Cine y TV

Los dinosaurios dominarán la tierra, pero todavía no 

En 1993, Steven Spielberg presentó una de las grandes películas de ciencia ficción de la década. Pero también, dio inicio a una revolución cinematográfica que todavía perdura. Entre la aventura, el drama, el misterio y el thriller, el film marcó un hito perdurable. Casi treinta años después, la saga llega a su final con “Jurassic World: Dominion”. ¿O habrá más?

Jurassic World: Dominion
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Antes de ver “Jurassic World: Dominion” (2022) de Colin Trevorrow, hay que saber dos cosas esenciales. Por un lado, que la película es la más parecida a la saga literaria de Michael Crichton, lo que le brinda una personalidad particular. Y por el otro, que es el final de una historia pensada para relatarse en tres partes. O eso aseguró en el 2018, Juan Antonio Bayona al dirigir “Jurassic World: Fallen Kingdom”. De hecho, “Dominion” depende tanto del argumento de la segunda película de la llamada nueva trilogía de Jurassic Park, que hace imprescindible conocer lo ocurrido en ella para comprender a cabalidad los sucesos posteriores. O al menos, apreciar mejor sus matices.Entre ambas cosas algo queda claro: tanto Trevorrow como Bayona sabían la importancia del legado que tenían y tienen entre manos.

Por supuesto, lo anterior tiene sentido si el espectador tiene interés por los intríngulis científicos y tecnológicos que rodean a la saga. Pero en realidad,“Dominion” cumple la máxima del largo recorrido de “Jurassic Park” a través de casi treinta años en la pantalla grande. La historia está basada en dinosaurios. ¿Así de sencillo? Esa fue la frase con que Steven Spielberg resumió su proyecto en 1992, cuando los rumores sobre un curioso proyecto de ciencia ficción que llevaba a cabo el entonces Rey Midas de Hollywood, comenzaron a escucharse. Ese año, Spielberg también trabajaba en la extraordinaria “La lista de Schindler” y toda la atención, estaba en el drama fundacional en blanco y negro que amenazaba con convertirse en un hito en el cine.

Pero al margen de la curiosidad que despertaba el proyecto dramático del director, estaba ese otro. Uno que se basaba en una de las novelas más peculiares del superventas Michael Crichton. “¿De qué se trata la película en que trabaja con Industrial Light and Magic?”, preguntó un periodista a Spielberg la noche del estreno de “La lista de Schindler”. “De dinosaurios”, explicó el realizador y desplegó una amplia sonrisa de satisfacción por los cuchicheos y las miradas de sorpresa que despertó su respuesta. “¿De eso va? ¿De dinosaurios?”, insistió el periodista. “Sí, sólo de eso”, machacó el cineasta: “Muchos de ellos”.

En realidad, no eran tantos como el público y la prensa del entretenimiento imaginó, pero sí los suficientes para deslumbrar. Cuando “Jurassic Park” se estrenó al año siguiente, una revolución imparable atravesó el cine de ciencia ficción. Y no se trató sólo de la tecnología de punto que trajo a la vida a los dinosaurios. También, en la forma de convertir en cine de autor — o algo parecido a eso — al espectáculo puro. “Jurassic Park” no era solo una película que dejó sin aliento a toda una generación. También legó para la historia un puñado de escenas icónicas.

“Jurassic Park” es mucho más que una buena película, que lo es. También es una lección de cómo crear cine de ciencia ficción capaz de asombrar a todos. Algo que Spielberg había logrado antes con “ET”, el extraterrestre y antes, con el género del terror con “Tiburón”, en 1975. Pero los dinosaurios del proyecto a gran escala de John Hammond (Richard Attenborough) tuvieron un impacto en la cultura pop que revolucionó un tipo de lenguaje específico. No se trataba solo de la realidad física de las criaturas que poblaban la película. A la vez, era la maravillada mirada sobre un universo de posibilidades con un regusto amargo.

La mariposa y el Dilophosaurus

“El problema de Jurassic Park es el conocimiento. Se obtuvo sin esfuerzo. Solo tomaron lo que ya se había hecho y siguieron el camino”, dice Ian Malcolm (Jeff Goldblum) en una de las escenas claves de la primera entrega. ¿Hay tiempo para la filosofía entre el paso de los dinosaurios? Lo hubo. De hecho, los grandes protagonistas de la película apenas estuvieron en pantalla 15 minutos de todo el metraje. Con un ingenio malicioso, Spielberg dirigió a la épica y la centró en lo humano. Y como si eso no fuera suficiente, siguió el trayecto hacia una lucha por la supervivencia que usó los mismos trucos de “Tiburón” (tomas cortas y elegantes) e incluso, de“Alien”de Ridley Scott.

“Jurassic World: Dominion”

Pero en “El mundo perdido”, que llegó en el 1997 y luego de que Michael Crichton fuera casi obligado a escribir una secuela innecesaria, los dinosaurios se convirtieron en el centro motor del argumento. Y el resultado no fue tan satisfactorio. Mucho menos lo fue la extraña combinación entre aventura, acción y cierto melodrama ecológico que la película heredó de su versión en papel. Más confusa y menos creativa resultó “Jurassic Park III” que aunque se centraba directamente en la amenaza de los grandes monstruos realistas imaginados por Spielberg, era tan genérica como prescindible. Joe Johnston comenzó el milenio sofocando la saga de los dinosaurios y “Jurassic Park” (su emblemático legado) pareció caer en el olvido.

Pero entonces ocurrió lo impensable. En en el 2015, Colin Trevorrow adaptó otro de los libros de Crichton (o al menos se basó de manera libre en su argumento) y “Jurassic World” se convirtió en un éxito de taquilla monumental. La película, que se sostenía con precariedad entre la saga literaria y el legadodel 93, tenía claro su origen y su objetivo. Y aunque padecía de un guion lleno de puntos blandos y con errores de continuidad más que apreciables, volvió a basar el interés en lo humano. De nuevo, las grandes bestias se volvieron esenciales, pero también la emoción que sostenía el film

“Jurassic World: Fallen Kingdom”no fue tan exitosa, pero dejó claro que la franquicia se encaminaba a un final, al menos digno. Mucho más oscura y extraña que el resto de la saga, incluso se tomó el atrevimiento de tocar el tema de las reales posibilidades de la tecnología biogenética que sostiene el parque. Y dio el salto que ya deseaba Spielberg en la década de los 90. Los dinosaurios esta vez saltaron más allá de la isla Nublar o de cualquier recinto aislado, para comenzar un trayecto con el que finalmente la saga cierra, por ahora, sus puntos centrales.

Los gigantes que caminaban por latierra

Varias de las escenas de “Jurassic World: Dominion” de Colin Trevorrow, son homenajes directos — y con menos calidad — a la película original dirigida por Steven Spielberg. Sobre todo en el primer tramo, durante el cual la película debe narrar un mundo en el que los dinosaurios son parte del ecosistema. O mejor dicho, una amenaza patente y constante en un mundo que de pronto ha descubierto que hay un depredador para el hombre. La premisa, que parece englobar a las seis películas de la saga en un único argumento, es ambiciosa por necesidad. Pero también falla al ser incapaz de abarcar todos los tópicos que intenta narrar.

Eso, a pesar de que el guion de Emily Carmichael y Colin Trevorrow reimagina la franquicia desde un sentido ecológico y dinámico. Pero es insuficiente al intentar hilvanar al menos tres hilos narrativos distintos. El resultado son un conjunto de escenas espectaculares — la mejoría en el apartado visual es considerable — y diálogos explicativos innecesarios. Todo, con un acento en la nostalgia que en sus peores momentos resulta un lastre difícil de ignorar. En específico, cuando el argumento toma la inexplicable decisión de enlazar el pasado con su visión novedosa sobre el tema en un juego de referencias innecesarias.

Si algo se echa de menos en “Jurassic World: Dominion” es la agilidad de las anteriores entregas. O mejor dicho, la habilidad para profundizar en ideas en apariencia disparatadas con un un sentido del ingenio considerable. La tercera parte de la más reciente trilogía de la franquicia tiene un tono levemente apocalíptico, antes que conclusivo. Y de hecho, el mensaje en el subtexto de buena parte del argumento es el de un final cercano a lo catastrófico. Pero al no ocurrir — no del todo — la sensación general es que el film está incompleto. O al menos, que buena parte de su recorrido necesita más tiempo — o desarrollo — para ser comprensible.

Un doble espejo complicado

Trevorrow toma el riesgo de reversionar secuencias enteras de la trilogía original valiéndose del elenco de caras conocidas y también, con una indudable intención de unificar todas las producciones en un único camino. Pero reescribir a Spielberg es quizás una meta muy alta, y más en mitad de una apresurada historia que debe contar docenas de situaciones a la vez. Trevorrow falla, pero también “Jurassic Park: Dominion” al sustentar buena parte de su premisa en la sensación de homenaje sin resolución. Un insistente recurso que utiliza a medias, casi siempre de manera torpe y al final, sin mucho lustre en la mayor parte de la historia.

Cuatro años después de los acontecimientos narrados en “JurassicWorld: Fallen Kingdom”, el mundo se transformó bajo el peso de una nueva diversidad. Lo que parecía un recorrido inevitable para la saga, ocurrió. Los dinosaurios forman parte de los ecosistemas. O mejor dicho, luchan por encontrar su lugar. El matiz es importante en el momento en el que “Jurassic Park: Dominion” debe reinventar la realidad.

La ucronía de “qué habría ocurrido si…” que se planteó desde la “Jurassic Park” de Spielberg se cumple en su totalidad. Pero Trevorrow no logra del todo construir una idea coherente sobre esa nueva realidad. Muestra los riesgos, los peligros, incluso las condiciones de las nuevas criaturas. Pero no logra establecer cómo su existencia — o el peso que tienen, en cualquier caso — impacta sobre el mundo.

El argumento está más interesado en mostrar a las grandes bestias, nacidas ahora sí, fuera del control de la mano humana. El mundo diverso, monstruoso y de escalofriante belleza — hay al menos dos secuencias dignas de un film de terror — es mucho más realista y preciso. Pero también corre el riesgo de jugar con todo tipo de colosales criaturas creadas para festín de la cámara y no del guion. Una y otra vez, Trevorrow toma decisiones que benefician a lo visual, mientras el guion se desploma en la confusión.

Lo dejamos para después

El mayor atractivo de la película es cómo logró combinar las historias principales de las seis entregas anteriores. Y lo logra a medias, en la medida en que demuestra que la presencia de Alan Grant (Sam Neill), Ellie Sattler (Laura Dern) e Ian Malcolm (Goldblum) es indispensable. No sólo para estructurar la idea de que lo que ocurre en la trama es la consecuencia del primer gran experimento fallido del parque original. A la vez, para apuntalar su experiencia como motivo motor de comprender la forma en que la película lidia con la amenaza. “Jurassic Park: Dominion”existe por todo lo que se obvió y descuidó en la primera entrega, o eso sugiere el subtexto del argumento. De modo que para finalizar su recorrido las voces de los tres expertos son imprescindibles.

“Jurassic World: Dominion”

Un punto a favor de guion es no presentar a los dinosaurios — mucho más abundantes en razas y tamaños de lo visto hasta ahora — como una amenaza mecánica. En realidad, son animales con un hábitat en expansión. Hay mucho de cierto dilema ecologista en la idea de proteger su vida, a pesar del peligro que representan. Pero la película no logra completar o al menos, sustentar la premisa en algo más sólido que la idea de salvar o matar criaturas tan peligrosas como incontrolables. Tanto Owen Grady (Chris Pratt) como Claire Dearing (Bryce Dallas Howard) están claramente impulsados por la idea. Aunque la percepción de esta naturaleza en descontrol, fruto de la impericia y de la agresión del hombre, es el mensaje bajo todo lo demás.

Mucho más, cuando el conflicto luce focalizado en zonas y no a un nivel como el que podría suponerse de un desastre de semejante naturaleza. Tampoco hay secuencias que remitan a lo que ocurre con un desastre similar en zonas urbanas. De hecho, todo ocurre en descampados, con manadas de criaturas terroríficas, pero curiosamente naturales al acecho. “Dominion” evita con buen pulso escenas que muestren a sus dinosaurios como un fenómeno natural violento. De modo que, aunque la película plantea la posibilidad que en algún punto del futuro los dinosaurios puedan ser más peligrosos, el momento no se muestra en la película.

«Jurassic Park: Dominion» es un recorrido apropiado y entretenido por los puntos más altos de la franquicia. Y aunque el dominio anunciado de una raza creada de forma artificial no llega, sí es el preludio quizás de lo que vendrá más adelante. O, en cualquier caso, deja la puerta abierta a la posibilidad.

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