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Catar pasa por Rusia

Nadie sabe que será del tiempo por venir, pero eso no impide trabajar para que éste no se lleve por delante las buenas intenciones.

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Venezuela-Argentina
Foto: EFE

El empate criollo ante Argentina deja un mal sabor de boca para quienes sostienen que el resultado es lo único que importa. Pero si hay algo que el fútbol nos ha enseñado es que la construcción de procesos no va de la mano con las urgencias de quienes ven los toros desde la barrera.

El futuro, siempre desde la óptica de quien escribe estas líneas, no es más que un puñado de imágenes que describen nuestros anhelos y deseos. La vida nos enseña, y el fútbol es una clara muestra de ello, que todo tiempo por venir es incierto, y que aún cuando las ideas parezcan claras y firmes, siempre habrá un sacudón que cambie los planes. Frases como «Si la naturaleza se opone, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca», pronunciada por el Libertador, Simón Bolívar, tras el terremoto de 1812 y como respuesta a las simpáticas advertencias de la jerarquía eclesiástica, sirven para motivar y nada más. La elaboración de un plan jamás se sostendrá en esos lugares comunes.

Venezuela, aún cuando le pese a aquellos que defienden lo indefendible, no tenía recambio para tres procesos mundialistas. Tomemos por ejemplo el caso de la portería criolla: en las etapas de Noel Sanvicente y Rafael Dudamel han sido recurrentes cuatro jugadores para ese puesto (Daniel Hernández, Alain Baroja, Jose Contreras y Wiilker Fariñez). Baroja no es tenido en cuenta por Dudamel, por lo que hay que centrarse en los otros tres. El primero está por cumplir treinta y un años, mientras que Contreras (21 ) y Fariñez (18) apenas recorren las primeras etapas de su carrera.

Lo mismo puede decirse de la defensa, zona en la que salvo por el puesto de lateral izquierdo, el retorno de José Manuel Velázquez y la aparición de Wilker Ángel, se repiten nombres de hasta dos ciclos atrás. La renovación y el futuro que tanto se mencionó en etapas anteriores no fue tal, por lo que se hace imprescindible revisar el presente y el pasado reciente para comprender en dónde estamos.

Nadie sabe que será del tiempo por venir, pero eso no impide trabajar para que éste no se lleve por delante las buenas intenciones.

En la nómina que enfrentó a Colombia y Argentina estaban los siguientes nombres: Contreras, Fariñez, Ángel, Villanueva, Arles Flores, Jhon Chancellor, Víctor García, Jacobo Kouffati, Jhon Murillo, Adalberto Peñaranda, Juan Pablo Añor, Yeferson Soteldo y Andrés Ponce. Todos ellos tuvieron sus oportunidades en el ciclo de Sanvicente, y Dudamel, que primero fue fraile antes que cocinero, ha agregado a Yangel Herrera y otros chicos de su proceso Sub-20 para por fin afrontar el relevo generacional sin tantos traumas.

Por ello, cuando desde esta tribuna se anunciaba que el objetivo no es otro sino llegar a las eliminatorias para el Mundial de Catar 2022 con un grupo curtido dentro de la dinámica propia de la competencia,  no se hacía con la intención de lanzar una lanza en defensa del seleccionador criollo sino de analizar la actualidad vinotinto, así como de seguir peleando por la comprensión del valor del trabajo.

En la rueda de prensa posterior al empate contra Argentina, el propio entrenador dijo lo siguiente:

«Si no nos alcanza para Rusia, esto ya forma parte de lo que va a ser Catar».

No se tira por la borda la eliminatoria porque la mayor escuela formativa es la competencia; cada punto, cada viaje, cada práctica, determinarán qué jugador se compromete con esto, y cual se deja influenciar por  una zona de confort que señala la imposibilidad futbolística de llegar al Mundial de Rusia 2018. Nos guste o no, el camino no se construye solo sino que hay que levantarse temprano, dejar de lado algunos gustos o placeres de la vida cotidiana y comprender que aún  cuando el plan sea claro, existirán cambios en ese trayecto que obligarán a adaptarse a nuevos escenarios. Únicamente en la competencia se logrará esa resiliencia.

Claro que fastidia empatar, más cuando se ganaba dos a cero a una selección a la que siempre se le quiere ganar para recordarle que nosotros también podemos jugar este juego. Duele el resultado porque queda la sensación de que hubo errores en los cambios y en la toma de decisiones por parte de algunos jugadores. Y da más arrechera aún que en un país tan golpeado por la crisis económica, la inseguridad, la intolerancia y todas las vicisitudes que padecemos todos los días, parezca tan complicado encontrar alegrías que nos unan y nos recuerden lo que somos capaces de construir.

Pero esto es fútbol, y al igual que en la vida, existirán los triunfos hijos de la casualidad y victorias cuyo origen sea la causalidad. Vaya si en nuestra historia hemos sufrido por esa extraña y dañina devoción al azar; deporte y sociedad son justamente los mejores ejemplos del desprecio por la planificación que nos caracteriza.

Ahora bien, es indudable que el equipo criollo tuvo una mejor performance ante los sureños que ante los colombianos, y no me refiero al resultado; la selección tuvo mayor desahogo con la proyección de los laterales, lo que obliga a reflexionar sobre si las apariciones de Alexander González y Villanueva, más allá de la contingencia que los originó, no deberían convertirse en variables con mayor peso a la hora de elaborar la alineación. Lo mismo puede decirse de la titularidad de Flores, quien ayer dejó clara su capacidad para jugar al lado de Tomás Rincón, o incluso suplir alguna ausencia del capitán.

Una de las frases más manoseadas en el fútbol es aquella que asegura que los seleccionadores no tienen tiempo de trabajo; permítame insistir en que si de una buena vez apostamos por proyectos y la construcción de procesos sostenibles en el tiempo, lo que resta de eliminatoria sudamericana ofrece a Dudamel y su equipo de trabajo una oportunidad única. Para cambiar hay que apostar a esa construcción, aún cuando nos joda sufrir noches como la de Mérida.

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