De Interés

Leyendo con Aristóteles (en torno a la lectura como una actividad útil)

Durante mucho tiempo, y con más frecuencia, nos han ido metiendo en la cabeza que las cosas que aprendemos han de ser utilitarias.

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En Ética a Nicómaco, Aristóteles explica que hay que hacer acciones justas y moderadas para llegar a ser bueno, virtuoso. Parecería una perogrullada esto que el sabio nos está diciendo, pero a renglón seguido, entendemos por qué. Veamos: para ser bueno hay que hacer acciones justas y moderadas, «pero la mayoría no ejerce estas cosas, sino que, refugiándose en la teoría, creen filosofar y poder, así, ser hombre virtuosos.» (Ética a Nicómaco, 1105b).

Es decir, no hago nada, según Aristóteles, solamente con el conocimiento, con la episteme, si además no llevo este conocimiento a mi vida, a la práctica, al hábito de intentar ser buena persona. Lo mismo, creo yo, aplica para la lectura. Y digo esto, porque con frecuencia nos suelen achacar que leer es un placer que nos hace mejores persona, y es cierto, es un placer y nos compone. Pero, ¿cómo debemos entender ese placer que nos «salva»?

Leer por leer, nos dicen, y sí, la lectura debe ser querida por sí misma, deseada por ella misma. Y creo que acá es donde está nuestro mayor problema con la lectura. ¿Cómo le hace usted entender a un joven o a un niño que la lectura es un bien en sí que se traduce en una actividad que nos hará mejores personas? ¿Cómo lo hacemos en un mundo donde la enseñanza apunta cada vez más hacia una filosofía que se afinca en el éxito como cosa material?

Durante mucho tiempo, y con más frecuencia, nos han ido metiendo en la cabeza que las cosas que aprendemos han de ser utilitarias. Las universidades del mundo insisten en el desarrollo del estudiante para la vida profesional. Y eso está muy bien, cómo no, y nada tengo contra la práctico que tanto ayuda y tan necesario es (sobran los recuerdos en los que he escuchado a unos cuantos profesores sabihondos discutiendo cuatro tonterías en tonos altisonantes que al final a nada te llevan). Mi punto es que todo lo práctico no necesariamente debe apuntar hacia lo profesional. Todo lo utilitario y lo práctico no necesariamente debe apuntar hacia el desarrollo económico. Porque este asunto de la lectura como un bien no apunta, para nada, hacia aquello que debe ser desechado porque no es útil. Lo que debemos entender es que la lectura, como bien que es querido por sí mismo, es una actividad práctica y útil para la vida que debería formar parte del conjunto de acciones que nos conformarán como buenas personas. Ser buena persona es un asunto de práctica, sobre todo de práctica.

Cada vez escucho más noticias sobre la desaparición de las humanidades, como si éstas fuesen una pérdida de tiempo, como si de nada sirvieran. Creo, entre otras cosas, que hemos olvidado a Aristóteles y su ética. Quizás, sí, debamos volver a Aristóteles y, ¿por qué no?, a la filosofía de la práctica, pero a la filosofía de verdad y no a esas cosas facilonas e inspirativas. Anótese: no deberíamos separar la lectura de una actitud ética, de la actividad ética.

La idea del bien, de la lectura como bien, forma parte de una práctica del bien, y debería tender hacia la vida intelectual que intenta sobreponerse a la vida material como única opción de vida. Leer no termina de convertirse en un placer, porque no terminamos de entender que hay actividades que son placenteras y buenas por sí mismas que tienden a hacernos mejores seres humanos. Tan sólo eso: mejores seres humanos. ¿Es poco?

Aristóteles decía que la virtud no es un estado de reposo. ¿De qué nos sirve la virtud como estado de reposo? La virtud es una actividad que además se ha de relacionar con los otros. Lo mismo la lectura. La lectura no es un estado mental que nos hace perfectos porque sí. ¿De qué nos sirve la idea de lectura como reposo? La lectura es una actividad que se práctica con uno mismo y luego a través de otros.

Entonces, ¿leer para qué? Pues leer porque el ser humano debe amar las cosas buenas en su necesidad de ser bueno. ¿Qué hace usted siendo el mejor ingeniero de su promoción, si nunca aprendió a ser un buen ser humano?

Leer es un placer en sí, pero porque es una actividad que nos debería hacer, y acá la dimensión política, mejores ciudadanos. Pero no mejores ciudadanos porque lo que dice la literatura es lindo o profundo, sino porque la práctica de la virtud empieza por querer las cosas que son buenas y agradables en sí mismas.

Quizás no todo sea preparar a nuestros jóvenes para ser exitosos materialmente. ¿Por qué, además, cada vez que pretendemos meter algo de humanidad en nuestras vidas, nos vamos hacia palabras como liderazgo, coaching, sanación, competencias y cosas de esas que apuntan, a mi modo de ver, siempre hacia triunfos materiales? ¿Por qué siempre que hablamos de espíritu nos metemos en las ridiculeces facilonas? ¿Se nos ha olvidado ser serios espiritualmente?

¿Qué les estamos enseñando a nuestros jóvenes?

¿Qué ideas soportan la lectura como un placer deseado?

Aristóteles va a decir en la misma Ética a Nicómaco, que el bien mayor es la felicidad, el buen vivir, el vivir armónico. Deseamos la felicidad porque es buena en sí misma, y vamos realizando acciones que nos lleven a ella. Pero la felicidad, una vez más, es un bien querido en sí mismo y el más grande de todos. No podemos alcanzar esa felicidad, pero sí podemos realizar acciones, actividades que procuren la felicidad, acciones que son también otros bienes. Acá debemos recordar que Aristóteles no niega los bienes materiales, pero no son ellos los que no hacen felices, sino que ayudan. (¡Oh tú, burgués, Aristóteles!)

Ninguna acción que se escape a los fines de esa felicidad como algo bueno en sí mismo, cabe en esas actividades. La lectura, volviendo al tema, es un bien que debería contribuir al bien mayor: la felicidad. La lectura, incluso, es una forma de política que nos debería hacer mejores ciudadanos, habitantes de las polis. Para Aristóteles, la disciplina que se encarga de la felicidad, del buen vivir, es la política. Porque es mejor un bien que abarque a muchos que a uno solo o a unos pocos. Así que sí, la lectura es un placer, pero, ¿sabemos realmente lo que estamos diciendo cuando decimos esto? No lo sé.

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