 17 se suspendió el vuelo y no nos avisaron. Supimos cuando llegamos a Maiquetía. Nos fuimos a la casa de la congregación en el 23 de Enero porque nos dijeron que sería reprogramado para el lunes 22; pero el sábado 20 en la madrugada salió el avión, sin que nadie nos dijera nada. Un grupo de 17 personas se quedó sin viajar. Estamos aquí haciendo fuerza para que nos manden. Pedimos que nos montaran con otra aerolínea, pero Conviasa tiene deudas con todo el mundo y nadie les da crédito”.
Carlos Bouza también se quedó sin abordar ese 17 de mayo y sin que le avisaran del vuelo del sábado 20, pese a que estuvo yendo a Maiquetía todos los días desde que se canceló su traslado. Diariamente viajó desde Valencia –donde vive– hasta La Guaira esperando una solución que no llegó. No hubo hotel, ni comida, solo infructuosa espera. Ese 20 de mayo supo que su avión se había ido siete horas después del despegue. Salió corriendo al aeropuerto y en la bajada de Tazón se rompió el motor de su carro. Llegó a Maiquetía a bordo de una grúa que le cobro 350.000 bolívares por dejarlo a él en La Guaira y devolver su vehículo y a su familia a Valencia. Desde entonces duerme en el suelo del aeropuerto, sin importar su enfermedad crónica, por la que ha sido operado de la columna que tiene minada de hernias. Ese era el motivo de su viaje hacia la capital española. Tenía una cita médica el viernes 19, que perdió: “Aquí los médicos no pueden resolver mi problema. Ni consigo las medicinas”. Su queja la secunda un corro de pasajeros. “No tenemos ninguna protección, ni civil, ni financiera. Humana tampoco. La Guardia Nacional continuamente nos intimida con su presencia. Nos sentimos maltratados. Cantamos el Himno Nacional –a modo de protesta- y se rieron”.

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José, de 72 años de edad, dice que también necesita ser atendido de urgencias en Madrid o de lo contrario corre el riesgo de una “muerte súbita”. Enseña los informes médicos, pero ni eso ablanda el corazón de la aerolínea y muchos menos su bolsillo.
Los viajeros denuncian que han recibido un trato vejatorio por parte del personal de Conviasa. Alegan que incluso se han puesto a bailar tambores en medio del grupo que espera. Y los han acusado de “pela bolas” por comprar el pasaje con la empresa del Estado.
Migración en veremos
Un recuadro con un comunicado aparece en la pantalla del computador cuando se ingresa a la página de Conviasa. Dice: “Debido a la suspensión temporal de las rutas Caracas-Madrid-Caracas, Caracas-Buenos Aires-Caracas y Porlamar-Buenos Aires-Porlamar la aerolínea se compromete a gestionar administrativamente los reembolsos que correspondan a favor de los pasajeros afectados, desde el 5 de mayo al 15 de junio de 2017”. El operativo comienza a partir del 30 de mayo.
Sin embargo, esa es la peor alternativa para los afectados. Silvana y su familia debían viajar el 7 de junio. Era un grupo de cinco personas que incluía a una mujer de la tercera edad que debe recibir tratamiento médico y a un niño de 7 años. Para ellos un reembolso no es una opción: “Vendimos todo para irnos. Cada pasaje nos salió en casi 2 millones de bolívares porque compramos a través de agencia y Conviasa no reconoce el monto total de los boletos. Ya renuncié al trabajo. Nos esperan con entrevistas de empleo allá. Acá no nos podemos quedar. Vivíamos en una conserjería y debemos entregarla”.
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El vuelo de Mary Medina debió salir el 22 de mayo. Se enteró de que el avión no despegaría ese mismo día al llegar al aeropuerto, proveniente de Valencia. Tomó la previsión de llegar temprano pensando en los disturbios callejeros, pero la guarimba se la encontró frente al mostrador de Conviasa. “Es indignante, no quieren reprogramar el vuelo, sino devolver el dinero. Cada pasaje nos costó 2.400.000, comprado a través de agencia –cuatro iban a viajar, y dicen que no reintegrarán todo, sino un porcentaje. Mi esposo y yo renunciamos al trabajo, mi hijo quedó con el tercer grado chucuto. Le dejé un poder a mi hermana para que vendiera la casa. Añorábamos este día, y en la línea no nos dicen nada. Solo que no hay avión”. Compraron en la estatal porque era la única que le permitía pagar en bolívares. Un arma de doble filo para los que adquirieron el boleto desde Madrid en euros, pues la empresa ofrece el reembolso en moneda nacional y al cambio oficial. Pérdida segura hasta en bolívares.
El diputado de la Asamblea Nacional Jony Rahal, de la Comisión Permanente de Administración y Servicios, dice que hasta ahora no han discutido el caso de la empresa. Se excusan en la coyuntura de conflicto político que atraviesa el país. Explica que la comisión ha recibido denuncias de seguridad aeronáutica pero ninguna referida expresamente a Conviasa.
Los últimos datos oficiales de la empresa los ofreció la Memoria y Cuenta 2015 del Ministerio de Transporte Acuático y Aéreo –la de 2016 entregada al TSJ no está disponible. Allí se informa de la compra de dos aeronaves Embraer ERJ-190 para vuelos locales y regionales. La flota de la aerolínea, según su página web, está conformada por aviones modelo Airbus-340-200; Boeing 737-200/300, Embraer E-190 y Cessna Caravan 208, pero no especifican, ni ahí ni en la Memoria y Cuenta, el total de unidades ni el estado en el que se encuentran. Un reportaje de El Nacional, publicado en 2015, refiere que en ese entonces14 aviones de la empresa estaban fuera de servicio o destinados a otras tareas. La lista incluía “4 CRJ-700 (un año fuera de servicio), 4 Embraer (un año parados y desarmados), 3 Boeing 737 (2 años inoperativos) y 3 ATR-72 (año y medio paralizados)”.
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Becas y conexiones en riesgo
Valeria Zerpa renunció a su trabajo hace un mes. Entregó el apartamento alquilado en el que vivía en Caracas y su mamá viajó desde Puerto La Cruz a llevarse las cajas con los bienes que ella no podría embarcar. Se iba con su novio que el 27 de mayo empezaría a estudiar un máster en Business becado. Ahora teme por la pensión ofrecida a él y por las entrevistas de trabajo que ya había acordado. Más le preocupa quedarse en Venezuela. El 23 de mayo –después de pasar la noche en el piso– estuvo a punto de ser golpeada por una oficial de la Guardia Nacional. “Esa mañana cuando llegó el personal de Conviasa fuimos a buscarlos a ver qué respuesta nos tenían. Nos empezaron a grabar, así que una de las personas que estaba con nosotros también quiso grabarlos a ellos. Le intentaron quitar el celular y a mí una guardia se me fue encima. Tuve que decir que era menor de edad para que me dejaran tranquila. Aquí nos sentimos amenazados”.
Madrid era tan solo una escala para Carlota Rodríguez. Su viaje tenía como destino Sicilia, Italia, donde la espera una beca para cursar un posgrado en Farmacia Hospitalaria. Por su conexión, que le costó 120 euros –a los que hay que sumarle otros 120 por el pasaje de su madre– no la van a indemnizar. Tampoco por el tiempo perdido frente al counter, ni por las noches que pasó durmiendo en piso frío. “Nos dicen que nos vayamos. Que no tienen avión y que no pueden solventar. El reembolso se nos volvería sal y agua. No es opción en medio de esta inflación y devaluación tan bestial. Con eso qué puedo comprar. Me siento frustrada, indignada, humillada”.  
Otros trámites peligran. Lorena Herrera viaja con su hija de seis años de edad. Debían estar al otro lado del Atlántico el 27 de mayo, porque ese día tienen la cita para sacar el DNI. “El consulado emite una partida literal, eso lo hace una sola vez y tiene fecha de vencimiento. En este caso tengo todas las de perder”. Como estas hay 20.000 historias. Ese sería el total de pasajeros afectados del 5 de mayo hasta el 15 de junio.
Hasta Buenos Aires
Para las rutas más cortas sí se mantienen las operaciones. Los aviones a La Habana, Bogotá y Panamá siguen volando. En esas unidades más pequeñas sacaron a los pasajeros que se dirigían a Buenos Aires, haciendo escala en Biru-Biru (Bolivia). Pero llegar al destino tampoco es garantía de que Conviasa cumpla con su slogan: “El placer de volar”. Mayerlin Perdomo trajinó de Maiquetía a Porlamar y luego de vuelta a Caracas antes de poder irse a Argentina. Su viaje estaba agendado para el 14 de mayo, pero pudo abordar el avión el día 21. Primero afrontó la falta de respuestas del personal de la aerolínea. Luego los enviaron a Porlamar y, ante la ausencia de un avión que continuara la ruta, los alojaron en un hotel en la avenida 4 de Mayo. El 15 de mayo se trasladaron al Aeropuerto Internacional Santiago Mariño por sus propios medios para encontrarse con esta respuesta: “El que no quiera esperar que me dé su pasaporte ya y se les reembolsa el dinero de una vez”. Hubo que armarse de paciencia, fueron al INAC y les explicaron que ya ellos eran pasajeros en tránsito, así que el reembolso no aplicaba.

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De ahí en adelante lo que hubo fue incertidumbre. Cada día les ofrecían una fecha de viaje distinta. En la primera oportunidad que la aerolínea les dio, Mayerlin volvió a Caracas a continuar con el viacrucis. Finalmente embarcó el 21, en un golpe de suerte. En vez de llevar dos maletas, solo le permitieron una, con el compromiso de que la otra se la enviarían en “algún momento”. Al día siguiente ella llegó a Buenos Aires, pero el único equipaje que pudo registrar no. Le dicen que tal vez en un mes, de la otra maleta poco sabe. Le queda de anécdota que cuando pararon a repostar combustible en Bolivia, el personal de la aerolínea no tenía con qué pagarlo. Un argentino tuvo que prestarle 750 dólares a Conviasa para costear el gasto, con el compromiso de que se los devolverían al aterrizar.


Mayerlin deberá empezar una nueva vida, literalmente, solo con lo que llevaba puesto. De los que permanecen varados en Maiquetía aún no se sabe si correrán –al menos– con la misma “suerte”.
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