Cultura

Madre e hija venezolanas dejan su impronta en República Dominicana

Siddhartha Mata acaba de publicar en la isla donde residen su primera novela, una historia de “emigrantes de un país que huye”, mientras su hija fue seleccionada como protagonista de la versión al español del musical de Broadway “Anastasia”, que estuvo dos meses en cartelera en la capital quisqueyana

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Cuando Siddhartha Mata, como muchos venezolanos, decidió emigrar en 2017 en busca de los nuevos horizontes que no vislumbraba aquí, no se imaginaba los buenos frutos que le proporcionaría esa decisión. Y no solamente a ella, sino también a su hija, Valeria, entonces una niña y ahora una adolescente que ha encontrado en el teatro musical su razón de ser, así como su madre lo ha conseguido como escritora que acaba de publicar su primera novela en la República Dominicana, donde ambas residen.

Bajo el muy sugestivo título de «Un país que huye, migrantes«, la novela de esta joven comunicadora social, egresada de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), y con amplio bagaje también como productora de televisión, relata una historia cercana, de esas que tanto atañen a este vapuleado país con ocho millones de emigrados por fuerza de las circunstancias: la de una humilde familia caraqueña que decide emprender su voluntario exilio, en un viaje terrestre que la lleva hacia Perú, en medio de las no pocas vicisitudes que atraviesa durante su periplo y posterior arraigo en otra tierra.

En cuanto a Valeria, a punto de concluir sus estudios de bachillerato, que ha alternado con clases de canto, danza y vocalización, tres disciplinas artísticas que la apasionan, luego de una intensa actividad en obras musicales y algunas como profesional, ha visto realizado su sueño de protagonizar su primera obra de este género.

Siddhartha y Valeria se sienten muy bien recibidas en República Dominicana.

La joven resultó seleccionada luego de presentarse en un riguroso casting de aspirantes a participar en “Anastasia”, versión al español, producida en Santo Domingo, de una de las obras de mayor demanda en Broadway y en varias ciudades del mundo.

Ambos casos, el de Siddhartha y el de Valeria, los conozco muy de cerca en todas sus aristas. He sido testigo de este otro buen ejemplo de compatriotas que a base de disciplina, constancia y buen hacer profesional se han procurado un lugar destacado en otros ámbitos, fuera de nuestro país. Con ellas conversamos para El Estímulo y conocimos en detalles sus muy particulares historias de vida.

“Me abrí a la dominicanidad”

Nacida en San Cristóbal, después de graduarse en la UCAB, Siddhartha por más de 20 años se dedicó a la producción de televisión, 16 de ellos en Venevisión y los últimos cinco con la Organización Cisneros. Trabajó en programas del canal de La Colina, como 24 horas, el Noticiero Venevisión y Portada’s. Participó en el desarrollo y conceptualización de campañas de responsabilidad social empresarial, por lo cual obtuvo en 2013 el Premio Corresponsables (España), por la campaña de valores “Somos lo que queremos”, transmitida por Venevisión.

Tiene una maestría en creación literaria de la Universidad Internacional de Valencia, España, y un diplomado en Periodismo de Investigación del Instituto Tecnológico de Santo Domingo y la Embajada de los Estados Unidos, cuyo trabajo final fue nominado al Premio a la Innovación Periodística.

Siddhartha es periodista egresada de la UCAB y llegó a la literatura para sacar el dolor y el duelo de la migración.

Además, es coguionista de la serie en desarrollo “El país de las Maravillas”, de YPR Films, proyecto que recibió beca de la Fundación Carolina y participación en el Festival Séries Mania en Francia.

—Salí de Venezuela con Valeria en julio de 2017 -cuenta Siddhartha-. La decisión la tomé luego de las protestas de marzo de ese año, donde en varias oportunidades mi hija se vio afectada por los gases lacrimógenos, estando en el colegio Mater Salvatoris y también en casa. Cuando la vi cubierta hasta la cabeza debajo del edredón, con los audífonos puestos oyendo música a todo volumen para aislarse de las detonaciones que ocurrían en la autopista a la altura de El Rosal, justo frente a nuestro edificio, no dudé en concretar lo que ya venía rondando desde hacía tiempo en mi cabeza: la migración.

Partimos primeramente al Perú, donde teníamos pensado establecernos. Pero una oportunidad profesional se presentó en República Dominicana y hacia allá nos fuimos. La oportunidad no fue como yo la tenía pensada, pero no me arrepiento de la decisión. República Dominicana era el lugar donde tenía que estar.

—¿Cómo fueron esos primeros años fuera del país?

—Los primeros dos años fueron bien difíciles. Por más que nos parezcamos dominicanos y venezolanos en algunas cosas, el choque cultural es fuerte. Pero adaptarse es una decisión que uno toma. Me desapegué de gente y costumbres, del pasado y de recuerdos, y me abrí a la dominicanidad. Hice nuevos amigos y eso me ayudó mucho. Los dominicanos han sido muy solidarios con nosotros y yo me he sentido siempre muy bien recibida. Aquí no he sentido xenofobia; todo lo contrario, solo brazos abiertos.

En lo profesional, cuando llegas a otro país tu background no vale mucho, tu experiencia de 20 años en el medio tampoco, así que debes comenzar a demostrar, como cuando sales de la universidad y te enfrentas al mercado laboral por primera vez, pero con muchos años más a cuestas. Al inicio, trabajé llevando redes sociales, luego conseguí un trabajo como productora en un programa de radio, que se vio interrumpido por la pandemia. Como dicen aquí: “Me cancelaron”.

Terminando el covid comencé un trabajo en una revista, allí escribía los publirreportajes, producía los eventos y luego pasé a encargarme de la parte audiovisual que se subía a las plataformas digitales. Estuve menos de un año, porque me ofrecieron trabajo mejor remunerado en otra revista y es el lugar donde aún laboro, como directora de comunicaciones y periodista.

Escritura contra el dolor y el duelo

—¿Cómo llegas a la escritura de ficción?

—Desde pequeña siempre me gustó escribir. De niña escribía cuentos de un párrafo que en algún lugar mi mamá debe tener todavía. En la adolescencia escribí algunas cosas, como pequeñas obras de teatro que representábamos en clase. Luego me hice periodista y productora de televisión, donde también escribía libretos para los programas que producía.

Pero no fue hasta que llegué a República Dominicana que, al ver todos mis cimientos derrumbados, decido apostar por la escritura. Fue la manera de sacar el dolor y el duelo de la migración, no solo la mía, sino la de los millones de venezolanos que, como yo, estaban reconstruyendo sus vidas en otro país.

Siddhartha en una firma de su libro en la capital dominicana.

Cuando me sentaba a escribir una historia no avanzaba, pues carecía de herramientas y metodología para poder entramar, construir personajes y llevar el hilo conductor. Me perdía en el mundo de las ideas y no podía concretar nada. Así que hice una maestría online, en Creación Literaria, en la Universidad Internacional de Valencia, España. Además, en Santo Domingo comencé a asistir a actividades literarias y conversatorios, donde conocí a la que es hoy mi editora y entrañable amiga, María Carla Picón.

Durante 2019, Siddartha comienza a trazar el primer esbozo de “Un país que huye: migrantes” (al principio solo se llamaba “Migrantes”), y fue durante el tiempo de pandemia, en el que estaba sin trabajo, que pudo desarrollar la novela y culminarla.

—“Un país que huye: migrantes” es una obra a tres voces que narra la historia del viaje de la familia Ramírez desde Caracas a Lima, todos los retos que esto conlleva y los diferentes personajes que encuentran en el camino, que los marcarán para siempre -adelanta la escritora-. En paralelo, Mari, la hija menor de nueve años, escribe su diario, contando su perspectiva de la travesía. La trama se entreteje con la historia de la tía Julie, quien los espera en el Perú, luego de 10 años fuera de Venezuela. Se devela la perturbadora circunstancia de su partida mientras los Ramírez cumplen con su bitácora.

Portada del libro que relata la historia de ficción de una familia venezolana que emigra por tierra hacia Perú.

Luego vino el proceso de edición con María Carla, súper enriquecedor, me enseñó muchísimo. El diario de Mari fue lo más complicado para mí y lo que ameritó más trabajo. No sé cuántas veces María Carla me lo devolvió para que reescribiera y llegara a la verosimilitud de la voz de una niña de 10 años.

La novela salió al mercado a fines del año pasado, bajo el sello editorial independiente DiEditores y para Venezuela está disponible en Amazon en formato ebook y pasta blanda. Quisiera que se presentara la oportunidad de poderla llevar a Venezuela y que esté disponible en librerías allá.

—¿Otros proyectos en esta faceta?

—Ahora trabajo en otra novela, no voy a dar spoiler, pero está en proceso y pienso tenerla lista para ver la luz en 2025. Ocurre mitad en República Dominicana y mitad en Venezuela. En paralelo, y aprovechando que República Dominicana está impulsando la industria cinematográfica, también tengo proyectos de cine, uno como escritora y otro como productora, que van paso a paso concretándose y espero muy pronto poder llevarlos a la pantalla grande.

“Volver no está en mi horizonte”

—¿Qué recuerdas de la Venezuela que dejaste?

—Recuerdo el hermoso país donde crecí, su abundancia y su calor humano. Agradezco haber vivido los buenos tiempos de Venezuela y, por supuesto, los no tan buenos también, porque eso me permitió buscar nuevos caminos. No me queda mucha gente en el país, pocos familiares y uno que otro amigo aún siguen allá. Sinceramente, extraño El Ávila y su magia, los colores de Caracas, la luz de diciembre, las guacamayas sobrevolando Bello Monte, Margarita y sus encantos… Y mi paladar extraña muchísimo los quesos blancos en todas sus variedades: trenza, de mano, guayanés, llanero, paisa, ¡jajajaja!

Siddhartha sueña con publicar su novela en Venezuela.

¿Volver? Por ahora no está en el horizonte. Mi hogar está ahora en República Dominicana, pero no me niego a la posibilidad de reencontrarme con Venezuela, una nueva Venezuela a la que tendría que empezar a conocer. ¡La vida da muchas vueltas!

Valeria y su vena artística

—Desde que Valeria era muy pequeña se notaba su vena artística -revela Siddhartha-. Siempre pensé que ella nunca me diría que quería ser médico, ingeniero o abogado, y fue tal cual. En Venezuela, durante el último año que estuvimos ahí, dio sus primeros pasos en el teatro con el Grupo Fábula. Luego, en Perú, tuvo su primer encuentro con el teatro musical, cuando participó en un taller de un importante grupo llamado “Los productores”. Estaban preparando el musical “Billy Elliot” y la escogieron para ser parte de las niñas del ballet. Tenía 10 años.

Al ver el interés de Valeria por el teatro musical, apenas llegamos busqué opciones para que continuara su formación. Conseguimos una academia donde comenzó a estudiar en las tardes, después del colegio. Fue una formación intensa de cuatro años de canto, baile y actuación, junto a profesores que son artistas activos aquí en la República Dominicana.

Con la mirada en Broadway y el West-End

—Crecí en estudios de televisión y admirando la profesión de mis papás (su padre es Juan Carlos Dávila, actor de programas humorísticos). Hasta que a los 10 años tomé mis primeras clases de teatro y no hubo vuelta atrás, me enamoré totalmente del escenario y durante los siguientes ocho años, en el proceso de migración a República Dominicana, no había quien me sacara de un salón de ensayos con un norte muy claro: hacer de esta pasión un trabajo, un modo de vida.

Valeria audicionó para un rol en el elenco de “Anastasia” y terminó escogida como protagonista por su buen desempeño en el casting.

Luego de mucho esfuerzo y constancia a los 16 años fui elegida para mi primera producción profesional “Heathers”, una típica historia de adolescentes, un poco macabra, ya que los personajes principales están envueltos en una serie de asesinatos -continúa Valeria-. En ese musical fui parte del cuerpo de baile y coro, lo que se llama ensamble.

Traté de tener mucha paciencia, porque sabía que los papeles grandes no llegan en tu primera oportunidad, por lo menos en la mayoría de los casos. Pero, mientras ensayaba ese proyecto vi una publicación en Instagram, un llamado a casting para “Anastasia” y yo cumplía todos los requerimientos, así que envié mi audición por correo electrónico sin esperar nada grande, “tal vez entro como ensamble otra vez”, pensé.

—¿Y qué ocurrió?

—La sorpresa más grande del mundo me la llevé cuando el productor del proyecto me llamó para ofrecerme una audición para el protagónico del musical. No lo podía creer, el mismo día me mandó todo el material para el casting, que sería dos días después. Aprendí tres canciones y un monólogo, e investigué todo lo que pude sobre Anastasia Romanov, el personaje histórico y también sobre la obra musical. El día de la audición tenía unos nervios muy fuertes. Fui, canté todo lo que me pidieron y al final, cuando terminé, vi que todo el equipo creativo tenía lágrimas en los ojos y dije: “Lo logré”. Ese mismo día me dijeron que era Anastasia, no lo podía creer, todo lo que había soñado durante años se estaba cumpliendo.

Cuando comenzaron los ensayos de “Anastasia” también empezó mi último año de colegio. Aquí en República Dominicana son seis años de bachillerato, y alternar mi vida escolar y la profesional no fue nada fácil. Querer vivir lo que vive cualquier adolescente de 17 años, además de trabajar en algo tan demandante como la actuación a este nivel, fue fuerte. Salía de mi casa a las 6:00 am para ir al colegio, iba corriendo a mis ensayos y regresaba a las 10:00 pm. No fue nada fácil, pero como la pasión mueve montañas, lo logré.

Cabe destacar que “Anastasia” estuvo en cartelera desde noviembre de 2023 hasta finales de enero de este año. Se escenificó en una prestigiosa sala de la capital dominicana: el teatro Theamus del Bluemall Santo Domingo.

Valeria en el rol de Anastasia, la princesa Romanov.

—De «Anastasia» me llevo un grupo de profesionales increíbles y muchas anécdotas con el público, en especial con los niños pequeños. Mi sueño de pequeña era conocer a las princesas de Disney y cuando tuve la oportunidad de hacerlo en los parques de Orlando, fue muy emocionante. Ahora veo esa misma ilusión que yo tuve en niñas pequeñas que esperan que termine la obra para saludarme y abrazarme porque soy la princesa rusa. Es hermoso para mí ser esa ilusión para los niños ahora.

Mis habilidades en los escenarios -puntualiza- me dieron herramientas para competir y ganar el primer lugar en un concurso de discurso y oratoria, premio que me otorgó una beca completa para mis estudios en la Universidad Iberoamericana de Santo Domingo, en donde planeo estudiar la carrera de Comunicación Audiovisual, iniciando este septiembre. Mi meta siempre será consolidarme como actriz en los escenarios grandes del mundo, como Broadway en Nueva York, el West End en Londres o la Gran Vía madrileña. Y seguiré trabajando todos los días para lograrlo.

—¿Venezuela persiste en tus recuerdos?

—Nunca olvidaré mis raíces, de dónde vengo y lo que hemos tenido que pasar como inmigrantes. Eso te moldea, te fortalece y me ha hecho ser quien soy hoy.

Positiva valoración

“Sobresale de manera especial la joven Valeria Dávila, quién con tan solo 17 años de edad asume el rol protagónico del musical, transmitiendo con sus precisos movimientos y notas musicales la energía y dulzura de tan emblemático personaje”.

El Nuevo Diario | Santo Domingo

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