Perfil

Helen Fernández, la suplente a juro de Ledezma

Para muchos su voz es desconocida. Los avatares políticos y el arresto a Antonio Ledezma le escamotearon el velo del anonimato. Es hoy una figura pública. Salió de la umbría y de sus oficinas de trabajadora social para hacerse de un cargo que jamás ambicionó: el de Alcalde del Distrito Metropolitano

Fotografía por Andrea Hernández
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Una señora cuelga el teléfono y se levanta del escritorio de madera enmarcado por una fotografía inmensa de dos felinos de colores. “Es mi cuadro favorito. Esos leones me encantan y me los traje para que me acompañaran”, suelta Helen Fernández, alcaldesa interina del Distrito Metropolitano. Fue designada, a sus 64 años, para cubrir el interregno dejado por Antonio Ledezma, Alcalde por voz y voto. Ella da la bienvenida formal a esta habitación que ahora le sirve de oficina temporal —quien sabe por cuánto tiempo.

Aunque el cabildo pudo haber elegido a cualquier otro representante o gerente, obedeció a su líder encarcelado y la alcaldesa encargada fue juramentada el 24 de febrero como responsable del despacho que timonea el viaje de Caracas.

Tiene estudios en economía de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), conoce el valor del tiempo y el precio de su desperdicio. No le sobra. Pone sus manos, cuya manicure color rojo tinto acompaña el movimiento que zanja la espera. “Ajá. Comencemos”.

Aclara casi antes de comenzar que no se esperaba el nombramiento, a pesar de la habitual familiaridad que acarrean 16 años de trabajar junto a Ledezma. A diferencia de muchos que ambicionan su puesto, ella no está hecha para los reflectores. Está configurada para trabajar tras bastidores para resolver problemas de desarrollo social. Nunca la sedujo el poder, la sedujo el cambio.

Le impacta el peso de la confianza y de la responsabilidad que, el hoy preso político, le invistió: “Mi máxima preocupación es no quedarle bien”, dice con un tono de voz que tiembla levemente en su sonrisa.

El fantasma del socialismo

“Soy una persona que despertó cuando vio lo que venía para el país”, continúa con una firmeza que se asoma a medida que avanza la conversación. En 1999, pensó que estaba viviendo un déjà vu cuando Hugo Chávez salió del clóset político y se declaró socialista. Ya había pasado por lo mismo en Praga, capital de la entonces República Socialista de Checoslovaquia (1960-1990), cuando acompañó a su esposo, Raúl Fernández, a que completara sus estudios de medicina.

Rememora sin nostalgia esos años Europa. Suficientes como para describir el miedo que gobernaba a la ciudad. “Un país sin vida y pobre”. Le viene a la mente una conversación que tuvo con un señor mayor. Ella se le acercó y le preguntó por qué los checos no eran gente alegre. El viejo le respondió: “Señora, hágase la idea de que nosotros existimos, mas no vivimos”.

Cree que eso es lo que está pasando ahora con Venezuela.

En medio de su preocupación decidió ocuparse y pateó calle. Esa era la única forma para Fernández de conocer los problemas sociales que venían creciendo desde la “Cuarta”. A raíz de sus visitas a los barrios de la capital fundó la Organización No Gubernamental (ONG) Vigilantes de la Democracia, luego se involucró con la extinta Coordinadora Democrática y se cruzó con su actual jefe: Antonio.

La alcaldesa distinguió sin mucho esfuerzo el discurso populista que le vendieron a un pueblo con “muchísimas necesidades”. Entendió que veía comprometida la integridad de la democracia. “Y no me gustó ni un poquito”. Ledezma estaba en la misma página:

“Obviamente identifiqué a Antonio porque es absolutamente humano, honesto e incansable en el trabajo”.

Por eso no entiende por qué lo detuvieron el 19 de febrero.

Helenlohacesuyo

“Partieron el vidrio en mil pedacitos”

“Yo estaba reunida con él. Revisábamos la agenda de los próximos 15 días. Llegaron abruptamente a la oficina, partieron el vidrio en mil pedacitos y sin ninguna orden de detención ni de allanamiento y sin soporte de ningún tribunal se lo llevaron”, cuenta, mientras se acomoda los lentes azul oscuro. No se supo de él por 10 horas hasta que le informaron que lo habían llevado a las instalaciones del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin) en el Helicoide. Fue acusado el 7 de abril por los delitos de conspiración y asociación para delinquir.

Lo recluyeron en Ramo Verde —el mismo recinto militar que aloja a Leopoldo López y a Daniel Ceballos, ambos presos desde hace más de un año—  hasta que el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) permitió su traslado para ingresarlo en una clínica privada y operarlo de una “hernia reproducida” el 25 de abril. Ahora permanece bajo arresto domiciliario en su casa.

Helen comparte un proyecto tanto de ciudad como de país con el que depositó toda su confianza en ella. Sus planes e intenciones en conjunto se mantienen; hacen vida política juntos. La alcadesa encargada también sirve como secretaria general desde hace tres años del partido político que coordina su líder, Alianza al Bravo Pueblo.

Un casco castaño de pelo y laca coronan su cabeza. No le pone ni un dedo encima, a diferencia de la mayoría de las mujeres que, por hábito, se lo acomodan y reacomodan a cada rato. Sus horas de trabajo y cantidad de responsabilidades contrastan con lo pulcro de su apariencia. No hay ojeras, ni piel gris, ni un pelo fuera de lugar. “Trabajo de domingo a domingo”, dice.

Fernández es una hormiguita obrera. Desde la alcaldía puso en marcha proyectos mediante la Secretaría de Desarrollo Social, el Foro de Inversiones y más adelante desde la dirección general.

Una silla en la Alcaldía

A medida que la formalidad se deshace, muestra cada vez más solidez en su voz. “Caracas tiene que ser vista como una sola ciudad, no un territorio dividido en municipios”, razona. En 2009, Ledezma y su equipo le entregaron a Caracas el Plan Metropolitano 2020 con seis líneas estratégicas que enuncia de memoria como si estuviera viéndolas en una pantalla: Caracas ambientalmente sustentable, segura, emprendedora, ciudadana, accesible, en movimiento y gobernable.

Sin embargo, desde ese momento a la alcaldía “le quitaron 99% de su presupuesto y la mayoría de sus competencias”, vuelve en su lamento. También la sacaron de sus instalaciones lógicas en el Palacio de Gobierno. Detalla el trato con el gobierno central:

“Nuestra relación no es la más saludable. Tenemos un pequeño porcentaje que nos da el situado y otro que nos dan los municipios. Pero hoy tenemos un municipio difícil, que es Libertador. Y no paga. Tiene una deuda que se ha venido acumulando de 900 mil millones de bolívares”.

Se acomoda su cardigan de patrones amarillos, azules y negros sobre su top con la misma pinta. “Con la crisis se crece”, asegura al plantar un dedo en la madera de la mesa. Añade que solo con la labor de equipo y las alianzas estratégicas se logra un eje sólido para llevar una planificación coordinada adelante.

Vena social

Si bien Fernández se la pasa en una sola discusión con quienes tienen el dinero y no lo sueltan, su pasión no es la política. Tiene una vena social que se muestra cuando habla y le brillan los ojos sobre los proyectos de desarrollo colectivo. “Yo no soy política”, subraya con esa inflexión que solo la seguridad imprime.

Enumera las ideas que ha visto materializadas con orgullo disimulado: autobuses Transmetrópolis, franquicias sociales como “Entre panas”, recuperación de infraestructura y construcción de canchas deportivas. Explica que todos los planteamientos de la Alcaldía Metropolitana pretenden crear oportunidades para los venezolanos. “No me gustan las dádivas”, y arruga la cara cuando suelta el sustantivo. Con asco. Quizá porque en política dádivas y migajas son sinónimos.

Fernández no ha tenido un paso sedoso por la vida política. Relata que ha sido atacada en marchas, le han metido presos a sus trabajadores y ahora a su alcalde. Pero es precisamente en esa vena social donde le duelen más los golpes.

Mira sus cuidadas manos antes de hablar sobre el puñetazo moral más duro que ha recibido. Cuando Ledezma llegó a la alcaldía, lo primero que le pidió a Fernández, quien estrenaba su puesto como secretaria de desarrollo social, fue que le armara un plan de becas estudiantiles. Se asesoraron con la UCAB y arrancaron el programa “Buena nota”. En cuatro meses becaron a jóvenes de bajos recursos. Empezaron con las universidades y terminaron con los tecnológicos.

“Luego nos quitaron los recursos y las competencias. Hicimos diligencias mediante empresas privadas y solventamos algunos casos, pero no todos”.

Reclama que actualmente no existen ese tipo de planes y dilucida que por eso es que se nos están yendo los jóvenes. No hay oportunidades, sino regalos que se disuelven con rapidez en el aire.

Detesta el podio

“Mi vida ha cambiado mucho”, comenta. Pasó de ser la base de la casa a ser la base y la fachada. Ahora es una persona pública y extraña su valiosa privacidad. No han cambiado el funcionamiento y la administración de la Alcaldía, ella ya cargaba más o menos las mismas responsabilidades. Pero su nueva cualidad de persona pública requiere mayores compromisos:

“Antes yo le preparaba los proyectos al alcalde y se los ponía a andar. Luego él los divulgaba. Ahora me toca a mí prepararlos, ejecutarlos y pregonarlos”.

La verdad es Helen no quería ser una persona expuesta al escrutinio, pero «la vida me llevó a ese reto», se resigna. Otro sacrificio que ha tenido que hacer es el tiempo con su familia. Tiene tres hijos y seis nietas que ve de vez en cuando. “Han tenido que hacer un ‘reajuste emocional hogareño’”. Al principio de su carrera tras los bastidores políticos y los proyectos sociales, su familia sentía miedo por ella. Veían su puesto al lado de Ledezma como un riesgo muy grande. “Ahora se sienten orgullosos de su mamá”.

Es la mujer que fue designada a dedo por el alcalde tras las rejas entre muchos que ansiaban el puesto del burgomaestre mayor. Es curioso, pero quizás los más adecuados para manejar el poder son los que nunca lo han buscado.

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