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"Bandidos de un solo brazo" viajan a Dominicana por su novena Copa del Mundo

El entrenamiento comenzó a las 8:45 am el 8 de julio. Después de unos cachitos de jamón y cafés con leche, los Bandidos de un solo brazo y sus técnicos se cambiaron en el dugout del campo de béisbol del Polideportivo Luis Aparicio en Caricuao, Caracas. 

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Fotografía y video: Andrea Hernández

La camadería reinaba mientras se amarraban las trenzas de los zapatos con tacos y se vestían con el uniforme de franela dry-fit blanco y rojo y short azul que les donó el presidente del Sistema Integral de Transporte Superficial (Sitssa), Ricardo Moncada.

Este año fue particularmente difícil conseguir pasajes de avión para asistir al XIV Mundial de Softball para personas con discapacidad de la organización estadounidense «One-Arm Bandits» en República Dominicana.

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Los 943 kilómetros de mar entre Santo Domingo y Caracas se multiplicaban a medida que los días pasaban sin comprar los boletos.

Estaban lo suficientemente desesperados como para tocar puertas que no tocarían normalmente. Longa había conseguido el número de teléfono del pitcher de Detroit Tigers, Aníbal Sánchez, en un partido amistoso con varios peloteros de las Grandes Ligas en Maracay el 24 de enero de 2014.

A los grandeliga les sorprendió como el capitán -quien lleva 11 guantes de oro- atrapaba la pelota entre su espalda y el guante, y como la subía con el pie sin agacharse.

Agotaron los recursos antes de intentar hablar con el beisbolista profesional. «Entonces necesitábamos los boletos y lo llamé porque teníamos una emergencia», aclaró. Sánchez preguntó cuántos pasajes necesitaban y Longa le respondió que seguro todo le salía más barato porque todos tienen una mano menos. Cuenta Longa que el pelotero de Detroit se rió y le respondió:

“Que la gloria sea de Dios, cuando queden campeones, los espero para compartir todo este regalo juntos”.

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Gracias a Sánchez, los 20 atletas (3 técnicos, un preparador y 16 jugadores) que entrenan en el campo de Caricuao van por su noveno trofeo de campeones del mundo. Se llevan su buen humor y su bromas sobre los muñoncitos o el «dedo más alegre de Caracas». La seriedad la dejan para el campeonato.

Adiós, capitán

En pleno entrenamiento, Longa se subió la liga de los shorts azules por encima del ombligo mientras atrapaba la bola con la espalda y el guante. Los ejercicios son duros y se extienden cuatro horas o más, sus compañeros agradecen que salpique la práctica con payasadas y ellos le agradecen con risas a todo gañote.

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El motor del equipo es Longa. Todos cuentan que tuvieron que pasar por él para formar parte del equipo. En el caso de Daniel Urbano, el capitán se le acercó durante un torneo interuniversitario. «Me vio bateando y atrapando flys –en ese momento jugaba de jardinero- y me invitó a jugar con ellos», dijo durante un momento de descanso. Ya tiene 10 años con los Bandidos.

El presidente de la fundación Bandidos de un solo brazo y catcher del conjunto, Mario Fabiano, sufrió un accidente con fuegos artificiales y se retiró de la pelota profesional; ya había firmado con los Astros de Houston. Un día, cuenta Fabiano, se encontró con el comentarista de béisbol Ramón Corro y lo regañó por dejar el béisbol. Le ordenó que se comunicara con José Longa y se unió a la selección después de desarrollar un agarre con los dedos que le quedaban en la mano derecha.

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Luego de 20 años, el capitán deja Caracas por Miami, Estados Unidos. En la rueda de prensa declaró que se busca mejores oportunidades para su familia, pero que va a extrañar «a los muchachos».

Longa forma parte del conjunto desde sus inicios en Venezuela. Es un veterano de los Bandidos de un solo brazo.

Desde 1994

Víctor Rosario fundó su equipo «One-Arm Bandits» en Estados Unidos en 1994. Trabajaba como supervisor de seguridad en el Jackson Memorial Hospital de Miami. Nació con una deformidad en el brazo derecho.

La idea, contó el capitán cuando iba a buscar su botella de agua en el dugout, surgió a raíz de una conversación con un joven paciente en el hospital al que le tuvieron que amputar 3 dedos. Oswaldo Flores importó el proyecto en 1996. Hizo un scouting y allí aparecieron los nombres de Longa y Andrés Orro.

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Varios espectadores guindaban sus manos de las rejas durante el entrenamiento. Justo antes de comenzar el bateo, apareció una familia que se identificó como practicante de la fe evangélica y convocaron a los peloteros al centro del diamante de tierra para rezar.

En un círculo, el hijo mayor oró para que los Bandidos llegaran a casa con un trofeo en sus manos. Bajo el sol de medio día, arrodillados, todos respondieron con más volumen de lo normal: «Amén, así sea».

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