Cultura

Tributo de México a Oswaldo Vigas en el centenario de su nacimiento

El Museo de Arte Moderno de la capital azteca le rinde tributo al pintor venezolano con una muestra individual que acaba de inaugurar, titulada “Oswaldo Vigas. Mirar hacia adentro”, que estará exhibiéndose hasta el 11 de febrero de 2024

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Con motivo de los 100 años del nacimiento de Oswaldo Vigas, el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México acaba de inaugurar una exposición dedicada a la obra del pintor venezolano. Su título complementario es “Mirar hacia adentro” y es la primera muestra individual en ese país del artista, “uno de los más importantes del arte latinoamericano del siglo XX y una pieza clave para entender el contexto modernista de Latinoamérica”.

Así lo destaca el curador de la muestra, el también venezolano Carlos Palacios, quien sostiene que Vigas se estableció como un referente formal y un enlace central entre las distintas propuestas que, con el fin de generar un lenguaje propio latinoamericano, se desarrollaron a mediados del siglo pasado tanto en la capital francesa como en Venezuela.

Por ello, adentrarse en su obra implica entender las fuentes de inspiración y las motivaciones discursivas que guiaron a muchos de los más trascendentes artistas latinoamericanos de la época. Tomando a Vigas como eje temático y conceptual, “Oswaldo Vigas. Mirar hacia adentro”, nos sumerge en el universo plástico del modernismo y sus más grandes exponentes.

Detalle de algunas de las obras expuestas. Foto Cortesía Fundación Oswaldo Vigas.

Allí se explora en obras fundamentales de su prolífica carrera, así como en sus intereses intelectuales, en diálogo con otros creadores venezolanos y latinoamericanos de su tiempo. Además de piezas de diferentes culturas africanas y suramericanas que le sirvieron de inspiración, hay 110 obras, 44 de Oswaldo Vigas y el resto de artistas de otras latitudes, para un total de 110.

Entre estos artistas se encuentran Rufino Tamayo, Wifredo Lam, Joaquín Torres-García, Roberto Matta, Pierre Alechinsky, Carlos Mérida, Manuel Álvarez Bravo, Thea Segall, Carlos Orozco Romero, René Portocarrero, Joaquín Roca Rey, Francisco Matto, Lilia Carrillo, Oswaldo Guayasamín, Emiliano Di Cavalcanti y Elsa Gramcko.

Un catálogo y una muestra para la historia

Preludio de la celebración este año del centenario del nacimiento del eminente artista plástico carabobeño, que arrancó el pasado 12 de octubre con la inauguración de esta retrospectiva del Museo de Arte Moderno de México, que finalizará el 11 de febrero de 2024 y continuará con otros eventos, fue el anuncio, en octubre de 2022, por parte de su hijo, el cineasta Lorenzo Vigas, del catálogo razonado de toda su obra.

La definición del catálogo razonado tiene que ver con la totalidad de la obra de un artista. No hay más de diez grandes artistas en Latinoamérica que tienen un catálogo razonado, entre ellos Frida Kahlo, Diego Rivera, Wifredo Lam y Joaquín Torres García.

El cineasta Lorenzo Vigas, hijo del artista, inaugura la muestra. Foto Cortesía Fundación Oswaldo Vigas.

“La gente se preguntará: ¿Por qué Soto o Cruz Diez no lo tienen? Por el trabajo enorme que significa hacerlo”, explicó entonces para El Estímulo Lorenzo Vigas para referirse a la magnitud colosal de este esfuerzo.

Esta valiosa recopilación, que se llevó más de 20 años y que comprende más de tres mil piezas hechas por el artista entre 1939 y 2013, fue producto de un proceso que se realizó en dos fases. La primera comenzó hace 70 años de mano del propio artista; y la segunda, cuando el pintor y su esposa, Janine, emprendieron la afanosa y minuciosa tarea de organizar todo su archivo.

En torno a la relevancia de este catálogo razonado, al cual se puede acceder libremente vía online, vale recordar, entre otros atributos, la confianza que le proporcionan al mercado del arte.

“Si llega una obra a un galerista en Tokio, inmediatamente puede darse cuenta si esa obra está en el catálogo, si es un original o una falsificación. Es una herramienta que brinda mucha confianza al mercado”, explicaba Lorenzo Vigas en la entrevista aludida.

“Mirar hacia dentro del país”

Carlos Palacios es un curador y crítico de arte venezolano residenciado en México desde 2010. Es licenciado en historia del arte por la Universidad Central de Venezuela, Diploma de Estudios Avanzados (DEA) en historia y crítica de arte por la Universitat de Barcelona, España y Máster en Estudios Curatoriales del Bard College de Nueva York.

Desde 2005 y hasta 2009 fue curador de arte contemporáneo de la Colección Patricia Phelps de Cisneros, para la cual realizó adquisiciones, montajes y proyectos expositivos. Entre 2012 y 2019, se desempeñó como curador en jefe del Museo de Arte Carrillo Gil en la Ciudad de México, donde curó más de 30 proyectos diferentes, entre exposiciones colectivas e individuales.

El venezolano Carlos Palacios trabajó dos años como curador de la muestra. Foto Cortesía Fundación Oswaldo Vigas.

Desde 2011 ha ejercido la docencia, tanto en licenciaturas como en maestrías, en las áreas de historia, teoría y curaduría en la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, Centro Morelense de las Artes y el Instituto Botticelli de Arte y Restauración en Cuernavaca. Del mismo modo ha dictado cursos y participado en charlas y conferencias en diversas instituciones universitarias y culturales del país. Y escribe de manera regular en libros de arte, catálogos y diferentes medios impresos relacionados con el mundo del arte contemporáneo.

—¿Qué pretende describir de la exposición el título de “Mirar hacia adentro”?

—Me parecía importante que se conociera la obra de Oswaldo Vigas, que se entendiera su relación con el país, sus aportes desde la pintura a un imaginario que tiene que ver con Venezuela. Que se apreciara que Vigas, a diferencia de sus colegas de los años 50 y 60, no pensaba en lo abstracto, por ejemplo, desde un lugar exclusivamente formal, sino que le interesaba conectar su obra, bien sea su pintura más figurativa o su obra abstracta, con Venezuela. De ahí surge esa idea de mirar hacia adentro del país, más que hacerlo hacia afuera, más que pensar en Europa o en la obra de arte como un fenómeno completamente ajeno a su lugar de realización. Vigas se propuso conectar con el país, mirar Venezuela, y de ahí viene ese título.

La galería circular el museo favorece la secuencia expositiva. El cineasta Lorenzo Vigas, hijo del artista, inaugura la muestra. Foto Cortesía Fundación Oswaldo Vigas.

Durante los últimos dos años estuvo trabajando en la curaduría de “Oswaldo Vigas. Mirar hacia adentro”, cuyo recorrido museístico dividió en tres núcleos. En el primero, «En búsqueda de lo primitivo», se realiza un breve tránsito por los referentes culturales y las manifestaciones artísticas de naturaleza etnográfica de África y América, así como en el arte prehispánico venezolano, fuentes fundamentales para el desarrollo del trabajo posterior de Oswaldo Vigas.

«Mirar a Venezuela», el segundo núcleo, revisa de manera más profunda la influencia del arte prehispánico y de los grupos indígenas de Venezuela en el trabajo del pintor. Se evidencia cómo las tradiciones y creencias populares locales, como los Diablos danzantes, de Yare o María Lionza, se vuelven motivos centrales en su pintura.

En el último núcleo, «Latinoamérica y lo local: tiempo de mitos y magias», se revisa a diversos artistas, europeos y latinoamericanos que, como Vigas, se sirven de la ficción, el mito y la idea de un tiempo mágico para expresar su realidad.

Recorrido por el universo Vigas

En la conversación con El Estímulo, Palacios detalló someramente las líneas maestras y objetivos de este recorrido, del que ha dicho que ha recibido comentarios muy positivos.

—El primer núcleo introductorio, «En búsqueda de lo primitivo», tiene que ver con el tema en general, que marca prácticamente el arte del siglo XX en relación a esa búsqueda de la fuente originaria, presente en muchos artistas de ese siglo, que tenían la idea de pensar en culturas del original occidental -explica Palacios-. Al entrar a la sala, hay una foto de la casa de Oswaldo Vigas, de Renato Donzelli, con su colección de máscaras africanas y mesoamericanas y eso marca de alguna manera esa especie de prólogo, muy corto, para después pasar al gran tema que es mirar a Venezuela.

—¿Podría describirlo en cuanto a su composición y estructura?

—»Mirar a Venezuela» está dividido en tres subcapítulos. El primero muestra los primeros acercamientos al arte prehispánico venezolano, a los viajes que Vigas hace por Venezuela en 1948, entre otros a la laguna de Sinamaica, donde se detiene a mirar las formas presentes en los tratamientos corporales de los indígenas wayú. Esto va a influenciar mucho la serie que lo hará muy famoso en Venezuela y por lo que va a ganar todos los premios en el país, que es la serie de la brujas.

Destaca Palacios que a cada núcleo lo precede una imagen fotográfica. En este caso es una fotografía de Thea Segall, producto de un viaje precisamente a la laguna de Sinamaica en los años 60, donde están estos indígenas wayú, lo que propicia “un diálogo entre la obra de Vigas y esa fotografía”.

Una foto de la colección de máscaras africanas y mesoamericanas del pintor introduce uno de los núcleos de la exposición. Foto Cortesía Fundación Oswaldo Vigas.

—El segundo subcapítulo tiene que ver con los Diablos de Yare -continúa Palacios-. Vigas se siente atraído por ellos y realiza unas pinturas increíbles entre finales de los años 40 y los primeros de la década de los 50. En este subcapítulo, la imagen introductoria es una de las fotografías que Ricardo Razetti exhibió en el Museo de Bellas Artes de Caracas en 1952, en su serie de los Diablos Danzantes de Yare. Curiosamente, en ese mismo año y en ese mismo museo, le hacen una exposición retrospectiva a Oswaldo Vigas.

Menciona igualmente que esas coincidencias, producto del interés de Vigas por lo venezolano, vienen también alimentadas por muchos eventos relacionados con la política nacional, como la “Fiesta de la tradición venezolana”, que por iniciativa del poeta Juan Liscano se celebró en 1948 en el Nuevo Circo, con motivo del ascenso de Rómulo Gallegos a la Presidencia de la República, producto de una enjundiosa investigación realizada durante años en torno a nuestras tradiciones folklóricas musicales.

En el tercer subcapítulo del núcleo está María Lionza.

—Entre el año 1966 y 1968, Vigas realiza una serie de pinturas inspiradas en la diosa de Sorte. En ese subcapítulo escogí una imagen de Alfredo Cortina, muy bella, de la estatua de Alejandro Colina de la autopista en Caracas. Es muy hermoso el diálogo que se establece entre estas grandes imágenes fotográficas en el espacio y las piezas de Vigas, que nos muestran cómo pensaba la pintura de manera universal, pero también conectada con lo local.

La magia de lo local

En un último núcleo, «Latinoamérica y lo local: tiempo de mitos y magias», se revisa a diversos artistas, europeos y latinoamericanos que, como Vigas, se sirven de la ficción, el mito y la idea de un tiempo mágico para expresar su realidad.

—Este capítulo gira en torno al Vigas más internacional -explica Palacios-. En 1973 realiza una retrospectiva en el Museo de Arte Moderno de Bogotá y el texto de esa muestra es de Marta Traba, crítica argentina que llegó a ser fundamental para el arte latinoamericano. En su libro Mirar en Caracas ella denostaba un poco del cinetismo y valoraba obras como la de Vigas, “porque es como una especie de brujo”. En este marco, se mencionan una serie de mitos que son importantes para Vigas, como Rufino Tamayo, mexicano y Wifredo Lam, cubano, que son fundamentales en los inicios del pintor.

—Aquí entran también otros artistas vinculados a esta idea de la pintura como un registro de lo latinoamericano, entendiéndolo como un tiempo distinto, un tiempo interior, un tiempo en la historia, el tiempo de la magia, entendida, no como una especie de sortilegio, sino como una cultura de lo local. Y allí están Roberto Matta, Fernando de Szyszlo, Lidia Carrillo, José Luis Cuevas y otros artistas que tienen en la pintura figurativa ese reflejo de lo latinoamericano, de lo propio.

Señora de los fuegos marinos, una de las obras expuestas. Foto Cortesía Fundación Oswaldo Vigas.

—Y allí es interesante la exposición, porque la sala del Museo de Arte Moderno es circular y se conecta con esa idea de lo primitivo, de lo arcano. Hay unas fotos de madera muy grandes, probablemente brasileras, del siglo XIX, que enlazan la obra de la figuración de Tamayo con la de Vigas, entonces uno puede ver precisamente, con esa presencia de lo popular, cómo estos artistas se alimentaron de eso.

—Es muy interesante, porque si comienzas en el espacio de Vigas y su colección de arte africano, como la sala es circular, al llegar a la sala donde están todos estos artistas latinoamericanos y europeos derivan de nuevo en lo primitivo. Hay una especie de circularidad que tiene la arquitectura del museo, que ayuda precisamente a estos núcleos a conectarse.

—Creo que esta muestra es muy interesante, porque uno puede entender la abstracción de Vigas, no solo en relación al pintor uruguayo Torres-García, presente en la exposición, que está en la escuela del sur, sino también en la decoración de la cerámica prehispánica venezolana. Esa relación era para mí muy importante y yo la introduje. La figuración en relación, por ejemplo, a los muros de Tacarigua a través de los cuadros de Vigas, me parecía muy elocuente de este mirar Venezuela, de mirar la historia y el pasado prehispánico y así entender lo originario de nuestro país. Todo ello en función de la pintura de Vigas, que renueva esta tradición de la figuración venezolana.

—Los artistas latinoamericanos presentes en la exposición son de colecciones privadas y del propio Museo de Arte Moderno. Las fotografías de Razetti, Cortina y Thea Segall son de colecciones venezolanas que amablemente me las cedieron en préstamo. Y algunas otras obras de Vigas y de artistas latinoamericanos son de colecciones privadas mexicanas.

La otra cara de la moneda

—¿Qué comentarios ha recibido de esta muestra?

—Colegas curadores aquí en México me han dicho que están fascinados con la exposición, eso me llama profundamente la atención. Creo que un artista como Oswaldo Vigas, que cumplió un rol fundamental en la renovación de la pintura venezolana en los años 50, cuando el país se conoce por su abstracción geométrica, por su cinetismo, no deja de ser muy interesante. Es decir, es el otro lado del arte venezolano, la otra cara de esa moneda.

—Es verdaderamente elocuente, porque lo común es disfrutar la obra de Gego, la obra de Jesús Soto, que ya se conoce ampliamente. La imagen del arte venezolano de mediados del siglo XX es la de nuestra abstracción geométrica. Y esta exposición permite ver la otra cara de la moneda, como te decía. La gente me dice: “Yo no conocía una obra tan interesante como esta, que tiene tanto que ver con el país, sin ser ilustrativa”. Eso me parece importante. Es como si hacemos una exposición de un artista mexicano que no siga la tradición del arte figurativo de Diego Rivera o de Tamayo. Es bueno abrir la perspectiva y esta exposición lo hace.

—Hacer la primera exposición en México en la que yo hablo de mi país es muy gratificante, no sólo por trabajar la obra de Vigas, sino por hacerlo en función de Venezuela. A mí eso me gustó mucho.

—¿No hay posibilidad de hacer itinerante esta muestra?

—Ojalá. Sería magnífico. Me gustaría mucho que viajara para otros museos. Eso se puede hacer perfectamente, es una exposición que no es complicada en ese sentido. Y ojalá se dé, porque vale mucho la pena.

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