Trazas de polvo lunar y pequeñas rocas están encastradas en esta bolsa, el único artefacto de la misión Apolo 11 en manos privadas, y que fue subastada en el 48º aniversario del primer alunizaje en 1969.
El rematador Joe Dunning presentó el lote como «un artefacto excepcionalmente raro del mayor logro de la humanidad».
Se vendió a un comprador anónimo por teléfono, tras una puja de apenas cinco minutos.
Su dueño anterior era una abogada de Illinois que la compró en 2015 por 995 dólares.
Pero incluso con el premium de comprador sumado al precio de martillo de 1,5 millones de dólares, la bolsa no alcanzó su precio de venta estimado, que era de dos a cuatro millones de dólares.
Luego del regreso del Apollo 11 a la Tierra, casi todo el equipamiento de la misión fue enviado al Smithsonian, el mayor museo del mundo, en Washington DC. Pero un error de inventario dejó fuera a la bolsa, que languideció en una caja en el Centro Espacial Johnson.
El personal iba a tirarla, pero luego fue ofrecida a un coleccionista que tenía un museo espacial en Kansas y que la guardó sin saber de dónde provenía.
Cuando el coleccionista fue luego condenado por robo, fraude y lavado de dinero, el FBI incautó la caja de su garage para subastarla en busca de compensación financiera, junto a otros activos.
Pero la bolsa fue ofrecida cuatro veces en venta, antes de ser comprada por la abogada de Illinois.
Al percibir manchas oscuras dentro, la envió a la NASA para que fuera analizada, y la agencia espacial estadounidense confirmó en 2016 que era en efecto polvo lunar obtenido tras el alunizaje del Apollo 11, y que la bolsa pertenecía a la misión.
Comenzó entonces una batalla legal por la propiedad de la bolsa que terminó cuando un juez federal ordenó a la NASA retornar la bolsa a la abogada, que concluyó este jueves un millonario negocio.
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