Semblanza

La jugada mortal de Carlos Morris

El basquetbolista venezolano fue asesinado el 21 de enero en una cárcel de Cumaná. Tras participar en dos mundiales con la selección, terminó involucrado en una banda de secuestros que ofrecía carros nuevos como anzuelo. Nunca se le dictó sentencia

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Javier José Villarroel Briceño y Freddy Enrique Espinoza Gómez viajaron el 29 de abril de 2013 de Valera a Cumaná para comprar una camioneta Toyota Fortuner que les había ofrecido un contacto a través de las redes sociales. Mil kilómetros de recorrido por un carro nuevo directo de la planta. Al llegar al punto de encuentro no hubo negocio sino pistolas, vendas en los ojos y tirro. También hubo amenazas, el traslado a una casa lejana y la orden de que emitieran un cheque por 980.000 bolívares a una cuenta del banco Provincial.

El dinero, se sabrá después, según el acta de Tribunal Supremo de Justicia que se firmó el 8 de mayo de 2013, terminó, tras un par de transacciones, en la cuenta del basquetbolista Carlos Morris.

Carlos-Morris-Clímax-AP

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La infancia de Carlos Morris transcurrió entre el béisbol y el baloncesto. Nacido en Caracas el 10 de noviembre de 1975, hijo menor de Hilda Josefina Salazar y Tomas Manuel Morris, el pequeño Carlos practicaba los dos deportes junto con sus amigos en una escuela de Fe y Alegría de la parroquia Coche. A su padre le parecía absurdo que un segunda base midiera un metro noventa y cinco centímetros. Fue por la influencia de su hermano Tomás, el mayor de los cuatro, que decidió seguirle los pasos en el basquetbol profesional.

El actual entrenador de Cocodrilos de Caracas Néstor Salazar comentó: “A Carlos lo vi jugar desde que tenía ocho años y llegaba solo a la cancha. Lo tuve en el equipo de la Escuela McGregor, en el de Tiendas Rex, en las selecciones estatales y nacionales, juveniles y de mayores. Desde niño me di cuenta de que era una persona muy talentosa. Siempre presentó ganas de aprender”.

Una beca que consiguió lo hizo mudarse en los 90 a estudiar en Estados Unidos. Primero a Kansas City, luego a Jacksonville. Egresó con un título de técnico medio en Gerencia para después sacar, en la Universidad Texas State, una licenciatura en Estudios Internacionales. La trasnacional Nokia llegó a emplearlo, pero su pasión por el básquet y los llamados a las selecciones le obligaron a dejar su trabajo de oficina para quedarse en las canchas.

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La etapa profesional de Carlos Morris podría resumirse así: debutó con Panteras de Miranda en 1993 bajo la dirección técnica de Néstor Salazar. Luego, Cocodrilos de Caracas fue su equipo durante ocho años antes de comenzar su trashumancia por Marinos de Anzoátegui, Toros de Aragua, Gatos de Monagas, Deportivo Táchira, Bucaneros de La Guaira y Guaros de Lara. Veinte temporadas en las que dejó promedio de nueve puntos partidos y levantó un trofeo de campeón en el año 2011 cuando jugaba en Puerto La Cruz.

Ernesto Mijares, ex jugador profesional de baloncesto, recordó: “Carlos y yo nos conocíamos desde que ambos éramos juveniles. También coincidimos en Marinos de Anzoátegui y la selección vinotinto. Fue una persona callada, tranquila. Era uno de los primeros en llegar a los entrenamientos, pero el último en salir. Le echábamos broma porque se tardaba mucho en el vestuario”.

El currículo de Morris suma algunas pasantías por ligas extranjeras. Estuvo en el Valls Felix Hotel de Tarragona de la Segunda División española, en el Deportivo San José paraguayo, en los Venados de Nuevo Laredo mexicanos. La camiseta vinotinto de la selección de mayores fue otro de sus uniformes: con ella participó en el Mundial de Japón 2006 y en el de Estados Unidos 2002, además de campeonatos suramericanos y continentales al lado de nombres como los de Diego Guevara, Oscar Torres, Richard Lugo, Víctor David Díaz, Carl Herrera, Pablo Machado o Héctor “Pepito” Romero, entre otras figuras que ya forman parte de la historia del basquetbol venezolano.

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Carlos Morris, en una entrevista que dio al departamento de prensa Guaros de Lara en 2013, aseveró: “He jugado para siete equipos en el país. Estoy acostumbrado a las mudanzas. Un día aquí, otro allá. Sabía que habría un cambio al ver que las cosas no me salían muy bien en Marinos. Necesito variar para poder extender mi carrera. Muchos de mis compañeros estaban molestos al irme porque decían que formábamos una familia, pero las familias se rompen”.

Morris se separó de su esposa Donna Cox con la que tuvo a su hijo Dorian, que vive en Dallas y tiene 13 años.

La esgrimista Alejandra Benítez, ex ministra del Deporte, se cuenta entre sus ex parejas. No se volvió a casar.

Tomás Morris, actual gerente general de Guaros de Lara, deslizó: “Mi hermano Carlos era un hijo para mí. Le decíamos el ‘Nene’ desde que tenía un año. Su detención nos cayó de sorpresa.

No le conocimos cosas malas. Me decía que había caído por pendejo, que a veces se deprimía mucho, que por hacerle un favor a una persona que decidió ir por el camino del mal se vio metido en eso”.

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El 4 de mayo de 2013 Guaros de Lara perdió el segundo partido en fila frente a Marinos de Anzoátegui en el estadio Luis Ramos de Puerto La Cruz. Esa noche, al terminar el juego, Carlos Morris salió a la discoteca Matrix en Lechería. Tal vez para superar el trago amargo de la derrota antes de volver a Barquisimeto. A las 4:30 de la mañana del 5 de mayo, Morris fue detenido por funcionarios del Grupo Antiextorsión y Secuestro de la Guardia Nacional por supuestos delitos de coautor de secuestros, legitimación de capitales e incremento patrimonial, según acta del Tribunal Supremo de Justicia de Sucre, en la que se dice que Morris ofrecía su cuenta para limpiar el dinero. Ante este cambio de destino, Carlos Morris, el 22 de diciembre de 2014, en su cuenta de Facebook, admitió: “Qué locura. Quién iba a pensar que hasta en una huelga de hambre iba a estar. Una experiencia más para mi libro de vida”.

En su misma cuenta electrónica Morris, el 11 de enero de 2015, a las 10:39 de la mañana, se ilusionaba: “Hoy será otro de esos domingos que se hacen largos. Con el favor de Dios, será el último que pase aquí.”

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Carlos estuvo más de un año detenido en el retén del Instituto Autónomo Policía del Estado Sucre a la espera de una sentencia. Al ingeniero Jorge Fernández Morillo, otro de los involucrados en la banda acusada de varios delitos en la región oriental, se le dictó condena de 30 años. El 21 de enero de 2015, Morris fue asesinado en la cárcel. Las versiones del hecho son distintas: que hubo un intento de fuga, que hubo un motín tras el traslado de un preso a otra área, que necesitaban un muerto de importancia para cambiar al director del penal, que Morris saldría esa misma semana en libertad por falta de pruebas concretas. Su caso ya no tendrá veredicto. Aún hoy no se ha determinado el móvil de su homicidio.

Un funcionario del Instituto Autónomo Policía del Estado Sucre declaró bajo condición de anonimato: “Esto es un submundo. Aquí todos se tienen los ojos encima para sobrevivir. Mis compañeros dicen que algunos reos le tenían culebra porque contaba con privilegios que el resto no poseía”.

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