Cultura

El pez que fuma: la permanencia de los seres marginados

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Fotografías: Cristian Hernández

Román Chalbaud es de los nombres que van ligados inexorablemente a la creación venezolana. Sus historias han tenido éxito en las tablas y en la gran pantalla. Hoy, cuando se celebra el Día Internacional del Teatro, se hace necesario indagar en la vigencia de sus personajes y en el destino del elenco que los interpreta: los nuevos integrantes de la Compañía Nacional de Teatro, que volvió a la escena tras años de silencio creador y formativo

Román Chalbaud tenía 20 años de edad cuando comenzó a hacer televisión, a principios de los años cincuenta. Trabajaba en el horario de 3:00 de la tarde a 9:00 de la noche, y cuenta que al terminar la jornada los técnicos y camarógrafos lo llevaban a un “lugar de chicas malas” en la plaza de Catia. Se llamaba El Canario.

Se iban en taxi. Ninguno entonces tenía carro. Una de las noches, el taxista le contó que en la época de Juan Vicente Gómez en aquella plaza existía un burdel llamado El Pez que Fuma. “Cuando lo oí dije que tenía que escribir una obra con ese título. Tardé como 15 años en hacerlo”, recuerda.

El dramaturgo y director nutrió su historia con las anécdotas y confesiones de las chicas de El Canario y la estrenó a finales de los años sesenta con El Nuevo Grupo. Una década más tarde pasó al cine –con Hilda Vera, Miguel Ángel Landa y Orlando Urdaneta en los papeles principales– y desde entonces no ha perdido el éxito.

Es un drama lleno de miserias y de humor, como la historia propia del país. Sus personajes –marginados, tristes– deambulan entre los vicios y la falta de futuro; por la traición y el desamor. “Me interesa la gente y sus problemas –dice Chalbaud–. Yo nací en Mérida, pero mi bisabuela y mi madre me trajeron a Caracas cuando tenía 8 años. Vivíamos en pensiones en Capuchinos, por El Guarataro. Iba a los carnavales disfrazado de dominó o del Zorro. Siempre he sido cercano al pueblo. Y cuando escribo me importa el alma de los personajes: la gente buena, la que se arrepiente, la que lucha, la que es perversa”.

Y esos espíritus de la ficción recorren una vez más el escenario. La obra está en cartelera con una versión que hizo Ibrahim Guerra –ya había ocurrido con otra pieza de Chalbaud: La quema de Judas– para la Compañía Nacional de Teatro, cuyo nuevo elenco se conformó el pasado agosto tras audiciones.

El montaje se estrenó en la Sala Ríos Reyna del Teatro Teresa Carreño y luego pasó un fin de semana en el Teatro de la Ópera de Maracay. Ahora habita el Teatro Nacional, en Caracas, donde permanecerá hasta el 2 de abril. Las funciones luego formarán parte del Festival de Teatro de Caracas que organiza la Alcaldía de Libertador a través de Fundarte.

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“Yo odio las injusticias. He luchado mucho porque la justicia se imponga en la medida de lo posible”, expresa el autor sobre la intención de la pieza: la denuncia social. Recuerda cómo en su familia, a pesar de que su mamá era adeca, su hermana Nancy una de las fundadoras de Copei y él un hombre de izquierda, siempre existió el respeto. “La casa no iba a convertirse en una guerra civil. Y así es como debe funcionar en un país civilizado”.

Miseria social

Con la dirección de Costa Palamides y Francis Rueda como La Garza, esta nueva adaptación adquirió un tono de vodevil que recuerda trabajos previos de Guerra. Ciertos personajes fueron extendidos en escena, como el caso de la Argentina, interpretada por Aura Rivas.

“Es muy grato porque tiene su propia vida. Narra lo que le pasó cuando joven. Lo bonito es que puedo jugar, actúo y canto tango en escena. Yo no soy cantante, nunca estudié música, pero no le di mucha importancia a eso porque en ese burdel de marginados no necesitabas ser cantante”, cuenta la actriz.

Otro de los personajes que toma nuevas relevancias es Tobías, el viejo “amante-chulo” de la Garza, que aparece como fantasma desde la prisión. Lo escenifica Ludwing Pineda. “Es clave, porque lo nombran durante todo el trayecto. Y él tiene cierto protagonismo en esos silencios. Al final dice un monólogo en el que no solamente muestra su dolor ante la muerte de la Garza sino sobre su experiencia en el encierro. En la cárcel no hay diferencias, todo el mundo es igual: todos están muertos. Se transita durante horas en un mismo lugar, al que cae un pequeño halo de luz. Eso lleva al personaje a reconocer que aún existe mucha injusticia, mucho descuido hacia los presos”, expresa.

A juicio del actor, en ello reside parte de la vigencia de El pez que fuma: “Las obras de Chalbaud suelen estar atadas a la realidad, sobre todo en el contexto en el que se han desarrollado. El dramaturgo toma una anécdota de un lugar que existió para hablarnos de nuestro país, nuestra idiosincrasia, de cómo nos movemos, lo que somos y seguimos siendo”.

El pez que fuma 3

Para Rivas la pieza se relaciona con una época en la que “florecía el aparataje del dinero, el derroche, por la cuestión petrolera, un mundo en el que a todos no les tocaba por igual”. Afirma que había mucha riqueza pero también mucha pobreza y agrega: “En los textos de Chalbaud está reflejada la vida social y política del país. Las carencias como las que menciona el profesor: que los alumnos no lo escuchan, que no les interesa aprender, educarse; sino el billete. Pero ahorita uno sabe que a raíz de Hugo Chávez eso se acabó. Esa marginalidad ya no existe. El presidente nos ayudó muchísimo con el analfabetismo, ahora la gente tiene conciencia y sabe leer. Hay pobreza, pero no hay marginalidad».

Una nueva compañía

Desde sus inicios la Compañía Nacional de Teatro ha tenido que luchar contra el escaso presupuesto y la inestabilidad de una sede. Creada por decreto presidencial de Jaime Lusinchi el 22 de mayo de 1984, la CNT fue un hecho cultural fundamental en la historia institucional.

“Creada y sostenida por el Estado, pero dirigida con criterios absolutamente independientes (…) goza de plena libertad en su orientación y en su programación artística”, escribió a finales de 1987 la ministra Paulina Gamus para un acto en el que Isaac Chocrón, dramaturgo y entonces director de la compañía, presentaría a la prensa sus cifras de éxito: nada más ese año llegaron a presentar 222 funciones de teatro clásico y piezas contemporáneas para 81.492 espectadores.

Aunque en ocasiones el buen camino se truncaba y las encrucijadas obligaban a repensar la situación (deterioro, reestructuraciones, asignaciones presupuestarias y diferencias gerenciales), la Compañía Nacional de Teatro marcó una impronta y formó a muchos de los hoy creadores de la escena artística.

Actualmente, y luego de años en las sombras, la compañía convocó audiciones para conformar un elenco estable. El anuncio fue hecho en agosto del año pasado en la Casa del Artista.

“Este proyecto tiene una fase experimental aquí en Caracas, pero nuestra mayor ambición es que podamos replicar, una vez más, las compañías regionales de teatro, es decir, que podamos tener elencos estables en cada uno de los estados (…) Estamos cumpliendo con la orden del presidente de la República, Nicolás Maduro, de desplegarnos por toda Venezuela y construir un país cultural sólido y eficiente, para las necesidades de nuestro pueblo”, señaló durante el acto el entonces ministro de Cultura, Freddy Ñáñez.

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El elenco está conformado por 44 actores, entre ellos nombres como Aura Rivas, Francis Rueda, Antonio Cuevas y Citally Godoy, además de jóvenes provenientes de distintas zonas del país, entre los que están Andy Pérez, Juliana Cuervos, María Alejandra Tellis, Jean Manuel Pérez, Marcela Lunar y Francisco Aguana. Aunque se tiene previsto que se realicen audiciones anualmente para la integración de distintos actores.

Se estrenaron con El pez que fuma ya que la intención es desarrollar un teatro de profundo contenido venezolano y la búsqueda de una estética propia, de acuerdo con declaraciones de Ñáñez y del presidente del Centro Nacional de Teatro, Alfredo Caldera.

Aura Rivas, que también formó parte de la Compañía Nacional de Teatro en sus épocas de gloria, expresa: “En las ocasiones anteriores, cuando la dirigía Chocrón, casi todos éramos profesionales. Pero lo que importa es la calidad humana y cada uno está aprendiendo. La mayoría son jóvenes inquietos, con ganas de aprender. En aquella época nos daban clases; aprendíamos de voz, dicción, canto, expresión corporal y era maravilloso. Lo queríamos repetir esta vez pero como todo ha sido tan convulso empezamos a ensayar la obra y no nos ha dado tiempo. Pero lo vamos a hacer porque es nuestra intención. Debemos seguir avanzando, porque la idea es un grupo de teatro que se desarrolle más en su profesión, no quedarse”.

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