Salud

Marihuana: no todo humo es dañino

La llamada droga “puente” a sustancias más duras ha resultado atractiva para la rama medicinal en las últimas décadas. Mientras Uruguay lleva la batuta latina en la aceptación de su uso y países como Estados Unidos y Colombia buscan su legalización, en Venezuela importa más conseguir azúcar o café que posibles curas alternativas a enfermedades crónicas

Fotografía: AP images
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¿Analgésicos orales o hierba fumada? ¿Legalidad o delito? En pleno siglo XXI, el debate entre los pros y los contras de la marihuana se mantiene alrededor del globo terráqueo, mientras cerca de 147 millones de personas la consumen frecuentemente cada año, de acuerdo con cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Son más los que le echan un jalón a un porro que los que inhalan líneas de cocaína – 2,5% contra 0,2% de la población mundial–, entre el tabú de padres que advierten a sus hijos y de médicos que se rehúsan a prescribirla, en contraposición con los narcotraficantes que se lucran de su comercialización.

El cannabis entra en el escenario médico como una solución un tanto mágica, no contemplada anteriormente por su ilegalidad internacional, a enfermedades relacionadas con dolencias y espasmos. “En oncología, la marihuana se utiliza para paliar dolor en enfermedades terminales, para la mejoría de la calidad de vida de aquella persona que esté en la fase final de un cáncer”, explica la doctora Loretta Di Giampietro, ex presidenta de la Sociedad Venezolana de Oncología. Dado que el cannabis es tan ilegal como los demás estupefacientes en el país, “no hay experiencia de su aplicación”, y el tabú criollo que invade como un virus el área médica es el fertilizante del desconocimiento de su capacidad de acción y avances científicos para futuros tratamientos. Aunque, la prescripción no se considera ilegal para el médico tratante, indica el abogado y profesor, Carlos Daniel Briceño.

Centenares de estudios dan la vuelta al mundo alentando a unos y asustando a otros, atribuyéndole propiedades curativas que datan desde 2737 A.C., cuando el entonces emperador de China Shen Nung descubrió sus virtudes en un té a base de la planta. Promesas sobre el tratamiento de dolores, náuseas, pérdida del apetito, Parkinson, inflamación intestinal, estrés postraumático, epilepsia, esclerosis múltiple, incluso cáncer, rondan laboratorios y parlamentos, clínicas y congresos como el olor que deja su contacto con el fuego, reconocible a leguas.

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A nivel mundial, las gríngolas médicas parecen abrirse cada vez más con el narcótico en la mira. Cada vez más aceptado, cada vez más constante, como si las alertas a sus efectos dañinos se adormecieran con sus propiedades relajantes. La OMS lo deja claro en su sitio web oficial: consumir la droga afecta el desarrollo cognitivo, los procesos asociativos y la coordinación motora, entre risas y hambrunas inadvertidas. Un estudio de Leslie Iversen, publicado en el año 2000 por Oxford University Press, indica que el cannabis “causa placer a través de la liberación de dopamina y a su vez distorsiona el modo en el que se percibe el entorno, reduciendo la velocidad de reacción y las capacidades motoras”. La organización destaca que el viaje se complica cuando se frecuenta, pues la hierba puede crear dependencia, daños en la tráquea, inflamación en los pulmones, bronquitis crónica, exacerbar la esquizofrenia y reducción en el peso de neonatos en caso de consumirse durante el embarazo – sin contar los efectos no comprobados.

Sin embargo, la legalización de la marihuana para su consumo medicinal y recreacional se mantiene tan viva y latente como la llama que enciende una pipa. De los más de 400 compuestos que conforman la planta, no todos son dañinos: el Tetrahidrocarbocannabinol, Cannabidiol y Cannabinol, por nombrar los más estudiados, reducen la presión ocular crónica y su dolor, los niveles de azúcar en la sangre, náuseas y suprime espasmos musculares y convulsiones, de acuerdo con el Instituto de Cáncer de EEUU.

¿Luz verde?

De acuerdo con la Ley Orgánica de Drogas venezolana, la posesión ilícita de estupefacientes –marihuana incluida– tiene un límite cuando de uso lícito se trata: “hasta veinte (20) gramos para los casos de marihuana, o hasta cinco (5) gramos de marihuana genéticamente modificada”, indica su artículo 153. “El consumo de cannabis está permitido, lo que pena la ley venezolana es el tráfico ilegal de la droga o su posesión para la comercialización”, indica Briceño. Incluso, en nuestra Constitución aparece: el tráfico de estupefacientes es imprescriptible e ilícito. Según el abogado, Venezuela aún no está preparada socialmente para que la hierba sea consumida, distribuida y comercializada en cualquiera de sus presentaciones: “Podría hacerse una reforma constitucional, pero parece ser un tema más moral que cualquier otro. Hacerla legal bajaría los índices de criminalidad relacionados con su tráfico, bajarían los precios de la droga, se haría más accesible y en mejor calidad. Legalizarla para fines medicinales sería un primer paso importante, como ha sucedido en Estados Unidos”, explica.

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De las 50 entidades estadounidenses, 23 de ellas junto con Washington DC permiten su uso para fines medicinales –algunos lo permiten por recreación-, aunque sus acercamientos a la droga sean distintos y su estatus ilegal siga vigente por ley federal: algunos estados como Alaska permiten el cultivo doméstico de marihuana como una planta más en el jardín; pocos como Delaware admiten únicamente dispensarios donde se puede comprar como si fuese otro fruto más de la tierra; mientras algunos como California acceden a ambas modalidades, el homemade y el comprado en tiendas.

Y mientras Estados Unidos se debate entre las leyes federales y la legitimación nacional de la droga, Uruguay debutó como el primer país del mundo en quitarle el monopolio a los carteles y dealers desde 2013. Al sur del continente americano se permite la compra de hasta 40 gramos mensuales en farmacias y el cultivo personal es de hasta seis plantas de cannabis por hogar, pese a la violación de la Convención de 1961 sobre Narcóticos de las Naciones Unidas. El ministro de Relaciones Exteriores venezolano, Elías Jaua consideró la decisión uruguaya como “audaz e innovadora”, con miras a su aplicación en tierra criolla, aún inexistente dos años después.

La legalización también va de la mano con sus usos recreacionales. Cruzando el charco, los coffee shops son comunes en Holanda desde 1979 que se dedican a vender 5 gramos por cada mayor de edad – las autoridades no han dictado leyes contra dichos establecimientos. En Portugal no está penado el uso del cannabis, cocaína, heroína o metanfetaminas desde 2001 en que el país ibérico se convirtió en el primero europeo que oficialmente abolió las penas para sus consumidores. No muy lejos, Colombia podría cambiar el panorama guerrillero con la aprobación de un proyecto de ley sobre la regulación de la marihuana medicinal que se debate actualmente en el Congreso. El mismo Santos admitió ver “con buenos ojos la iniciativa sobre la utilización terapéutica de la marihuana, la entendemos como una medida práctica para reducir el dolor de los pacientes con enfermedades terminales”. De los 194 países alrededor del mundo, Uruguay, Corea del Norte, Holanda, Portugal, Argentina, Chile, Suiza, Bélgica, Canadá y parte de Estados Unidos despenalizaron la marihuana para el consumo y la posesión recreacional y medicinal.

La tendencia parece indicar el fin de la criminalización de la marihuana con la regulación de su uso. Un informe titulado Comisión Global de Políticas de Drogas y publicado por la Comisión de Alto Nivel – en el que firman personalidades como el ex secretario General de la ONU Kofi Annan y ex presidentes  como Ernesto Zedillo (de México), Fernando Cardoso (de Brasil), César Gaviria (de Colombia) – destaca que la “lucha contra las drogas ha fracasado y con consecuencias devastadoras para individuos y sociedades alrededor del mundo”. Mientras la Sala Primera de la Suprema Corte de Justicia de la Nación mexicana decide este miércoles si da carta blanca a la legalización del consumo de marihuana con fines lúdicos y sin ánimo de lucro, en Venezuela se mantiene la interrogante, los dolores y los narcotraficantes.

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