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Fallece Polo Linares, un reportero que contó el drama de vivir en dictaduras

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Por Cecilia Linares. En tiempos de noticiosos portales digitales y redes sociales saturadas de información, cuando especialistas y académicos han decretado una nueva manera de hacer periodismo, vale recordar la arriesgada travesía emprendida por el entonces reportero político “estrella” del diario El Nacional, Leopoldo Linares (Polo), que lo llevó a Argentina y Chile con la misión de recopilar el material que luego daría forma a la serie de reportajes “El volcán del Cono Sur” y por los cuales recibió el Premio Nacional de Periodismo en 1978.

Desde su cama en la habitación 606 de un reconocido centro clínico caraqueño, adonde fue trasladado de emergencia por trastornos respiratorios, mi padre me regaló un tesoro: el cuento completito, con antecedentes y epílogo, del cómo fue que en 1978 se hizo merecedor del Premio Nacional de Periodismo con una serie de trabajos elaborados desde las entrañas mismas de las dictaduras que asolaban a Argentina, Chile y Uruguay, célebres, entre otras cosas, por planificar y ejecutar el macabro Plan Cóndor.

Los “achaques” y dolores van quedando atrás a medida que el Polo se adentra en el relato y sus ojos brillan vivaces al recordar, incluso, el título del segundo trabajo de la serie: “No sabemos gobernar”, frase atribuida al almirante Emilio Massera, jefe de la Armada Argentina e integrante de la Junta Militar que gobernaba el país austral, y quien alegaría después no haber dado nunca la entrevista al reportero Linares.

“A Uruguay no pude llegar, el gobierno negó la visa para el ingreso. Algunos colegas ofrecieron guiarme para entrar por la frontera desde Argentina, pero decidí que era muy arriesgado. Además, los reportes que llegaban de esa nación sureña hablaban de una represión bárbara”, recuerda Linares.

El Volcán del Cono Sur II

La idea de contar cómo era la vida de argentinos, chilenos y uruguayos bajo la bota militar -utilizando para ello entrevistas con líderes de distintos partidos políticos, economistas, una prominente figura militar y hasta un expresidente- surgió en Caracas fruto de nostálgicas conversaciones con amigos exiliados, quienes le pidieron al Polo mantener viva la memoria de sus países mediante lo que él sabía hacer mejor: escribir reportajes.

En ese entonces Simón Alberto Consalvi se desempeñaba como ministro de Relaciones Exteriores y hasta su despacho fue Linares para plantearle el proyecto. El canciller le extendió al reportero un pasaporte diplomático con poderes plenipotenciarios, y ese fue el principio de una arriesgada aventura periodística que contó con la colaboración de una red de amigos y colegas, quienes hicieron posible el resguardo de la integridad física del Polo, los contactos con entrevistados y el traslado a Venezuela del material recopilado.

“El Nacional nos enconmendó la difícil tarea de auscultar sobre el terreno la situación político-militar del Cono Sur. Dentro de esta misión destacaba pulsar la constante violación de los derechos humanos y, muy especialmente, el drama de los desaparecidos”, escribió Linares en la primera de las seis entregas de la serie, publicada entre el 23 y el 28 de noviembre de 1977.

En opinión del periodista Fernando Peñalver, el trabajo de Linares tuvo cuatro aspectos resaltantes: uno, representado por la valentía de ir hasta el lugar de los acontecimientos, estando estos países en plena dictadura; lo segundo es el trabajo de investigación previo al viaje; tercero, el haber tejido redes de cooperación e información en una época cuando no existía “la red de redes” y por último, el saludo a los colegas periodistas al hacerlos protagonistas de primera línea en la consecución de sus objetivos.

– Las calles de Santiago –

“Al llegar a Santiago, me puse en contacto con un amigo periodista y me alojé en su casa, un hotel habría sido terreno fácil para cualquier acción de las fuerzas represivas”, relata Linares.

El secretario de la Embajada de Venezuela en Chile me facilitó un vehículo y de esa manera, tuve mayor seguridad y comodidad.

Eran tiempos difíciles y tal como lo relata el Polo en su crónica “los chilenos lucen taciturnos, pensativos, meditabundos; pareciera que el peso del régimen los ha afectado profundamente…”.

En ese país, incluso, el expresidente Eduardo Frei prefirió dar la entrevista en los jardines porque temía que dentro de la casa sus conversaciones pudieran ser grabadas.

En Santiago, Linares fue también hasta la cárcel pública para entrevistar allí a Erick Schnake, exsenador e integrante del comité central del Partido Socialista, quien purgaba una condena de 25 años. Concluida la conversación, el reportero le pidió a Schnake el nombre de algún economista que pudiera profundizar acerca de la situación que vivía el país, pero al momento de recibir un papelito con un número telefónico sintió la mano del guardia en su hombro y escuchó la escueta orden: “Acompáñeme”.

“Ahí sí me asusté”, recuerda el Polo, “y pensé lo peor. Al llegar a la dirección del penal, otro uniformado de mayor rango tenía sobre el escritorio mis credenciales. Me preguntó por la persona a quien había ido a entrevistar y porqué estaba buscando otros datos”.

Además, dijo el militar, usted representa un periódico que es “enemigo de Chile”.

“Esbocé alguna explicación elemental sobre protección de las fuentes, periodismo, libertad de información, hasta que el director de la cárcel, cortante, me dijo: `Ciudadano, abandone el penal`. Al salir, la brisa fresca me recordó cuánto amaba la vida y solo al llegar a casa de mi amigo, sentí que podía descansar”, evoca Linares.

– ¡Esa noche celebramos! – recuerda el Polo. – ¿Y cómo, papá? – pregunto yo con gran ingenuidad.
– ¡Con caña! – contesta el Polo, al son de una traviesa carcajada.

La frase “ciudadano, abandone el penal” se haría célebre y sería repetida en infinidad de encuentros y tertulias con amigos y colegas, claro, ya en suelo venezolano y a salvo.

El Volcán del Cono Sur II

– Días de celebración –

Una vez publicados los trabajos en la portada del Cuerpo D de El Nacional, sus compañeros de Redacción lo postulan al Premio Nacional, galardón que obtiene con una alta votación del jurado.

Las mieles, degustadas a buen resguardo, se sucedieron durante varios días: felicitado por colegas, embajadores y hasta presidentes; entrevistado por las agencias internacionales de noticias, leído aquí y allende fronteras, el Polo recibió el Premio Nacional de Periodismo, un 27 de junio de 1978, de manos del entonces presidente Carlos Andrés Pérez.

Es tarde, desde la ventana de la habitación de la clínica observo la desierta autopista del este, pequeños aviones militares parecen dormir en sus hangares, la Caracas de mi infancia está tranquila.

El Polo duerme, lo posible entre una y otra ronda de enfermeras, el viaje al pasado lo dejó cansado, y contento.

A lo lejos, atisba apenas la luz del alba. Amanece.

Fotos: Cortesía Archivo El Nacional/ Colección familiar

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– Antes del 2.0 –

– Durante su viaje y en todas las entrevistas, Linares se identificó siempre como periodista de El Nacional, periódico que lo mandó como Enviado Especial.
– Luego de la recopilación de los datos y las entrevistas (sin grabaciones), el material fue enviado a Venezuela por valija diplomática.

Perfil
Leopoldo Linares comenzó su carrera como periodista en el antiguo Consejo Supremo Electoral; también cubrió la fuente parlamentaria en el Congreso Nacional, fue jefe de prensa de la Contraloría General de la República y director de Información del Concejo Municipal del Distrito Federal.

En sus 30 años de labor, se destacó en la fuente Política en los diarios La Esfera, La República, La Verdad, El Universal y El Nacional. Asimismo, colaboró con las revistas Semana, Élite y Momento.

Entre 1990 y 1996 fue Cónsul General de Venezuela en Barcelona, España, y en el último año, Decano del Cuerpo Consular.

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