El martes 27 de noviembre fue un buen momento para iniciar este ejercicio. En el Edificio Cincuentenario la escritora venezolana radicada en España, Lena Yau, presentó junto a Valentina Álvarez el libro «El camino más espinoso». Mientras que en el Auditorio Nohemí Irausquín de Vargas se reunían algunos poetas venezolanos con el poeta español Rafael José Díaz.
En ambos encuentros hubo una constante: la palabra poética no se muda de Venezuela. No migra.
“Utopía Portátil es una editorial que tiene como norte el emprendimiento social. Vamos a las comunidades para buscar que los niños participen del hecho literario. Hacemos ediciones especiales de libros y cada uno de ellos es una dinámica experimental. En este caso, con ‘El camino más espinoso’, hicimos un poema visual con sobras de papel. El reto era lograr una relación de diálogo entre dos autoras”, explicó Merlin Serrano de la empresa editorial.
Valentina Álvarez, la diseñadora del diminuto libro, comentó que todo nació de una conversación con la ilustradora Cristina Müller. Un buen día se dieron cuenta de que les sobraba algo de papel tras hacer un libro. Notaron que al colocar la foto de un jabillo de forma horizontal se formaba el «dibujito» de un camino espinoso. Ahí se preguntaron qué pasaría si a ese «pedacito» de papel le colocaban texto. Por pura coincidencia descubrieron que Lena Yau trabajaba el tema del árbol de Jabillo y le propusieron el espacio.
“Yo me estoy enterando de todo esto ahora. Casi todo lo que yo escribo parte de una imagen. Siempre me nutro de la fotografía, de las artes gráficas. Así que cuando me dijeron la palabra mágica ‘jabillo’ pensé que si el libro sería como un acordeón y los árboles están vivos y se mueven, el poema también lo haría. Hoy por primera vez hablo con Valentina personalmente y estoy emocionada de ver por fin el árbol-libro», comentó Yau.
Asimismo, agregó que «cuando era niña esperaba mi transporte al lado de un jabillo. Todavía recuerdo el aroma de tabaco moviéndose, por eso me dije que tenía que hacerle un poema al jabillo y celebro que haya gente como la de esta editorial que me traiga al país, donde casi no hay tinta ni se imprime. Personas maravillosa que aún y en este camino espinoso siguen haciendo cosas”.
Esto lo dijo al subrayar que escribir es su oficio, que no tiene otra cosa que hacer y que como narradora y poeta desea seguir involucrada con este tipo de iniciativas en Venezuela.
Los proyectos de Utopía Portátil son autosustentables. Serrano enfatizó que el compromiso de la editorial es seguir haciendo libros en el país y visitando las comunidades vulnerables para enamorar a los niños del hábito de la lectura y la escritura, a través de talleres vinculados con la producción de libros: “Es una labor pedagógica que trabaja la imagen y la narrativa. Nos interesa ir a las zonas rurales porque además allí los niños tienen mucho que contar”.
¿Y qué hacemos con la poesía y las redes sociales?
Pareciera que esa era la pregunta que se habían formulado los poetas Ricardo Ramírez Requena, Carlos Egaña, Alfredo Chacón, Jacqueline Goldberg, Carlos Katán y Graciela Yañez Vicentini en el Auditorio Nohemí Irausquín de Vargas, de la UCAB. Pero el asunto iba más allá.
Los apuntes de esta conferencia se iniciaron cuando Goldberg contaba que había estado en España hace poco y que allí notó cómo en los mesones de las grandes librerías comerciales predominaba la oferta de unos “raperos” que parecían escribir más bien llevados por intereses alejados de lo poético.
El poeta español Rafael José Díaz explicó el fenómeno: “Se trata de algo que no tiene más de cinco años. Es una poesía muy involucrada con las redes sociales. Increíblemente elemental. Está escrita para adolescentes y viene compaginada con canciones sentimentaloides. Simplemente las editoriales se han dado cuenta de que allí hay un filón comercial y que cuentan con siete u ocho personas que venden miles y miles de ejemplares. El riesgo es que los lectores crean que esa es la poesía española actual”.
Carlos Egaña fue una voz diferenciadora y quiso aclarar su visión. Dijo que se declaraba culpable por citar a gente como Cerati en sus poemas. Se preguntó por los intereses de la poesía y confesó que le parece genial que este género literario dialogue con otras expresiones culturales. En lo que sí estuvo de acuerdo es en advertir que la creación no debe estar dirigida por el mercado editorial.
Su colega Carlos Katán advirtió que la discusión debe salirse de la dicotomía bueno-malo: “No estamos hablando de la intersección entre los géneros: canciones, narrativa, crónica, poesía. Lo que falta es la reflexión sobre si eso que produzco está mediado por un mercado editorial que solo le interesa vender o no”.
Graciela Yañez Vicentini explicó su postura de una manera todavía más sencilla: “No tiene por qué ser malo que nos lea todo el mundo. La vinculación con las redes no tiene por qué ser negativa. Se puede jugar con las nuevas tecnologías y ser buen poeta. Lo que sucede es que las redes difunden tu mensaje pero requieren de retroalimentación. Entonces el creador puede llegar a convertirse en una estrella que al final es aprovechada por el mercado, que le pedirá que venda miles de ejemplares con sus miles de seguidores”.
Chacón añadió que la conquista de los lectores no tiene por qué implicar una trampa de envenenamiento para la creación y aclaró que la poesía no trata de elitismo sino de exigencia. Es un género que obliga el mayor nivel en el tratamiento del lenguaje: “Llegará el momento en que cada vez habrá más gente que hable desde el nivel más elevado de la lengua española y ahí se reducirán las brechas”.
Una ñapa de explicación juvenil
Carlos Egaña tiene 23 años y estudia Letras en la Ucab. En el 2017 publicó su primer poemario “Los Palos Grandes”, de la editorial Dcir. Este martes se cruzó con esta periodista y quiso la fortuna que se detuviera unos minutos para explicar un poco más sobre lo discutido en el foro: “Creo que es absurdo que hablemos de pureza poética porque esta nunca ha existido. El asunto es que ahora con las redes sociales han proliferado contenidos que no poseen una conciencia poética. Esto significa que se apela al tema comercial sin un mínimo de criterio estético. Por ejemplo, a mi juicio, Rupi Kaur, escribe versos –no me atrevo a decir que son poemas- sobre el empoderamiento femenino. Es un tema importante pero al final del día hay una vaciedad. Creo que solo ha sabido mercadearse bien”.
El joven revela que él llegó a la poesía porque leía de manera enfermiza y desde muy niño para lograr conciliar el sueño. Luego se convirtió en un espacio de refugio: “Ahora estoy mucho mejor respecto al mundo en el que vivo pero hace algunos años no me parecía tan interesante. Vengo de una familia clase media conservadora y siempre dudé de las verdades que allí se daban por sentadas. Pasé por la carrera de Derecho y ahora estudio Letras. Tengo uno de los mejores promedios de la escuela. Si quieres acercarte a la poesía o comprenderla es bueno que sepas que la experiencia y las vivencias son tan importantes como las referencias literarias. Puedes leer mucho pero si no has vivido, se nota el artificio”.
Se puede dudar de que un joven de 23 años haya sufrido experiencias traumáticas a tan corta edad. Pero Egaña, aún y con el temor de caer en un cliché, lo explica. Dice que no es fácil quedarse “solo y cada vez más solo” en una ciudad como Caracas, que es como vivir con una novia que le golpea: “Mi mejor amigo se fue a Chile para mejorar sus condiciones de vida y no lo consiguió. Terminó lanzándose al mar Caribe cuando iba en un crucero donde trabajaba. Otro se fue del país porque lo perseguía el Sebin. Eso sucede en esta ciudad y mis poemas lo registran”.]]>