Cultura

Juan Luis Landaeta: “La frontera entre la escritura y la plástica ya no existe”

Escritor, pintor y hasta compositor: todas las manifestaciones son válidas cuando el arte forma parte de la esencia. El venezolano Juan Luis Landaeta, radicado en Nueva York, suma éxitos, publicaciones y exposiciones en cada una de estas ramas que para él forman un conjunto: de su personalidad y de su necesidad expresiva

Landaeta
Fotos: Mariana Vincenti
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A Juan Luis Landaeta el éxito lo acompaña.

Quizá porque nació con esa “arepa bajo el brazo” que las abuelas tanto mencionan para augurarle buena fortuna a un nuevo miembro de la familia. O tal vez porque cada uno de los peldaños que ha escalado, los ha pisado firme, con empeño y convicción. Lo cierto es que, desde Nueva York, el artista venezolano recoge con entusiasmo cada una de las cosechas de los proyectos sembrados.

Landaeta no se aferra a misticismos ni a trivialidades que expliquen el porqué de cada uno de sus logros. Para él una sola cosa es segura: la pasión y la disciplina le han dado al artista una vida extraordinaria.

Todo se remonta a su niñez, cuando en su casa en Maracay las paredes retumbaban al son de la percusión, el viento y las cuerdas. La salsa, género musical predilecto de su mamá, en compañía de otras melodías tropicales y anglosajonas, le develaban al pequeño que a través de la música el mundo podía contar buenas historias.

“Antes de saber lo que se puede hacer con la escritura o la pintura, la canción fue el primer vehículo artístico”, recuerda.

Para el “chino” -como lo llaman en su hogar-, era importante buscar el sentido de las letras, entender la estructura de las estrofas, descifrar cada una de las imágenes expuestas. Quizá algunos lo veían como mera curiosidad, pero por sus venas corría el arte.

Con el pasar de los años, Juan descubrió su amor por el dibujo y las letras. Y, aunque en ese entonces no lo entendía, hoy expresa sin titubeos que ambas son “manifestaciones de un mismo núcleo”.

“Esa frontera entre la escritura y dibujo o escritura y plástica, específicamente, ya no existe. Así lo veo, así lo siento, así me gusta transmitirlo, así me gusta verbalizarlo y comunicarlo”. Pero para llegar a esa conclusión pasaron muchos años.

“Empecé a escribir a una edad en la que la mayoría de las personas sienten alguna inquietud por el lenguaje, por sus formas, sus estructuras y por el uso del lenguaje”, explica. A ello se sumaron herramientas digitales que fomentarían el uso de la escritura, como el Messenger y los mensajes de texto.

Aquellos ensayos potenciaron su interés natural y el feedback recibido determinó que lo que escribía era bueno, por lo que en un primer paso hacia el éxito escribió dos poemarios que inscribió en un concurso de poesía organizado por La Casa de las Letras Andrés Bello en el año 2006.

De aquellos días celebra “la primera comunión de uno con el idioma, con el lenguaje, con la interacción de las palabras, con los sinónimos, con la sintaxis”.

La juventud de Juan prosiguió con la pasión desbordada por la escritura y el trazo. De ambos nunca tuvo una noción formal, académica. Podría decirse que era un autodidacta. El talento estaba ahí, nato.

Landaeta también comenzó a viajar más a Caracas, ciudad donde exploró nuevos intereses como los modelos de las Naciones Unidas. Y al cabo de un tiempo se mudó definitivamente a la capital para comenzar sus estudios universitarios.

Profesión y vocación

A Juan Luis Landaeta siempre le gustó la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB). Sentía que la conocía a través de las vivencias estudiantiles de su hermana. Su interés en la cultura, el mundo humanístico, la historia y la política lo llevaron a optar por una carrera alejada de la vocación artística: Derecho.

La acción fue por mucho una decisión que disfrutó y que para nada se debía a una conducta rebelde o a una renuncia. A Landaeta le gustaba que sus múltiples intereses le “permitieran estudiar una carrera universitaria que no estuviese ceñida al caballo, por decirlo de alguna forma, de la creación artística que ya está muy afincada en mí”.

Además, resalta que inició estudios justo en el año 2007, cuando el movimiento estudiantil despertaba ante el referéndum constitucional al que el fallecido Hugo Chávez había convocado. “Fui muy privilegiado al estudiar Derecho en un momento en el que el sistema jurídico, democrático y constitucional de Venezuela estaba empezando a ser objeto de una amenaza latente”.

Landaeta

Pero no dejó a un lado la creación. Durante los cinco años de carrera formó parte del taller de poesía de la Escuela de Letras, que dictaba el profesor Miguel Marco Trial. También participó en un concurso de poesía organizado por su escuela y ganó el primer lugar con su poemario Comercio carnal.

“Fue como una formación paralela. Para mí nunca hubo ruido”.

Entre los años 2009-2010, participó en el Premio Nacional Universitario de Literatura, en el que su libro inédito Destino del viento mereció una mención especial.

“Ya era otra dimensión, un premio más grande, más importante. Yo estaba en el taller de poesía, ya estaba dentro de esa comunidad, estaba analizándolos, viéndolos con una visión mucho más crítica, más profunda”. También obtuvo una mención especial en el Premio Nacional de Poesía Eugenio Montejo.

Durante la carrera, Juan Luis no solo centró su concentración en formarse como abogado ni concursando en premios de poesía. Desde su trinchera dejaba a su mente y a su mano fluir, mientras llenaba páginas blancas de líneas con prosas. Una vez más, estructuraba un libro que en 2016 sería bautizado bajo el título de La conocida herencia de las formas.

Descubrirse en Nueva York

En 2013 tuvo una oportunidad de oro: ir a continuar su formación en Nueva York.
Allá, en un máster de Escritura Creativa, conoció a la profesora Lila Zemborain, pieza clave en la identificación de la pintura y la escritura como entes de un mismo núcleo.

“Lila era mi profesora de una clase que se llama écfrasis poética. La écfrasis es un estudio estético que investiga los vínculos entre manifestaciones artísticas, específicamente entre la plástica y la literatura. En esa materia teníamos que escribir mucho sobre obras de arte, partiendo de la premisa de no describir a la obra sino hacer una obra a partir de otra obra”.

Ahí no solo evidenció y forjó nuevas líneas que más tarde darían vida a un nuevo libro, también retomó su pasión por el dibujo.

“Lila me incentivó, me puso contextos, me dio autores, me dio ejemplos. Vio que yo tenía, no solamente un interés, sino que ya tenía una cantidad importante de borradores porque me gustaba mucho dibujar. Siempre sentí con mucha libertad el hecho de la representación pictórica porque yo sentía que lo serio, por decirlo alguna forma, era la escritura y que los dibujos estaban a un lado. Ni siquiera entraban dentro un criterio formal, cosa que me permití entender y que fue maravillosa porque es la base, la raíz de todo esto”.

Juan descubrió que a la caligrafía, específicamente la asiática (una por la cual él tenía muchísimo interés), podía dejarla fluir hasta convertir las formas de las letras en trazos, en una obra de arte plástico. “Es imposible no sentir en un momento determinado que utilizando la pluma se está utilizando un pincel, el concepto de exactamente el mismo”.

En ese momento Landaeta tenía sobre la mesa dos planteamientos para comenzar sus lienzos: el arte abstracto y la concepción de aves.

“Ahí había como dos fuerzas encontrándose y Lila me dijo que o eran buenos textos o eran buenos dibujos, pero los dos eran un poco redundantes. Entonces, entre eso y la materia, y las ganas, y los borradores que traía, ya se fue configurando en mí la posibilidad de hacer una exploración de una obra plástica que ya venía adelantándose”.

Reverón, las letras y sus formas

Litoral central (2015), recuerda, lo había comenzado a escribir en Caracas, pero lo culminó en Nueva York durante el máster. Las clases con Lila y sus consejos fueron fundamentales en la hechura del mismo.

El texto se vincula directamente con la obra del maestro de la luz, Armando Reverón, sin hablar específicamente del pintor venezolano.

Cada verso aborda la luz, la claridad y el concepto del minimalismo. Las aves y los rayos del sol son un punto focal.

“Litoral central habla mucho de pájaros, de otro elemento que vuela, otro elemento constelado que son los rayos del sol, donde viene la luz”.

Un vuelo y su ignición

quien mira percibe el tránsito
que desaparece

hunde su transparencia
ese horizonte nítido en tus ojos
es un litoral
en la costa renueva su contraste
fija en las retinas
su explosión
en silencio retoma el dibujo
patio solar rendido
apostada desnudez de la ofrenda
en un profuso claro
enceguece.

La crítica abrazó positivamente el poemario que además contó con el prólogo de Luis Enrique Pérez Oramas, escritor y poeta, cuyos trabajos han abarcado extensamente la obra de Armando Reverón y que, para entonces, ejercía funciones como curador de arte latinoamericano del Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA).

En 2016 se publicó La conocida herencia de las formas, libro escrito durante su carrera en la UCAB.

Vencer

Quedarse en sus ojos

Partir de la sangre
Someter al cuerpo que fui
en su mirada

Una vez más
confundirme entre sus páginas

Detener el pasillo abierto
que dejan sus manos

Soltar el cuerpo

Y habitar el resumen
que elige
cuando mira.

El libro reúne una serie de poemas que retratan el pasado vivido, un sinfín de experiencias. Palabras con sentido, significado, que emocionan y transportan a momentos importantes.

Adalber Salas Hernández describió el libro de Landaeta como “una exactitud que no oculta la emoción, sino que busca realzar sus bordes. Así, se asegura de que cada uno de los poemas retenga algo de fuerza gravitacional, como si se tratara de cuerpos independientes, que ya no pertenecieran a él ni a nadie. Y qué más, a la postre, se puede pedir de un libro de poesía”.

Para el autor, cada crítica es realmente significativa. Cualquier crítica es bien recibida porque revela que el libro tiene lectores y lecturas: “La crítica, el reconocimiento o no, el detrimento o no, el halago o no, de los textos también es fantástico porque es una perspectiva sobre una hechura”.

De la realización de cada una de sus obras, Juan Luis Landaeta guarda un buen recuerdo. ¿Y para qué explicar lo que sintió al hacerlas? Prefiere compartir fragmentos de aquellos poemas para que, quienes lean este trabajo, puedan conectar con él y su sentir.

Añade que cuando las obras son publicadas, generalmente ya ha pasado mucho tiempo desde su hechura. Así que la persona no es la misma: “Te interesan otras cosas, tus prioridades son otras y quizá tus expectativas también”.

En movimiento

Juan Luis Landaeta ha concentrado su portafolio artístico no solo en libros, sino también en importantes exposiciones que han sido epicentro de la movida cultural neoyorkina desde 2017, presentando su amplia gama de trabajos en grandes espacios como el Relabs Studios Williamsburg de Brooklyn donde expuso Jardín Desierto (2017), hasta el Banco Interamericano de Desarrollo y el Mehari Serquan, en Washington D.C., donde presentó Identidad de la Línea y Unwritten, respectivamente, ambas en 2019.

Ósea, Medular, Superstición, Misiva, Elogio y Milán, también se unen a las muestras de Landaeta, donde los fuertes y anchos trazos, las formas y la caligrafía juegan un rol importante en el lienzo.

“Yo ni siquiera hago el ejercicio de pensar mi vida sin la presencia del arte, porque estaría hablando de otra vida y de otra persona. El arte me ha dado una forma de estar en el mundo, de descubrirlo, de confundirme en él, de asimilarlo y, sobre todo, de gozarlo más. El arte me acerca a la revelación de nuestras complejidades y simplezas humanas. Hacemos arte desde que existimos, hay algo que queremos decir, trazar, gritar, dejar para otro en el relieve de una pared o una cueva y eso ocurre porque nos parecemos”, expresó en una entrevista para Clímax en 2019.

En esa misma conversación también agregó que, tras su exposición en Washington, presentaría un “show que fusiona temas de imaginación y creatividad con la literatura y la pintura, incluyendo pintar en vivo”. Hoy, agrega que sigue trabajando en esas charlas, “conversatorios vinculados con la imaginación y la creatividad”. En 2019 dictó una conferencia de arte y disidencia política en la Universidad de Nueva York.

En 2018 fue invitado al Latino Summit, gala organizada por el Emerson College de Boston, institución universitaria que se centra en la enseñanza de la comunicación y las artes. El comité organizador informó que su presencia en el acto se debía a sus logros “en el mundo de la escritura, editorial, la pintura y las artes en general”.

Hoy también se destaca como compositor, y ha hecho colaboraciones recientemente con Linda Briceño, ganadora de un Latin Grammy en 2018 como “productora del año”. También ayudó en la elaboración de la canción “Finished”, cuya letra hace referencia al apagón nacional que sufrió Venezuela en marzo de 2019.

De la música, Juan Luis Landaeta no se despega. Imposible olvidar que gracias a ella el arte lo envuelve.

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