Entrevista

Alberto Arvelo, un cineasta seducido por los desafíos creativos / Entrevista

El director venezolano no solo se aventuró a registrar, en tiempo real, la última aventura artística y obra “imposible” del maestro Carlos Cruz-Diez, a través de su fascinante documental Free Color. Además, junto a Gustavo Dudamel, recientemente lideró en Los Ángeles el montaje de la ópera Fidelio, de Beethoven, que por primera vez en la historia pudo ser escenificada y presenciada por una audiencia con discapacidad auditiva.

Alberto Arvelo: retos e innovaciones
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Acaso enlazados a través de los siglos, o quizá con la misión de mostrar obras de arte que sus propios creadores no pudieron llegar a ver, el productor, escritor y director de cine venezolano Alberto Arvelo, se ha empeñado en registrar y materializar esas creaciones y conectar a las audiencias del mundo con esos sueños “inacabados” de grandes artistas.

De esos desafíos da cuenta Alberto Arvelo (Caracas, 1966) en esta entrevista. Uno de ellos ha sido el documental Free Color, que testimonia la última aventura creativa del maestro Carlos Cruz-Diez y su obra imposible –una nube de colores, liberada de toda forma y soporte, suspendida sobre el río Sena, de París–. Y el más reciente, en la Ciudad de Los Ángeles (EE UU), ha sido la puesta en escena de la ópera Fidelio, de Beethoven, ejecutada por actores y un coro integrado por sordos.

FRee Color, recientemente exhibido en Venezuela, continúa su periplo en cines de Estados Unidos y otros países, y que seguramente irá a la plataforma Streaming, no es un documental común: fue grabado durante los últimos días de vida del maestro del arte cinético y óptico, cuando ya transitaba los 94 años y estaba obsesionado, junto a un equipo de científicos, por ejecutar una obra de arte efímero, un reto que tecnológicamente resultó imposible en su momento.

Lo que no se intenta, envenena el espíritu

“Desde el inicio, Free Color estuvo marcado por la incertidumbre”, confiesa Alberto Arvelo. “No sabíamos qué iba a ocurrir, si la obra se podía hacer o no. El propósito que se había planteado el equipo –Leonardo Henríquez, guionista; Gaby Camejo, productora; Joe Torres, coproductor; John Márquez, fotografía, y los científicos del Instituto CalTech– era acompañar al maestro Cruz-Diez en la ejecución de un experimento llamado “cromosaturación”, un espacio de nubes de color, de naturaleza efímera, liberado de todo soporte y forma”.

-¿Qué ocurrió cuando constatan, junto a los científicos, que esa obra de arte de Carlos Cruz- Diez no se puede materializar?

– Vivimos emociones casi paralelas: una, la ilusión del maestro de hacer una obra de arte que era una batalla con la tecnología; por otro lado, estábamos viviendo las frustraciones de los científicos que nos estaban acompañando en el proceso. Ellos nos mostraron experimentos de la obra en pequeña escala, pero cuando se intentó hacerla en gran escala, la opción era usar cierto tipo de gases que podrían envenenar a París, lo cual no era la idea.

Alberto Arvelo y Free Color

– ¿Cómo cambió entonces el guion y la propuesta del documental?

– Cambió mucho, porque teníamos la esperanza de finalizar Free Color con la imagen grandiosa de esa nube de colores suspendida sobre París, y no fue posible. Entonces conversamos con el maestro. Para él fue fuerte, porque obviamente quería ver materializado su último reto creativo. Tomamos la decisión de hacerlo posible con efectos visuales y le dijimos: “Maestro, vamos a terminar el documental con la imagen de cómo su obra deberá ser en el futuro”. Eso lo emocionó muchísimo y él mismo dirigió al equipo de postproducción para que fuera exactamente como él la quería.

-¿Qué significó para ti y para el equipo el hecho de que Cruz-Diez aceptara ese final para el documental?

-Fue una gran enseñanza. Nos mostró un momento luminoso y feliz del maestro, diciendo: “Bueno, no lo logramos, pero algún día se podrá hacer esta obra”. Y lo más importante, la frase llena de sabiduría que incluimos en Free Color, cuando él dice: “Lo que importa es el intento, porque algo que no se intenta, envenena el espíritu”. Para mí eso tiene una riqueza narrativa enorme porque es enfrentarse a la derrota, a no poder concluir un sueño, pero con la certeza de haber hecho el esfuerzo. Eso es muy hermoso y aleccionador.

De la frustración a la salida

Alberto Arvelo –poseedor de una sustanciosa filmografía integrada por largometrajes como La Canción de la Montaña y Candelas en la niebla (1986); Una vida y dos mandados (1997); Una casa con vista al mar (2001); Tocar y Luchar (2005); Habana, Havana (2006); Cyrano Fernández (2007) y Libertador (2013)–, contó con un equipo comprometido 100 % con Free Color, entre ellos con Gabriel Cruz Mendoza, nieto del maestro e hijo de Jorge Cruz, quien tuvo originalmente la idea de hacer este documental.

-¿Qué fue lo más difícil técnicamente y en cuanto a las grabaciones con Cruz-Diez?

-Fíjate que la edad del maestro no fue una limitación. Te cuento que un día íbamos caminando por una calle de París, él iba adelante y nosotros grabándolo. Y tuve que decirle: “Maestro, tiene que ir más despacio, más lento, porque el tipo que está grabando viene detrás con una cámara pesada, y no puede ir a su paso”. Qué maravilla, ese señor de 94 años iba caminando más rápido que todos nosotros.

“Ahora bien, técnicamente lo que más nos costó fue que la obra de Cruz-Diez es muy compleja, abstracta y eso es muy difícil de llevar al cine. Si colocas una cámara frente a una Fisiocromía de Cruz-Diez, la experiencia es difícil de transmitir desde la posición bidimensional que es la pantalla del cine; tienes que crear pequeños movimientos para que la obra cobre vida y aparezca lo cinético. Parte del reto era honrar fielmente las maravillosas experiencias que sus obras provocan; ese juego que hacemos los espectadores con ellas; la interacción instantánea y ese coqueteo que se genera entre la obra y el espectador, y que a cada movimiento nuestro se produce una nueva visión, color y experiencia visual. Por eso el maestro decía: “mi obra es realista porque crea distintas realidades”, explica Arvelo.

– ¿Cómo resolvieron ese otro reto?

-Lo que hicimos fue una puesta en escena con muchísimo movimiento, es decir, la cámara nunca esta quieta para poder generar esa misma conexión que tiene el ojo humano. Queríamos que la obra tuviera el mismo impacto que realmente se vive con sus creaciones.

-Imagino entonces lo complejo que resultó grabar los “cuartos” de colores de Cruz-Diez…

– Sí. El reto técnico surgió siempre de muchos lados. Te cuento que filmando las Cámaras de Cromosaturación, que son fascinantes, apareció otro obstáculo, pues allí una cámara de cine no funciona. Por el tipo de luz de allí, la cámara colapsa y genera unos campos visuales rarísimos. Era un desastre, todo desvirtuado. Intentamos con una cámara, con otra, cambiamos los fotogramas por segundo a ver qué pasaba, cambiamos la velocidad de la cámara, pero nunca terminó de funcionar. Hasta que un día tomamos un teléfono celular digital 4K, y eso sí funcionó, fue la única forma de registrar esos planos. Nos enfrentamos a algo que es cinético y los colores son para el ojo, no para la cámara.

Inspiración para el arte del futuro

En 70 minutos Free Color también muestra algunas de la locaciones, espacios y paisajes que sirvieron de asiento a la ejecución de la obra de Cruz-Diez, los cuales fueron incluidos a sugerencia del artista: París –donde comenzó a trabajar y se estableció desde 1960 y donde murió en julio de 2019–; por supuesto Caracas, donde nació en 1923; Ciudad de Panamá -donde está el Taller y la Galería Arti-Cruz-, y también Los Ángeles, Palm Springs y San Diego.

-Free Color muestra, además, cómo esa obra imposible de Cruz-Diez deja abierto el camino para artistas del futuro. En este sentido, ¿cómo calificarías este documental: de vida, de formación, ¿es testimonial o es inspirador?

-Si me pones a elegir entre esos calificativos, que es un ejercicio muy interesante, te diría que es la última palabra que has dicho: inspirador. No quería yo, ni ninguno en el equipo, ni el maestro, hacer un documental sobre su vida, que ya los hay. Por eso decidimos hacer un documental que narrara su viaje hacia esa última gran aventura creativa, la travesía de un artista de esa dimensión ante su obra imposible. Acompañarlo a él en ese recorrido, poder mostrar la humanidad detrás de este artista, la importancia que tiene Cruz-Diez en la historia del arte contemporáneo mundial, es enormemente inspirador. Y lo he sentido en las audiencias jóvenes, incluso en jóvenes de muchos países remotos, que no son venezolanos pero que se conectan con este hombre que desde su juventud ya tenía su sueño y lo empoderó con perseverancia, disciplina, humor, familia.

-Es que Cruz-Diez, así como su obra, era un ser humano exuberante y a la vez tan sencillo, juguetón y alegre como sus colores, y completamente cautivador como las estructuras y formas que creaba.

-Sí. Es un personaje fascinante. Pero lo más importante fue y es la sabiduría de ese ser humano, un hombre totalmente sin pretensiones; hasta la profundidad de sus frases las decía desde el humor, dichas desde la sencillez. Sería tan fácil ser Cruz-Diez y comportarse de manera arrogante. Pero no, este hombre nunca perdió la humildad, la frescura y su esencia abierta del ser venezolano, pese a la grandeza de sus obras que están en los museos más importantes del planeta. Ni el éxito, el triunfo y la fama tocaron el alma de Cruz-Diez. Sé que esto es uno de los aportes del documental.

Desafíos sin límites

Esto de los desafíos creativos está sellado en el árbol genealógico de Alberto Arvelo. Su abuelo, es el poeta Alberto Arvelo Torrealba; su padre, el profesor, cineasta y también poeta, fundador de la Escuela Nacional de Cine de la Universidad de Los Andes, Alberto Arvelo Ramos, quien fue fundador y director de un emprendimiento cultural visionario y que lamentablemente desapareció, pero quedó para que los venezolanos del futuro lo reactiven: la Zona Libre Cultural y Tecnológica de Mérida.

Hace un mes, Arvelo y Gustavo Dudamel lideraron la escenificación de una producción operística extraordinaria, que ha sido calificada como “el antes y el después de Fidelio”, la ópera que Beethoven nunca pudo escuchar pues la compuso en medio de su sordera ya crónica.

Estreno de la ópera Fidelio, en Los Ángeles. Foto: Los Ángeles Times.

La reseña crítica del diario Los Ángeles Times señala: “Ahora tenemos algo totalmente nuevo y radical en los anales de la ópera. En una extraordinaria producción en el Walt Disney Concert Hall, Gustavo Dudamel y la Filarmónica de Los Ángeles, con el Deaf West Theatre, cantantes y El Coro de Manos Blancas, de El Sistema Venezuela, liberaron no solo a Fidelio, sino que también transformaron el acto de escuchar. La liberación en el escenario lírico nunca se había visto así”.

-¿Cómo fue el desafío de hacer Fidelio de la cual tú fuiste el director general acompañado por tu esposa, Gabriela Camejo, en la dirección artística?

-Fue una experiencia muy reveladora, porque es la primera vez que se hace una ópera con sordos. Teníamos un grupo de cantantes de ópera, por un lado, frente a otro grupo de actores sordos y los pusimos a representar los mismos personajes, así que mezclamos ambos grupos y creamos una suerte de danza entre actores y cantantes. Esto fue especialmente significativo para todos los que hicimos posible esta ópera. Y lo hermoso que sentí es que Fidelio tenía esa deuda con la audiencia sorda.

-De quién fue la idea de hacer esta ópera con actores y un coro integrado por jóvenes con discapacidad auditiva y para una audiencia que se comunica y capta a través del lenguaje de señas?

-Fue una idea de Gustavo Dudamel hacer esta obra con sordos. Por primera vez en la historia la comunidad sorda pudo ver, presenciar y sentir una ópera. Hicimos el esfuerzo de que toda la información musical que uno recibe de esa obra, absolutamente hermosa y mágica, la transformamos en mensajes visuales que iban a la par de la música, con la misma intensidad; de manera que el público sordo que estaba allí, que vino a ver y a compartir a Fidelio pudo sentir, desde el primer compás, las emociones que los demás sentimos. Fue muy conmovedor. Además, tuvimos nada menos que a nuestro Coro de Manos Blancas, de Barquisimeto, del Programa de Educación Especial de El Sistema, traduciendo todo de manera brillante al lenguaje de señas.

alberto Arvelo, en los ensayos de la ´pera Fidelio
Durante los ensayos de la ópera Fidelio, Alberto Arvelo dirige en Los Ángeles (Foto Gabriela Camejo)

– Y entre Free Color y Fidelio ¿en qué más anda Alberto Arvelo?

-Estoy ahora haciendo varias actividades. A Free color lo estamos acompañando a varios países y se va a poder ver en salas comerciales en Estados Unidos. Estoy escribiendo mucho y preparando historias muy bellas. Aunque la ópera Fidelio, estrenada hace apenas un mes, fue muy demandante, mucho más que una película, y estamos pensando presentarla en otras ciudades. También estoy escribiendo un par de películas de ficción que quiero hacer pronto.

Por Venezuela y con venezolanos

Una contribución especial de Free Color, que le da ese carácter de “comandita” y aporta una emoción de tributo entre venezolanos para un venezolano que nos representa en lo más luminoso de nuestra identidad, es la participación del actor Edgar Ramírez y de músicos como Gustavo Dudamel, Álvaro Paiva-Bimbo, Nascuy Linares y Sebastián Arvelo. Asimismo, como ya señalamos, en la ópera Fidelio la actuación del Coro de Manos Blancas de El Sistema Nacional de Orquesta y Coros de Venezuela, amén de roles destacados en el staff de producción.

-Cuando salen del cine he escuchado a niños y jóvenes comentando con orgullo: “Y es venezolano”, “es de nuestro país”. Ustedes no se plantearon hacer este documental dentro de 10 años, sino precisamente en estos últimos años cuando los venezolanos hemos vivido un fuerte impacto migratorio. Háblame de esa venezolanidad muy presente en tu filmografía.

-Es así exactamente. Lo que yo quería lograr con este documental es hablarles a los venezolanos y hacerles sentir que estamos representados por un artista absolutamente universal. Por eso comienzo con esa imagen de los 100 más grandes artistas vivos del mundo del siglo XX, y buena parte de este XXI, y allí está Carlos Cruz–Diez. Y Partiendo de este artista contemporáneo gigantesco, narrar su más profunda venezolanidad y la nuestra.

Alberto Arvelo con el maestro Cruz Diez

-¿Cuáles son los valores presentes en el documental que crees que hablan del Ser Venezolano?

-Pienso que los venezolanos necesitamos encontrarnos y reencontrarnos con nuestra más hermosa creatividad, pero también la estamos dando a conocer en el mundo. Venezuela es un pueblo inmensamente productivo, inquieto, brillante y a mí me emociona la posibilidad de compartir estos aportes nuestros con venezolanos de otras partes del mundo. Yo estoy muy satisfecho porque a través de Free Color la gente se conecta: si eres venezolanos te da en el centro del corazón, porque está hecho con Venezuela en la piel; y si eres de otros países, se conectan con ese sentido y valor de la familia, de la música, de la alegría de la vida y del trabajo, que Cruz–Diez transmite. El documental está impregnado de esos valores que nos define como venezolanos.

-¿Cómo siente Alberto Arvelo a Venezuela desde su butaca?

-A Venezuela la siento todos los días. Yo sigo haciendo todo por Venezuela, pensando en Venezuela y con los venezolanos, hermanos, amigos, hijos y todo venezolano valioso.

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