Su entrenadora es Andrea de Alfonso, una madrileña de 29 años que desde hace dos reside en la Gran Manzana. Asistió entonces a la New York Comic Con, una convención anual de aficionados de cómics, novelas, películas y series de televisión, dónde se quedó prendada de un partido de Quidditch de los Basiliscos.
“Yo era fan de Harry Potter, aunque no muy locamente, pero me gustó muchísimo porque es un deporte muy físico. Al pensar en Harry Potter crees que estos son unos frikis o unos empollones, pero no es así. Nosotros placamos y no llevamos protecciones, acabas en el suelo y llevas una escoba entre las piernas todo el rato”, dijo a Efe.
Pero desde hace tiempo los Basiliscos ya no están solos en Nueva York, sino que el país se puebla de diferentes equipos, la mayoría de los cuales están ligados a las universidades. Son mixtos y no hay discriminación por razón de sexo, ya que hombres y mujeres siempre deben tener la misma representación en el terreno de juego.
Uno de los fundadores de este curioso grupo, el neoyorquino Christopher Cabeza, explicó a Efe que para él, que nunca había tenido mucho apego a los deportes, descubrir que podía “sacar el Quidditch del libro y llevarlo a la vida real” fue algo maravilloso.
“Me encontré con Harry Potter en la biblioteca pública cuando tenía 14 años, y fue uno de esos libros que tu simplemente no quieres dejar. En el momento que lo abandonaba para ir a cenar o algo parecido no podía parar de pensar en él. Me cautivó desde el primer número y he sido fan desde ese momento”, agregó.
Este Quidditch para “muggles” o personas no mágicas respeta en la medida de lo posible las reglas de juego que aparecen en los libros, pero la ausencia de magia hace que muchas veces tengan que realizar curiosos esfuerzos añadidos.
Por ejemplo, en lugar de deslizarse sobre sus escobas voladoras, los participantes sujetan escobas ordinarias entre las piernas mientras intentan encestar “la quaffle” o el balón principal en uno de los tres aros que hay en los límites de cada mitad del campo.
Además, en el mundo de Harry Potter los partidos se acaban cuando uno de los dos buscadores caza “la snitch dorada”, una pequeña, escurridiza y casi invisible pelota alada. Una situación que los creadores del Quidditch para no-magos tuvieron que idear con ingenio e imaginación.
Así, la pequeña “snitch dorada” se convirtió en un jugador vestido de amarillo que corre velozmente por el campo en un momento avanzado de la contienda, y el primero que consigue alcanzarlo en su carrera, siempre con la escoba entre las piernas, obtiene 30 puntos para su equipo y el final del partido.
El Quidditch para “muggles” fue inventado en 2005 por unos estudiantes del Middlebury College, en Vermont (Estados Unidos) y rápidamente se extendió por muchas otras partes del mundo. Federaciones de países como Argentina, Canadá, México, Bélgica o Alemania ya forman parte de la Asociación Internacional de Quidditch.
El deporte sobre escobas volvió a ser noticia este pasado verano, cuando la multimillonaria creadora del niño resucitó a un Harry Potter de 33 años con un relato de la periodista Rita Skeeter sobre el Mundial de Quidditch y una crónica de un partido narrada por Ginevra “Ginny” Potter.