Literatura

Victoria de Stefano, la niña que nunca dejó de tener un libro en las manos

Autora de títulos fundamentales como "Lluvia", "Cabo de vida", "Historias de la marcha a pie" y "Diarios 1988-1989. La insubordinación de los márgenes"; este viernes 6 de enero falleció Victoria de Stefano

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Victoria de stefano
Efrén Hernández / Archivo

«La muerte de mi generación tiene un signo de tristeza dado por las circunstancias», le dijo Victoria de Stefano a Hugo Prieto en una entrevista publicada por Prodavinci el 15 de marzo de 2020. Ya cerca de cumplir sus ochenta años y habiendo publicado recientemente en Colombia su novela «Vamos, venimos», en ese pasaje de la conversación hablaba la escritora de algunos estragos producidos por «la marea roja», el último tránsito de muchas vidas: «De los escombros. De los restos del naufragio». Recordaba su depresión en el año 2000, la estrechez de la crisis económica, las tragedias vecinas, cercanas, la muerte de Juan Sánchez Peláez, de Eugenio Montejo, la de su amigo Miguel Arroyo, con quien daba largas caminatas que estimulaban la amistad, la observación y la literatura. Y casi se le escucha suspirar: «Está muriendo toda una generación marcada por un signo de tristeza».

Ahora le ha tocado a Prieto escribir un breve desahogo tras recibir la noticia que te deja sin aire: «Cada vez que leía sus novelas sentía que había una voz cerca, un susurro, una visión, algo que nos rodeaba. La lejanía de Venezuela y la cercanía de un mundo interior tan complejo como recurrente en su universalidad, en su categoría humana. Pienso en la dimensión artística donde ella vivía, un paraíso inalcanzable. Una realidad que sólo ella podía disfrutar. En nuestras conversaciones, algunas de las cuales se publicaron en este portal, había esa savia de escritura, esa pulsión de explorar la belleza de la palabra y la contención de una mirada que no se dejaba seducir por nada que no fuera su propio mundo interior. Pienso en Historia de la marcha a pie, en Paleografías, en Vamos y venimos, en Lluvia. En sus personajes, muchas veces seres abatidos por el desamor, por los fracasos, por la vida que se vuelve inalcanzable».

Victoria de Stefano murió durante la tarde del 6 de enero, a sus 82 años. Nació en Rimini, Italia, el 21 de junio de 1940, y llegó al país a los 6 años de edad. Aquí creció, jugó, aprendió, estudió Filosofía en la UCV, hizo su hogar con Pedro Duno, fue forzada al exilio, regresó a este, su país, y se convirtió en una autora fundamental de las letras venezolanas.

«Me es difícil escribir, me exijo hacerlo lo más concienzuda y laboriosamente posible, confío en que esa laboriosidad en algún momento dará sus frutos», le explicó sobre el oficio de la palabra a Nelson Rivera en Papel Literario: «Pasados algunos años uno se vuelve a leer, generalmente porque debe revisar las pruebas de imprenta de una segunda y tardía edición. Entonces, se asombra de sí mismo, lo asalta la perplejidad de sentirse otro. Debe ser, se dice, que una mano guiaba mi mano, que la musa subida a mi hombro me susurraba al oído, aun si se descree de la musa y de la vena de la inspiración, aun si se sabe que escribir no tiene que ver con musa, ni con inspiración, solo con días, meses, años, lustros de infatigable trabajo atenido al cumplimiento de la plenitud de una forma».

Esos días, meses, años, lustros de infatigable trabajo se agradecerán por siempre: descanse en paz, Victoria de Stefano, la niña que nunca dejó de tener un libro en las manos desde que aprendió a leer.

   

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