Cultura

La generación Potter y la ascensión de las sagas fantásticas

Todavía con las impresas calientes por el lanzamiento de El legado Maldito, el primero de los libros de J.K. Rowling, Harry Potter y la piedra filosofal, celebra 20 años. La historia del joven mago consiguió lo que ningún otro libro infantil había imaginado hacer en mucho tiempo: leer volvía a estar de moda.

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Harry Potter
Texto: Lucía Jiménez | @luciajimper | Foto: Raul Martinez | EFE

El “niño que vivió” alcanza sus 20 años todavía entre los primeros lugares de venta. Desde su aparición el 26 de junio de 1997, el universo mágico de Harry Potter consigue mantenerse en la cima como la saga más leída en todo el mundo. La historia de J.K. Rowling rompió con todas las predicciones.
Ya lo sentenciaba Albus Dumbledore en las primeras páginas de Harry Potter y la piedra filosofal mientras entregaba al pequeño huérfano a sus tíos en Privet Drive: “Este niño será famoso. No habrá ni un niño en nuestro mundo que no conozca su nombre”. Lo que vendría después es bien conocido: siete libros, ocho películas, juegos, un parque temático, portales, fanpages, una precuela, una obra teatral… El universo Potter no parece disminuir su marcha.
A Harry Potter se le atribuye la vuelta a la lectura entre los niños y adolescentes en una generación que había perdido el placer de leer ante la crecida de los video juegos, la televisión y el cine. Y todo se devuelve a ese momento, en 1997, cuando la literatura infantil dio un vuelco y la fantasía se volvió tendencia.
Lo que más sorprendió de la mágica saga fue la rapidez y facilidad con la que parecía colocarse entre los más renombrados títulos de ficción. Harry Potter fue –y es– leído por adultos muchas veces con la misma voracidad que tienen los más jóvenes. La piedra filosofal superó en poco tiempo a los demás de su categoría y se convirtió en el cuarto libro más vendido después de Historia de dos ciudades (Charles Dickens, 1859), El principito (Antoine de Saint-Exupéry, 1943) y El señor de los anillos (J. R. R. Tolkien, 1954).
Desde su lanzamiento, cada uno de los siete libros rompió un récord tras otro. El séptimo, Las reliquias de la muerte, publicado en 2007 es el libro que se ha vendido más rápido en la historia, con más de 11 millones de copias ordenadas en sus primeras 48 horas y con la traducción a más de 67 idiomas.
¿Qué tiene de especial esta historia? Nada excepcional, diría en 2009 el semanario británico The Economist: “No es una gran literatura. Los tres primeros libros son una agradable, y de vez en cuando emocionante, lectura de playa. A partir de la cuarta entrega es que la serie empieza a desarrollarse”. Sin embargo, no pudieron negar que hasta en su momento más débil, la línea narrativa de Rowling mantiene siempre un mapa “bien trazado y lleno de invención”.
Además de una lectura que invita, la fórmula de J.K. Rowling es muy sencilla: una línea temporal que se repite a través de los siete libros y una variedad de temas centrales comunes que vuelven al joven Potter en el más universal de los héroes. Es todo un cuento de hadas, pero alcanzable. Porque, aunque no es posible tomar el Hogwarts Express en el andén 9 y 3/4 de la estación de King’s Cross, Harry, Ron y Hermione bien podrían estar sentados en el asiento de al lado.
Los tres adolescentes crecieron ante la mirada curiosa de los lectores. Mucho antes de que pudiesen verles en la gran pantalla, los fanáticos ya se habían hecho una clara imagen de cómo lucirían los personajes, cómo se aparecería el callejón Diagon, o qué tan magnífico se impondría el castillo del prestigioso Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. La descripción de cada detalle, como si se pudiesen dibujar a la perfección, es parte de la fórmula exitosa de Rowling.
La autora supo enmascarar los temas típicos una historia infantil entre los misterios que, en cada libro, rodeaban a los tres protagonistas. El lector se sumerge junto a ellos en la búsqueda de pistas que se van descubriendo con cuidado a medida que avanza el año escolar en Hogwarts. Así, los capítulos se hacen uno solo: es casi imposible abandonar la lectura.
Rowling también dejó de lado las ideologías clericales. El valor y la lealtad son un eje central en la serie pero apartada de moralejas cliché representadas en personajes perfectamente buenos. El amor es el más alto valor en sus libros. Harry se distingue de Voldermort porque ama y es amado. Esto lo libera de cualquier selección de fe; por ende, el amor es la máxima representación del bien, más no es puro, tiene sus lados oscuros.
Tampoco son perfectos los héroes. Los personajes se pasean entre las buenas y malas prácticas mientras intentan conseguirse a sí mismos y mantenerse fuera del alcance de “quien no debe ser nombrado”. Esto los hace todavía más alcanzables: se acabaron las historias de príncipes y princesas indoblegables, incorruptibles. Son personajes –más reales en un sentido más amplio de la palabra– llenos de errores comunes y cercanos.
Los adolescentes se identificaron con un protagonista que se equivoca tanto como ellos y que, más allá de su épica batalla contra Voldemort, solo intenta encajar. Sobre la universalidad de los mágicos héroes de J.K. Rowling escribió el crítico británico Andrew Blake en su libro La irresistible ascensión de Harry Potter (Editorial EDAF, 2005):
“Harry Potter es un niño inglés procedente de uno de los condados de los alrededores de Londres. Hasta aquí, bastante poco o nada global. Pero él es un huérfano, no le gustan los adultos o los niños que lo rodean, y entiende el comportamiento de estos hacia él como opresión estructurada; por lo tanto, este niño es también un universal literario y psicológico. Harry se topa con un mundo en el que todos los adultos no son opresores o pedantes aburridos. (…) Eso le permite a Joanne Rowling construir sus historias sobre el escenario del huérfano y tratar un montón de cuestiones en torno a la infancia, la madurez y los límites que hay entre ambas. (…) Estas son cuestiones universales, tan importantes en el discurso público de Japón como en las áreas residenciales del sudeste de Inglaterra”.
De acuerdo a los estudios de Blake, es posible que Harry Potter encontrara en la literatura latinoamericana un aliado muy favorable: “Aunque el mundo habitado por brujos y magos (…) no es el equivalente exacto de la mezcla de lo mágico y lo cotidiano que nos encontramos en las obras de Gabriel García Márquez, Juan Rulfo, Julio Cortázar o Mario Vargas Llosa, las historias de Harry se inscriben dentro de una tradición literaria en pleno desarrollo que prefigura y participa del realismo mágico”.
Sea este un factor fundamental o no, La piedra filosofal y los seis libros que continúan la saga consiguieron el número uno en las listas de ventas de nueve países latinoamericanos después de su entrada al mercado español en marzo de 1999. Todo esto fue apenas el inicio. Casi 20 años más tarde, las ventas del guión editado de Harry Potter y el legado maldito volvió a poner a la serie en la lista de récords con un primer tiraje de 4.5 millones de copias.
Harry Potter fue el origen de un movimiento literario: no sólo devolvió los libros a toda una generación sino que también reabrió el espacio a otras historias que, como esta, se entregarían al público en forma de saga. Desde las fantasiosas aventuras de los hermanos Pevensie hasta las batallas de los Cullen contra los Volturi, pasando por el viaje al norte con una Brújula Dorada, indudablemente la generación Potter ha marcado la pauta a una tendencia literaria en ascenso.
Quizá sea cierto que estos libros no puedan ubicarse dentro de los clásicos de gran contenido literario, pero es cada vez más difícil negar que Harry Potter cambió las reglas del mundo editorial y replanteó los moldes de la literatura de ficción y su lectura en todo el mundo. Algo que merece un permanente reconocimiento.]]>

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