De Interés

Letanía de la cola

Hoy hice cola para comprar comida. Hoy hice cola para comprar gas. Para comprar una batería (que no compré porque no había). Hoy hice cola para comprar una medicina. O más bien, para no conseguirla. Para montarme en un autobús. Y en el metro. Para sacarme la cédula. Para sacarme la licencia de conducir. Para el pasaporte. Y para pedir una tarjeta de crédito en un banco del gobierno.

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Hoy hice cola para sacar plata de un cajero automático, con miedo de que llegara un malandro y me sacara la plata a mí. Y la vida, con miedo a que me sacara también la vida. Hoy hice cola para que me robaran, porque el malandro al que nos entregábamos felizmente, tiene fama de que te deja la cartera y los documentos y no te mata. Me dieron mi certificado de persona robada, pero al parecer no sirve de mucho. Hoy hice cola hasta para comprarle a un bachaquero. Cuando llegué, el bachaquero ya lo había vendido todo. Hoy hice cola para ver de cerca el espectáculo de farándula de los candidatos a la asamblea del PSUV.

Limardo hacía esgrima, Ricardo Sánchez daba grima. Roque Valero le pedía consejo a Jorge Drexler. Drexler le respondió que con tal que no siquiera copiando su música, todo estaba bien. Hoy una muchacha recibió un puñetazo en la cara por parte de una mujer que está llena de odio. La razón: la muchacha le reclamó a la mujer que dejara de empujarla… en la cola… del mercado. La mujer llena de odio le dijo: «¿Qué, crees que te voy a contaminar?». «No, tan sólo que es incómodo que a uno lo estén empujando todo el tiempo». «Maldita seas tú y todo tu familia», le respondió la mujer llena de odio y le dio un puñetazo en la nariz. A la chica hubo que hacerle cirugía.

Hoy hice cola para encontrar un pensamiento decente en mi cabeza. No lo encontré, tengo colas y colas de pensamientos confusos dándole vuelta a mi mente. A las opiniones sensatas —porque yo sólo tengo opiniones—, en estos días, se les hace difícil sobrevivir. Las «verdades», las grandes verdades de los que siempre tiene razón y nos miran con desprecio, esas «verdades», en cambio, son como las cucarachas, que hasta a la radioactividad resisten. ¿Por cierto, será cierto que las cucarachas resistirán al apocalipsis?

Hoy hice cola y me adormecí. La cola adormece, nos mata el espíritu. ¿Quién tiene tiempo para otra cosa sino de preocuparse por llevar comida a su casa? ¿Quién tiene tiempo para ideas como libertad y democracia cuando tienes la nevera vacía y sabes que los estantes de los mercados están vacíos también? ¿Quién tiene tiempo para pensar que quizás esto sea a propósito? Hoy hice cola para escuchar en la radio a un venezolano soberbio premiado en el exterior en cualquier cosa, hablando como con un tono de Martin Scorsese que jamás ha utilizado Martin Scorsese. ¿Por qué los venezolanos nos volvemos así de soberbios por cualquier premio que nos ganamos afuera? ¿Hasta cuándo los venezolanos vamos a dejar de ser tan creídos cuando agarramos, apenas agarramos, un poquito de fama? Hoy hice cola para hacer cola.

Porque donde hay cola hay algo que comprar, algo que necesitamos, algo escasea, algo que pronto se va a acabar, que ya no habrá más. Por eso hay que hacer cola siempre, por si acaso. Hoy hice cola en la autopista. Mucha cola. Los motorizados me pasaban a los lados, ellos no hacen cola. La cola es el medidor de la astucia en Venezuela. Mientras menos cola hace usted, más astuto, más venezolano astuto es. No hacer cola en este país es un privilegio. Mientras menos cola hace usted, más privilegiado. ¿Pero qué implica no hacer cola? Implica ser amigo de alguien, implica pagar por no hacerla y y que te pasen por otro lado, implica tener mucho dinero, tanto dinero que usted pueda comprar tranquilamente productos carísimos por los que nadie hace cola porque no se tiene el dinero para pagarlos.

Un amigo se preguntaba en estos días cómo se benefician los astutos que venden los baratos dólares que les dan sus amigotes del gobierno. Pues se benefician teniendo muchos bolívares que les permite vivir en Venezuela como si Venezuela fuese otra distinta a la que hoy es. Ellos viven en Venezuela y no se van de país porque el país es su negocio.

Aquí es donde pueden medrar en sus trampas sin que se les castigue. Esa gente, con muchos bolívares, no hace cola. Nada les falta. Esa gente se ha creado un país a su medida, un país de cristal, un país de mentiras montado sobre mentiras. Amar al pueblo, pero no hacer cola. Porque hacer cola es como hincarse de rodillas. Pero no crea, este país tiene décadas macerando las colas. Los más vivos, de aquí y de allá, siempre han evitado hacer cola.

Un corrupto es alguien que no hace cola. ¿Ha visto usted a los hijos dilectos de Chávez haciendo cola? Y digo «dilectos» porque hay mucho hijo de Chávez que no es dilecto y que hace que jode cola. Eso sí, para votar también voy a hacer cola. Usted, que se las sabe todas, que no va a votar, pues no haga cola. Usted cuenta con su astucia.

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