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"Black Panther: Wakanda forever", Marvel enfrenta a la muerte real

“Wakanda forever” es una intuitiva e inteligente reflexión acerca de la pérdida, la desolación y el luto, en medio de un escenario en apariencia trivial. Lo que lleva a la película, a cuestionar el origen mismo del cine de superhéroes. Estrena este 10 de noviembre

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Wakanda está herida de muerte. Es la primera idea que plantea la extraña, ambiciosa y curiosamente insatisfactoria “Black Panther: Wakanda forever” de Ryan Coogle. La secuela del éxito del 2018, comienza dejando claro su origen casi inevitable. La muerte del rey T’Challa (interpretado por el fallecido Chadwick Boseman) fue un golpe muy duro.

También asoma muy temprano una versión sobre el miedo a la diferencia que se convierte en uno de los grandes temas del film. El gran país ficticio de Marvel es ahora el centro de ataques, un territorio que pudiera ser colonizado, despojado y arrastrado hacia los lugares más oscuros de la ambición.

Ryan Coogler, que analiza la muerte desde la devastación, plantea desde las primeras escenas que el film que dirige no está destinado a ser un mero entretenimiento de masas o una versión amable sobre el dolor. En realidad, la frase de la reina Ramonda (una formidable Angela Bassett) para despedir a su hijo, resume el ánimo de esta producción creada a partir del dolor.

“Tu hermano está con los ancestros”, dice la monarca, en medio de un espacio inédito para Marvel, que con desconocida sutileza decidió homenajear en lugar de construir algo más efectista. Lo que ocurre a continuación es una historia que despoja a Wakanda de sus características esenciales, para luego permitir que las recupere a través de la lucha, la percepción del bien y del amor. Pero no será sencillo. Tampoco inmediato. “Hay batallas que deben forjarse a fuego” dice uno de los personajes, aturdido por la pérdida de su líder y héroe.

Wakanda y el dolor

En el ultratecnológico país africano, la tradición funeraria es íntima: quemar las ropas para despedir al que falleció. Es el primer paso para seguir y aceptar su partida. Para Shuri (Letitia Wright), todavía ese tránsito es impensable. A un año de la muerte de T’Challa, para la princesa heredera, el dolor abarca otras regiones mentales y espirituales.

Los primeros minutos de “Black Panther: Wakanda forever” son angustiosos. La muerte está en todas partes. No solamente por la forma directa y sin medias tintas en que el guion aborda la desaparición de T’Challa. También, por cómo el trágico suceso afecta al resto de los personajes.

El film es el primero de la factoría Marvel que explora el hecho de la muerte de un personaje sin acudir a lo fantástico. También interpreta con una sorprendente sensibilidad que su fallecimiento es un hecho natural. Tal vez el mejor homenaje que pueda brindarse a Chadwick Boseman es asumir su pérdida desde lo realista. El director lo hace, lo que brinda al film su primer gran triunfo narrativo.

La desaparición física del rey es un hecho que sacude los cimientos de la vida en el reino ficticio. Al mismo tiempo, deja una huella profunda en cada uno de los miembros de su familia. Tanto como para que el ritmo y el tono del film estén profundamente vinculados a sus primeras y dolorosas secuencias. Nada escapa del fallecimiento T’Challa.

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Shuri (Letitia Wright) es un genio tecnológico que no pudo luchar contra lo inevitable. La muerte de su hermano pesa sobre sus hombros y convierte a la adolescente que fue en una mujer que tuvo que madurar de prisa. Pero lejos de mostrar los lugares comunes sobre el sufrimiento emocional, el guion de “Black Panther: Wakanda forever” escoge escenarios espirituales sutiles.

Coogler, con una delicadeza narrativa que sorprende y conmueve, analiza el luto mediante un argumento que está más interesado en mirar la transformación de uno de sus personajes centrales como vínculo total con su contexto. Wakanda es un país sin rey, debilitado, con fronteras abiertas y convertido un botín apetitoso para la codicia del resto del mundo.

El sufrimiento como círculo defuego

En el centro de todo se encuentra Shuri. Coogler cuestiona la idea del luto a través de un personaje que, hasta entonces, fue percibido desde su alegría. El dolor de la princesa heredera es devorador y violento. Tan angustioso como para que haya un cambio definitivo en su manera de ver al mundo. Ya no se trata únicamente del genio tecnológico y la mente privilegiada de un país extraordinario, ahora es también un personaje escindido, roto y que debe tomar una decisión sobre su vida y el futuro. Uno que es incapaz de asumir, atrapada por la confusión y el desconcierto.

Lo mismo ocurre con Ramonda, una reina aislada por la muerte. Poco a poco, el film establece que la ausencia de T’Challa no es solamente una desgracia familiar. Es un hecho de naturaleza total que devastó la personalidad de los que le sobreviven. Pero aún más preocupante, dejó a Wakanda convertida en un territorio frágil. Uno que sufrió los rigores del chasquido y el blip y que ahora experimenta la inédita condición de ser asediado por sus riquezas. Para la reina madre, asumir el poder es un asunto de supervivencia. Para el resto del mundo, Wakanda fue un misterio y una rareza transformado en la posibilidad de una riqueza y poder incalculable.

Coogler dedica tiempo en mostrar este paisaje duro antes de analizar los otros peligros que acechan a Wakanda. Es evidente que la presión de múltiples direcciones condenará al país a un estado de zozobra que Ramonda encarna en medio de una fortaleza dolorosa y preocupada. Al otro lado, Shuri, es una sombra de sí misma. La princesa se tambalea medio de la doble presión de la sucesión al poder en su país y una responsabilidad generacional. El personaje rechaza ambas cosas y además asume que la muerte de T’Challa es un error que debe expiar.

En un escenario semejante, Wakanda perdió los últimos rastros de su preeminencia y cualidad invulnerable. El sólido guion consigue una metáfora clara y elegante sobre la desolación de la ausencia. Pero a su vez, lo combina con la idea de un peligro al acecho. Coogler logra que durante su primera media hora la película condense la idea del nuevo territorio en el que se moverá la secuela. Lo que permite que su segundo tramo sea una brillante ejecución sobre la lucha, el choque cultural y al final, la supervivencia misma.

Un reino acuático y una historiatrágica

Superpuesta a la crítica situación de Wakanda, se encuentra la amenaza de Namor (Tenoch Huerta) y Talocan, un reino acuático hasta entonces desconocido. La forma en que el film presenta la historia del ancestral territorio, tiene algo de mito. Uno, que claro está, se encuentra relacionado con una flor mágica (afectada por el vibranium) y sus consecuencias. También, de un eco a la Wakanda de la original “Black Panther”. La combinación de ambas cosas profundiza en la concepción sobre Talocan como una amenaza por su misma necesidad de mantenerse en secreto: es un yacimiento de abundante vibranium y es un pueblo que conoce los peligros del mundo exterior.

“Black Panther: Wakanda forever” dedica una buena cantidad de tiempo en analizar la percepción de Talocan como enclave poderoso. La historia de Namor se entreteje con la de su pueblo y también emerge como una figura entre grises. Este líder es de una espléndida rareza, un luchador que asume la responsabilidad con una integridad directa, tanto como para parecer violento, pero también para mostrarse como un líder preocupado por su deber.

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Su figura se contrapone con la fragilidad de Shuri, una heredera que no desea serlo. La princesa está consciente de que el dolor le empuja hacia lugares duros y desconocidos en su mente. Al otro lado, Namor solo tiene un objetivo: mantener a Talocan a salvo. La película juega con los contrastes, pero a la vez con la percepción del reino acuático en medio del peligro inminente de la codicia mundial. Si Wakanda cae o llega a ser vencida, Talocan podría correr la misma suerte.

La búsqueda de vibranium se ha convertido en un objetivo de varias naciones, lo que precipitará los acontecimientos. Tanto como para que un barco encuentre un yacimiento en mitad del mar y provoque que el precario equilibrio entre Talocan y el exterior se desplome. El punto de inflexión es también la ruptura entre la sensación de relativa paz luego del duelo de Wakanda. Coogler logra mezclar ambas situaciones e imprimir un ritmo frenético e inteligente al film. Mucho más, cuando la imponente presencia de Namor deja claro que para Wakanda el peligro se ha hecho más urgente y brutal.

Un tesoro peligroso

Ramonda es una reina que tuvo que asumir el trono sin desearlo, pero también es una madre en duelo. Una que todavía se recupera de la pérdida de su hijo mayor y que intenta sostener a su hija. Coogler, que utiliza al personaje como punta de lanza para comprender la cualidad de Wakanda para analizar su identidad, lo escoge para el primer encuentro con Namor. Luego de repeler la búsqueda de vibranium, el líder de Talocan sabe que necesita aliados que comprendan a cabalidad el riesgo que podría correrse si los yacimientos del valioso metal son descubiertos.

Claro está, asume que Wakanda podría ser parte del esfuerzo por mantener el secreto del vibranium y comprender la necesidad de hacerlo. Pero Ramonda y Shuri desconfían de un líder capaz de atacar un barco con civiles y además, achacar la culpa a su país. Por curioso que parezca, “Black Panther: Wakanda forever”logra crear una tensión política entre personajes a partir de singulares conversaciones. Hay una concepción complicada y dura acerca de la responsabilidad sobre pueblos y culturas con apenas contacto con el mundo. Tanto, para construir la sensación de que la presión aumenta por momentos sobre Wakanda y que un ataque al país es inminente.

Pero ¿realmente hay una manera de encontrar el vibranium, un enigma casi convertido en mito? De hecho, la hay y es la oportunidad en que la película presenta a uno de los personajes más esperados en el universo cinematográfico de Marvel. Riri Williams (Dominique Thorne), una estudiante de extraordinarias capacidades del MIT, es la responsable de lograr el peligroso registro del metal. Ayudados por Everett Ross (Martin Freeman), Wakanda intenta evitar que Riri sea descubierta por Namor o incluso atacada por su gente. Poco a poco, el clima de la película se hace más enrarecido. El dolor parece haber convertido ahora en algo más duro, complicado y violento.

La gran batalla

Para su tercer tramo, la película logró encontrar un ritmo ágil y bien construido. En especial, un tono adulto que la aleja por completo del resto del universo cinematográfico de Marvel. Tanto en el análisis de las relaciones entre pueblos, culturas y razas, como en la percepción del bien y del mal.

De la misma forma que en “Black Panther” del 2018, Coogler está mucho más interesado en la evolución de sus personajes que en los escenarios bélicos. Eso, a pesar de que gran parte de “Black Panther Wakanda forever” es una batalla estratégica entre dos reinos poderosos. Pero para el director, son estas figuras portentosas, frágiles, en medio de situaciones vulnerables, las que sostienen su argumento y le confieren al film el indudable tono de un drama concebido para analizar la amenaza de la ambición desmedida.

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Poco a poco, Coogler configura la posibilidad de que Wakanda deba luchar por su supervivencia o enfrentar su derrota total. De modo que Nakia (Lupita Nyong’o) debe entrar en acción. Lo mismo que Okoye (Danai Gurira), quien atraviesa el momento más complejo de su liderazgo militar. Pero para Coogler, los matices de las grandes hazañas heroicas no están en el poderío sino en las decisiones de sus personajes.

Son justamenta estas las que finalmente brindarán un lugar en la historia al nuevo Black Panther. Con una inteligencia poderosa y emocional, el guion reconstruye el paso del nuevo superhéroe hacia sus decisiones más duras. Lo que incluye un encuentro directo con el terror en la tierra de los ancestros, el paraje que todo el que porte el traje negro debe alcanzar.

Pero ¿qué ocurre si, en lugar de inspiración, el reino místico solo brinda mayores dudas? Es la gran pregunta que se plantea el film en un inteligentísimo giro de trama. El nuevo protector de Wakanda no solamente es el heredero de las garras, también debió atravesar la prueba definitiva de su corazón, voluntad y bondad. Un reto inédito que emparenta al personaje con su versión más reciente en los cómics.

El círculo se cierra en Wakanda

Cuando otra muerte ensombrece al reino, Wakanda se levanta de sus cenizas para luchar. Namor es un enemigo formidable y ahora tiene un contrincante lleno de rabia justiciera. El nuevo portador de las garras debe decidir entre la venganza o rendir tributo al traje que lleva. Y M’Baku (Winston Duke) emerge como la voz de la razón.

La unificación del reino y el futuro tiene mucho más peso que la simple violencia. Llevar el traje de Black Panther es un tributo a la memoria de T’Challa y todos los que le precedieron. Al final, la redención llega para el nuevo héroe, que incluso en las peores circunstancias logra vencer su dolor.

“Black Panther: Wakanda forever” se convierte así en un film de Marvel que cuenta la historia de origen de un superhéroe vinculado a otro mayor. Un mecanismo de nostalgia, que a la vez tiene vida y sustancia propia. Una rareza narrativa y espléndida que el film elabora con una cuidadosa mirada al futuro.

Finalmente, Shuri puede despedirse de la memoria de su hermano y comenzar su propio camino. Frente al mar, la vieja costumbre de Wakanda se consuma. También, en quizás la más emotiva escena poscréditos de toda la franquicia, la vida encuentra un lugar para manifestarse. La muerte signó la mayor parte de la trama de “Black Panther: Wakanda forever”, pero es la promesa del porvenir, más amable y primaveral, lo que cierra una historia dolorosa y de formidable profundidad.

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