De Interés

El descarado erotismo de Doctor Strange

Benedict Cumberbatch da en el clavo y realiza una magistral interpretación como el orgulloso doctor Stephen Strange. Desde Robert Downey Jr. (Ironman), no aparecía un actor con tal carisma y sex-appeal en el universo de Marvel. 

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octor Strange es una película de superhéroes perfectamente olvidable y, al mismo tiempo, memorable. ¿Cómo es posible? Veamos. No hay nada nuevo en esta primera entrega sobre el egocéntrico personaje que, tras un accidente, pierde la posibilidad de recuperar su pulso de oro, la base de su éxito como neurocirujano. Estamos ante el viejo cuento de redención por el que han pasado muchísimos hombres, en la ficción y en la vida real. Danza Con Lobos, The Unforgiven, Pocahontas, The Schlinder List, Gran Torino, Interestelar, Batman y la más obvia, Ironman, responden, desde diferentes ángulos, a la conocida fórmula del abandono del yo (satisfacción individual) por el nosotros (bien común).

Tampoco sorprenden los viajes en el tiempo, la construcción de realidades paralelas y esos edificios y calles que se mueven a placer, como sucediera en la arquitectura de los sueños de Inception. Menos aún la magia, de la que tuvimos hasta 8 entregas, gracias a Harry Potter y todos sus panas. Incluso la preparación física y mental de Strange tiene una enorme deuda con las películas asiáticas de artes marciales y que consiguió su clímax en The Matrix.

Vamos al villano. ¿Dónde hemos visto que el alumno preferido traiciona al maestro? Pues casi toda la vida, aunque Star Wars se puede considerar la cinta que mejor lo configura por los dos personajes antagónicos Darth Vader-Yoda. Kill Bill y Kung Fu Panda, por nombrar dos extremos, también se agarran de ahí para explicar la motivación de sus personajes. ¿Entonces, si no hay nada nuevo, por qué Doctor Strange se sale con la suya? Por la soberbia dirección, los perfectos efectos especiales (anoten una nominación al Oscar) y una brillante actuación de Benedict Cumberbatch.

Como en el género del terror, en las películas de superhéroes asistimos a arquetipos que traspasan niveles, como en los juegos de rol, para conseguir el objetivo final (regularmente acabar con los malos que atentan contra el mundo). Caída-entrenamiento- resurrección-triunfo, suelen ser (pueden haber más o menos), siguiendo la cronología cristiana, los caminos que deben transitar los protagonistas.

«El héroe que debe renovar el mundo y vencer a la muerte personifica la fuerza que creó al mundo, que incubándose a sí misma en la introversión, enroscándose en torno a su propio huevo como una serpiente, amenaza la vida con venenosa mordedura, para llevarla a la muerte y desde esa noche alumbrarla de nuevo, venciéndose a sí misma», analizó Carl Gustav Jung, fundador de la escuela de psicología analítica.

Pero en el caso de Strange, la cinta no se centra en las conocidas batallas entre el bien y el mal, sino que está permeada por el encanto del personaje y el enorme erotismo que transmite una vez que se hacen evidentes sus canas y barba en forma de candado. Para que esto suceda es esencial escuchar la voz original de Cumberbatch (ni se les ocurra verla doblada). Curiosamente Jung habla sobre el deseo como propulsor del acto herorico: «El hombre con su conciencia siempre va a la zaga de los fines de lo inconsciente; cae en indolente inactividad, hasta que la libido lo incita a nuevos peligros; o bien en la cumbres de su existencia se apodera de él una nostalgia retrospectiva que lo paraliza. Pero si despierta y cede al peligroso afán de hacer lo prohibido o lo que parece imposible sucumbe o se convierte en héroe».

Es curioso que suceda de esta manera porque a diferencia de Tony Stark (Ironman), en el filme no se sugiere que Stephen Strange sea promiscuo o que tenga una actividad sexual continua. Por el contrario, apenas si se muestran pinceladas de una relación superficial con la doctora Christine Palmer (Rachel McAdams) para colocar en primer plano el superyó del neurocirujano; el superego del que hablara Sigmund Freud pero en versión hipertrofiada. Es decir, el Álex Cabrera de la magia. Hasta aquí dejamos las referencias sicológicas.

Ahora debemos detenernos en Scott Derrickson. A este director lo aplaudimos por hacer algo completamente nuevo y aterrador en el género del exorcismo, con la esencial The Exorcism of Emily Rose, para luego sentirnos defraudados con títulos prescindibles, como el remake  The Day the Earth Stood Still, Sinester y sobre todo Deliver Us from Evil. Esta última, por cierto, significó el debut del venezolano Edgar Ramírez en el género.

Derrickson agarra todos los elementos conocidos en el cine de superhéroes y simplemente le agrega ritmo y unos efectos de sonido oscarizables a la sopa. No se detiene en el desarrollo de personajes, y es allí donde la cinta se convierte en olvidable, en el sentido que no explora en profundidad las características sicológicas y el hedonismo de Strange, como ya se hiciera en Batman e Ironman y le falta más ironía a un personaje que la justifica. Extrañamos, pues, unas cuantas cucharadas de Deadpool.

Se extraña también una metodología de entrenamiento mejor cuidada. Strange resulta más inteligente y poderoso que miles de maestros. Es como si hubiera tomado un curso relámpago de Open English, pero con Neo (The Matrix). Tampoco se gastan tiempo en darle algún respaldo científico a la obra, algo que actualmente los guionistas cuidan en demasía. Simplemente debemos aceptar que los magos se mueven por Nueva York, Londres y Hong Kong a través de circulitos de fuego y que nadie se pregunta cómo es eso. Tampoco que hombres con capa y mujeres vestidas como David Carradine (Kung Fu) entren y salgan de un hospital a placer. Eso es así y te la calas, muy al estilo del diálogo de Diosdado Cabello y Jorge Rodríguez.

En cuanto a los secundarios, se pierde Tilda Swinton (The Ancient One). Su personaje no termina de mostrar la dualidad de un maestro que reúne energías del bien y del mal. Por esa misma línea sigue el villano, Kaecilius (Mads Mikkelsen). Físicamente imponente y con un look que nos recuerda a Miguel Bosé, en el débil guión termina opacado y subyugado por un piche aprendiz de brujo. Nota aparte para Mordo (Chiwetel Ejiofor), un malo en potencia del que seguramente tendremos noticias en las secuelas.

Lo anterior seguramente le sabrá a diablos a los fanáticos de Marvel y los números así lo dicen: proyectaba 60 millones de dólares para este fin de semana y sumó 80. Es obvio, estamos en la era dorada de los superhéroes y los estudios están allí para hipnotizarnos.

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