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Historias Vagabundas | Eric Mijares: "La vida no es complicada, nosotros lo somos"

Eric cuenta con pocos recursos económicos y se las arregla para mantener a su principal motivación: sus hijos. A pesar de no tener mucho, le sobra la amabilidad y la esperanza que tiene un verdadero optimista y soñador.

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Vive en Catia, y desde hace 12 años -después del mediodía- pueden ver diariamente a Eric en el semáforo ubicado al frente de la salida del Metro de la estación Miranda, cercano al supermercado Gama de Santa Eduvigis. Eso supone un largo recorrido para quien se desplaza por silla de ruedas en la agitada ciudad caraqueña. Sin embargo, su rutina no la considera monótona: “Siempre veo algo distinto o conozco a alguien nuevo”, afirma con actitud despreocupada y con aires de una extraña tranquilidad que emana.

La necesidad por falta de trabajo como persona discapacitada, le ha hecho a recurrir las calles para pedir a los conductores de la zona cualquier colaboración para llevar la poca comida que consigue a casa. Su anhelo, confiesa, es salir de esa esquina que “entre el humo de los carros, el calor, la sed y algunas personas que lo tratan a los golpes”, dice ya sentirse cansado.

Eric es un personaje reconocido por los alrededores de Santa Eudivigis, la zona que marca la frontera entre los municipios Chacao y Sucre. Mientras contestaba a mis preguntas, al menos unas 15 personas lo saludaron, le desearon las buenas tardes, se preocuparon por preguntarle cómo estaba y, uno que otro, le deslizaba algún billete de «colaboración a la causa».

Para Eric, su felicidad más grande son sus tres  hijos, una niña y dos varones. Todo lo que hace es por ellos, y para él no existe mayor satisfacción que el cariño y afecto de sus pequeños al llegar a casa (mira al cielo con ojos brillosos y sonríe lleno de gracia).

Sobre todo cuando dos incidentes cambiaron su vida: un accidente, al ser en primer lugar, alcanzado por una bala en un intento de robo mientras iba a trabajar y luego al perder sus dos piernas por motivo de una caída en una alcantarilla que le fracturaría los huesos y que, posteriormente, se infectarían a causa de una bacteria de aguas negras.

Desde ese momento, el apoyo de sus hijos -aunque no pasen de la mayoría de edad- ha sido fundamental en las ganas por seguir viviendo. “La vida es muy bonita y no es complicada, los complicados somos nosotros”, afirma con un optimismo que contagia.

A pesar de su discapacidad, los sueños de este hombre son los de cualquier padre venezolano: ver que sus hijos se conviertan en profesionales y vivan tranquilos.

“Nada es imposible, los sueños los podemos hacer realidad nosotros mismos si queremos”, afirma con mucha seguridad este hombre quien tiene como filosofía vivir del presente y del momento. “Hay que aprovechar cada ocasión y cada momento, eso que le llaman Carpe diem» (una locución latina que literalmente significa ‘toma el día’, que quiere decir ‘aprovecha el momento’, en el sentido de no malgastarlo).

Sobre su relación con la ciudad, comenta que “Caracas es muy bonita, sin embargo, nosotros mismos como seres humanos estamos acabando con esa belleza. Si no es el gobierno, es el otro, sino la delincuencia, la policía y todo eso va dañando la belleza de nuestra ciudad”.

Al finalizar la tarde, y luego de un par de fotos, me despido de Eric. Le invito un cachito con jugo y un yogurt. Y es que después de todo me supo recibir amablemente, a pesar de tener el estómago vacío. La cortesía de este hombre es admirable en todo sentido y es el vivo ejemplo, de que a pesar de no tener “nada”, lo tiene todo. En especial, su gran corazón.

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