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La bicicleta: nuevo símbolo de estatus

Con su elegancia silenciosa, la bicicleta se abre camino entre los símbolos de estatus del siglo XXI, en modelos personalizados o firmados por grandes del diseño y la moda

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En París, Milán o Tokio, la élite urbana  escapa al estrés del tráfico de automóviles y motos pedaleando «chic», sin contaminar ni perder la calma. Los diseñadores rivalizan en imaginación para responder a esa tendencia.

Fuera del anonimato de los sistemas de «bicis compartidas» que circulan por las ciclovías en todo el mundo de Copenhague a Buenos Aires, la montura personal del hípster, el empresario hiperactivo o el «bo-bo» (burgués bohemio) termina siendo su tarjeta de presentación.

El caballo del dandi

Al otro lado de los Alpes, el fabricante italiano de bicicletas de lujo «43 Milano» apeló a Pininfarina para concebir su «Fuoriserie» en acero cromado (8.400 euros, 10.500), equipada con un discreto motor eléctrico en la rueda trasera e inspirada en un modelo icónico de automóvil creado en los años 30 por el famoso diseñador italiano.

«El cuero trenzado del sillín y el manillar están inspirados en el tapizado de aquel automóvil», explicó Paolo Pininfarina, presidente de la empresa. Un producto en edición limitada, para «dirigentes que viven en el centro de la ciudad, donde el tráfico a menudo está restringido».

Inventado por el barón alemán Karl von Drais en 1817, el «caballo del dandi» pasó a ser un emblema popular a mediados del siglo XX. Pero ahora la bicicleta parece añorar sus raíces elitistas con modelos sofisticados: Mercedes Benz, Porsche, Maserati, Lamborghini y Ferrari también tienen cada cual su modelo de bicicleta de alta gama.

«Con la bicicleta, la gente recupera la independencia que tenía con el automóvil sin los inconvenientes del tráfico: hacen ejercicio, respiran y se liberan», explica Bruno Urvoy, un experto en marketing que detectó el filón y abrió la tienda «En selle Marcel» en el centro de París, especializada en «bellas bicicletas» y marcas de gama alta gama que privilegian el placer y la estética.

Fabricantes italianos, británicos y alemanes suministran modelos deportivos o urbanos. Por 1.450 euros, uno puede salir trepado a una Schindelhauer modelo «Siegfried» de diseño depurado y marco de aluminio. Para poseer una «Ludwig 18», también con transmisión por correa sin cadena y sillín de cuero Cooper, habrá que desembolsar más del doble.

Estamos lejos de la austera bicicleta holandesa o la clásica «Pinyin», la popular «paloma volante» producida en China a partir de 1950 en más de 500 millones de unidades.

El cielo es el límite

Otra tendencia con viento en popa: personalizar o reparar con repuestos sofisticados modelos «vintage» de alto valor afectivo -la bicicleta de la adolescencia o la del abuelo- que le traen los clientes.

«Antes -explica Urvoy- el automóvil era un poco la vitrina del estatus social, pero la bicicleta está recuperando ese rol, que permite decir a los demás ‘éste es mi estilo de vida y mi imagen’: para algunos es tan importante como la marca de los zapatos».

Hay creadores de modelos individuales, como Sueshiro Sano, fabricante japonés de yates de madera según una tradición que remonta a nueve generaciones y que crea sofisticadas bicicletas de madera en Tokio.

Las casas de moda no se quedan atrás. Dolce & Gabbana tiene su modelo, Paul Smith diseñó un sillín con rayas coloridas. Y como sucede con la alta fidelidad o los automóviles deportivos, a medida que crece la sofisticación el techo es el cielo: una bicicleta Aurumania enchapada en oro con 600 cristales de Swarovski cuesta unos 80.000 euros.

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