El actor chileno Alfredo Castro aún recuerda el ajetreo que bullía a las afueras de la estación de metro Capuchinos, una de las locaciones donde se filmó el largometraje Desde Allá (2016).
El humo, los carros, las cornetas, el andar rápido de los transeúntes, los gritos. En los dos meses y medio de rodaje, el actor chileno se inmiscuyó en el día a día venezolano, hasta digerirlo y hacerlo suyo. “Quien gritaba era Caracas, lo que tenía que hacer era callarme y ser un contrapunto muy interesante en una ciudad muy brillante”, explica.
Castro redescubrió la capital venezolana bajo la rigurosidad que el director criollo Lorenzo Vigas ejerció durante la grabación de su ópera prima. La Candelaria, El Paraíso y Caricuao se suman a las locaciones en donde el equipo de Desde Allá trabajó durante dos meses y medio a finales del año pasado.
El chileno destaca el contraste que percibió en la Caracas de 2015 y la que sus hermanos le contaron en los años 70, cuando decidieron emigrar al país cuando brotó la dictadura de Augusto Pinochet.
“Ellos vivieron en una Caracas en pleno auge económico. El relato era de una Venezuela exuberante, muy rica, feliz de vivirla. Acogieron a mi familia de manera maravillosa. Al grabar la encontré en un momento muy duro, cuando empezaba a agravarse la escasez de alimentos. Vi muchas colas, mucha ira. Cuando gritaban ‘llegó el pan o el pollo, comprendía el ánimo de las personas que estaban en esa esquina”.
Mientras se formaba en las artes escénicas, Castro vivía en su país el auge y declive del dictador chileno. Para entonces, destacó sobre las tablas en obras de teatro que tuvieron éxito nacional, además de interpretaciones en televisión.
En 2006 entró a la gran pantalla con Fuga del director también chileno Pablo Larraín y desde entonces comenzó una carrera prolífica en el sétimo arte. Con treinta años actuando, ha sido reconocido en festivales internacionales como los de Torino, La Habana y Guadalajara, en los que recibió el galardón a mejor actor por su participación en Tony Manero (2008) –en el primero- y Post mortem (2010) –en los dos últimos. Su trayectoria lo llevó trabajar bajo la dirección de Vigas, a quien conocía previamente, en una historia que desafía los convencionalismos.
¿Cómo se da la química entre Lorenzo Vigas como director y usted como el protagonista de su film?
Lorenzo es un director tremendamente obsesivo, en el buen sentido. Yo siempre he sido un actor muy entregado, por mi experiencia previa y lo asumo con toda humildad, lo cual resultó muy bien en esa alianza. Había momentos muy lindos en la grabación, en que Lorenzo me decía ‘momento libre’. Allí podía hacer la escena como la quisiera hacer, tenía un grado de libertad muy grande. Su obsesión por el detalle es maravillosa. La sufrí y la gocé. Hubo un momento en que tuvimos que repetir 37 veces una escena hasta que las condiciones estuvieran como él las buscaba. Fue duro, agotador, pero el resultado fue maravilloso.
El afecto inicial que le tenía al venezolano lo llevó a aceptar el papel que ahora irradia en festivales de cine internacionales, admite. Las escenas de poca profundidad de campo fueron el resultado de la búsqueda de la perfección del director venezolano, a quien conocía previamente y compartía el mismo sentido del humor.
De mirada fija y movimientos pausados, su actuación se cuela nuevamente en las pantallas grandes internacionales con la laureada película Desde Allá. Castro se presenta a sus espectadores como Alfredo, un dentista de acento inocuo que encuentra el placer sexual en jóvenes que atrae al desembolsar billetes de cien bolívares.
Le basta ver un par de nalgas masculinas para llegar a su clímax, expedito, fácilmente repetible. Su fragmentación personal la compensa laboralmente creando prótesis dentales con los escrúpulos que se sacudía en Elder, interpretado por la promesa venezolana Luis Alejandro Silva en quien hallaría el afecto que carecía.
¿Usted, un actor de academia con reconocimientos nacionales e internacionales, qué aprendió al actuar junto a Luis Alejandro Silva, quien recién entra en el mundo del cine?
Me vi obligado a ponerme a su nivel. Este es su primer gran trabajo y venía de una situación de calle muy vulnerable. Más que un aprendizaje, me dio un impulso de ponerme en un lugar de verosimilitud, de verdad, no de actuación, sino de vivencia muy fuerte. Para Luis era un descubrir constante. Se le iba contando qué haría el día lo que iba a hacer, pues no conocía el guión completo a diferencia de mí, que lo había leído previamente. Era como un salto al abismo en el que reaccionaba. Terminamos muy amigos, muy compenetrados.
Bajo la dirección de Vigas, la mezcla de las actuaciones de los protagonistas devino en una entrega condicionada por una cadencia esperada (e inesperada) de los personajes. Sin embargo, ese click no lo encuentra Castro en cualquier obra teatral, televisiva o cinematográfica.
Casi en llave, ha actuado de la mano del también chileno Pablo Larraín, reconocido director y cineasta. Su interpretación despunta en seis películas de su dirección, como Tony Manero (2008), No (2012) y El Club (2015), consecuencia de una buena relación actor-director. La controversia no escapa de ellas: en El Club interpretó al Padre Vidal, un cura pedófilo con un expediente repudiable. Castro, viudo y padre de una hija, ahora interpreta a un homosexual que se redescubre a sí mismo con Desde Allá.
Desde un punto de vista moral, ¿qué complicaciones encontró al interpretar a Armando, un hombre perturbado por sus inclinaciones sexuales reprimidas y sus asuntos inconclusos con su padre?
Ninguna –ríe-. Un actor jamás debe juzgar a su personaje, sino defenderlo hasta las últimas consecuencias. Me parece que el devenir del largometraje, desde que empieza hasta que termina, no podría tener otro final que el que Lorenzo encontró. Tuve que defender el hecho de estar con un muchacho tan vulnerable, pagar para tener sexo de una manera tan escondida. También, Armando está herido con una capacidad de amar muy grande, que encuentra en este joven todas las posibilidades para ello. Se ve en el guión, que va aplazando el encuentro carnal hasta que está asentado el afecto, y eso es hermoso.
¿Cuál pudiese ser el aporte o el impacto de una película que habla abiertamente de los tabúes de la comunidad LGBT, en una sociedad tan convencional como la venezolana?
Desde allá se suma a Pelo malo y Azul y no tan rosa, ambas tocan el tema. Representa una batalla muy fuerte por las comunidades gay. Cuando estuve en Venezuela percibí una especie de invisibilidad de los gay, nunca vi agresiones. Pero me parece interesante cómo el cine latinoamericano no hace lo mismo en ese aspecto, en las miradas de la sociedad, de la política, tiene un efecto que rompe cánones establecidos en los más grandes festivales europeos. Como sucedió con Venecia con Desde Allá. Los directores latinoamericanos están empezando a narrar nuestro continente, que es riquísimo, con un imaginario tan potentemente notable. Es como el boom literario en la novela, se aúnan grandes escritores y surge. En el cine está pasando un poco lo mismo: grandes directores y temáticas rompen imposiciones del cine norteamericano y europeo.
Castro ríe mientras imagina lo que podría representar que Desde Allá estuviese nominada a los Premios Óscar. Sin embargo, las alfombras rojas, la cantidad de estatuillas acumulada, los reconocimientos internacionales no le quitan el sueño al actor chileno. Su actuación la ve como parte de una trascendencia en el quehacer cinematográfico de América Latina.
Con un público sureño prácticamente ganado, Castro ha siquiera rozado los premios de la Academia en distintas oportunidades al formar parte de largometrajes de no habla inglesa nominados a la categoría de Mejor Película Extranjera.
Así sucedió con las propuestas chilenas Tony Manero en 2009, y El Club en 2015. El escenario parece repetirse con Desde Allá, recién escogida por la Asociación Nacional de Autores Cinematográficos (ANAC) como la propuesta para representar a Venezuela en la 89ava entrega de los Premios Óscar.
¿Cómo se saborea esta nueva aproximación a los Óscar con Desde Allá, la postulada por Venezuela para competir en la categoría de Película Extranjera?
Solo el hecho de que una película latinoamericana acceda al espacio de la gran industria cinematográfica ya es un lugar ganado. Creo que Venezuela presenta un cine radical, contingente, hecho por hombres y jóvenes. Que la película se esté postulando será un ímpetu notable para el cine venezolano. He visto cómo la gente goza y sufre con esta película. También cómo muchos venezolanos afuera reconocen su ciudad, el espíritu de su gente, cómo reciben esta película y cómo agradecen tanto el talento de Lorenzo. Estar ahí ya es un premio fantástico. Ahora que nos dejen entrar allá, no lo sé.