De Interés

De cómo ver Stranger Things puede mejorar la relación con tu hijo

La exitosa serie de Netflix cuenta con escenas que pueden servir para abrir discusiones entre padres e hijos. Es una paradoja porque la serie se ubica en los 80s, cuando nuestros progenitores preferían el silencio y la sanción antes que el diálogo.

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No fui de los que se enamoró a primera vista de Stranger Things. Tuve que echarle una tercera mirada y consumir la serie completa un fin de semana para encontrarle el sazón, aunque sigo manteniendo distancia con quienes ven en las no tan sutiles referencias un gran ingenio de los hermanos Duffer. Mantengo mi crítica: la nostalgia está llenando los bolsillos de muchos y acabando con las ideas originales y atrevidas de pocos.

Pero en una tarde lluviosa que alejaba la ducha y acercaba a las sábanas, ocurrió un milagro: mi sobrina, a quien no veía desde hace casi tres años, se pegó al maratón y me hizo reflexionar sobre lo que estábamos observando.

Verán, mi sobrina es la única hija de mi hermana, quien tuvo muchos problemas para embarazarse. Recién cumplió los 12 años y no ve a su padre desde los 6, por culpa de un infarto. Lucha contra ese acné preadolescente que odiábamos al vernos al espejo; le aprietan los aparatos dentales cada mes y la acaban de cambiar de colegio. Se enfrentará a la inmadura presencia de los hombres luego de haber pasado su primera etapa escolar al lado de niñas, bajo la vigilancia de las monjas. Y esto es lo más importante: por primera vez siente que su corazón palpita por un chico de carne y hueso, después de muchos años de mantener una relación infructuosa con Robert Pattinson (Crepúsculo).

Pues bien, resultó reveladora la reacción de mi sobrina ante cada episodio -son 8- de Stranger Things. Y de manera natural, después de repasar las aventuras de los cuatro preadolescentes, fue introduciendo nuevas preguntas a nuestros diálogos cada vez que íbamos a comprar una pizza, al supermercado o al cine. ¿Tío cuándo dejan de salir espinillas? ¿Tío cómo sabe uno si un niño ya tiene novia? ¿Tío qué siente uno con el primer beso? ¿Tío esta ropa combina? Tío, Tío, Tío… Fue por ese cuestionario que se me ocurrió este post.

El amor

Hay dos relaciones que representan la evolución del amor en nuestras vidas. La primera es platónica, entre Mike Wheeler (Finn Wolfhard) y Eleven (Millie Bobby Brown), la segunda es física, entre Nancy Wheeler (Natalia Dyer) y Steve Harrington (Joe Keery).

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«La búsqueda de canalización de los emergentes impulsos sexuales, la exploración de las capacidades sociales y el apoyo en la aceptación por el grupo de pares dinamizan la afirmación personal y social en la adolescencia. Es importante reconocer que para las y los adolescentes el amor, el goce y la amistad son preocupaciones muy valiosas que tienden a suprimirse por los adultos cuando enfocan su sexualidad desde el ángulo exclusivo de la moral o la salud reproductiva. Las capacidades de autocuidado y cuidado mutuo tienen la posibilidad de despegarse eficazmente, en la medida que los y las adolescentes hayan contado con la asesoría y atribuciones requeridas. La construcción de la individuación desata duelos importantes para las figuras parentales: el duelo por la pérdida de su hijo-niño, el duelo por el adolescente que fantasearon, el duelo por su rol de padres incuestionados. Se conforman nuevas condiciones para el desarrollo social que contribuyen a la diferenciación del grupo familiar y a la autonomía», escribe Dina Krauskopf Roger, investigadora asociada a la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales y Consultora Internacional en Programas y Políticas de Adolescencia y Juventud, en su extenso ensayo «Los derechos y las características de la preadolescencia y adolescencia«.

El despertar sexual de Mike atenta contra la cohesión del grupo. La unidad en la comunidad, fortalecida en base a los juegos de rol (Calabozos y Dragones), peligra cuando aparece un nuevo miembro de sexo diferente. Las peleas y los celos golpean el espíritu. Por el otro lado y como escribe la sicóloga, «las capacidades de autocuidado y cuidado mutuo» se manifiestan en la protección hacia Eleven. Y se concretan cuando la visten con ropa de niña, maquillan y le agregan cabello. «¿Pretty», pregunta ella una y otra vez. Los ojos de Mike dicen más que sus labios. El esfuerzo del protagonista por cuidar a su nueva amiga tiene recompensa en ese cándido e inmortal beso.

Nancy, por su parte, vive una de las mayores fantasías adolescentes: ser pretendida por el chico más atractivo y popular de la secundaria. Debemos entender el contexto. Tal vez sea Carrie la película que mejor ha detallado la importancia de la aceptación en las casas de estudio. Los guionistas, sin embargo, no hacen de la hija mayor de los Wheeler un símbolo sexual escondido tras un peinado raro y aparatos. No es Cameron Diáz en There’s Something about Mary, por ejemplo. No, aquí es una chica con una belleza promedio, que posee un coeficiente intelectual muy alto y que se preocupa por su rendimiento escolar.

En una reunión de la Asociación Americana de Sociología, Bill McCarthy, de la Universidad de California y Eric Grodosky, de la Universidad de Minnesota, debatieron sobre el sexo entre los jóvenes y el impacto en sus calificaciones. Entre otras cosas, encontraron que los hombres y las mujeres que mantuvieron relaciones sexuales sólo con parejas «románticas» puntúan de forma similar que los abstinentes en las distintas mediciones educativas. Sin embargo, para los que se limitan a «acostarse» con personas hacia las que, según ellos mismos, no existen sentimientos, las notas son bastantes peores.

Nancy, además, se enfrenta a los celos y prejuicios de su mejor amiga, Barbara Holland (Shannon Purser), a quien repite una y otra vez que la relación que está construyendo no tiene como único fin el acto sexual.

La amistad

Stranger Things bebe y mucho de Stephen King. Mencionan su obra y le rinden homenajes a sus personajes en diferentes capítulos. La base de la serie es prácticamente el arranque de The Body. Incluso el cuarto capítulo de la serie se llama así. Es el libro que llevó con muy buen tino a la pantalla grande Rob Reiner bajo el título Stand by me. El autor respondió con varios tuits alabando la serie.

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Entonces, si en Stand bye me la unión de Gordie (Will Wheaton), Chris (River Phoenix), Teddy (Corey Feldman) y Vern (Jerry O’Connnel) sirve para avanzar ante cada alcabala, en Stranger Things los firmes lazos que unen a Mike, Dustin (Gaten Matarazzo), Lucas (Caleb McLauglin) y Will (Noah Schnapp) son la clave para encontrar la explicación a hechos sobrenaturales y, en consecuencia, la  solución.

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El psiquiatra, músico y escritor español Francisco Traver Torras explica en el interesante blog Neuro Ciencia Cultura, sobre la psicología de la amistad lo siguiente: «Lo que está detrás de la amistad no es ni sexo ni amor romántico sino una emoción llamada ‘amor compasivo’ por los psicólogos evolucionistas y que han descubierto que tiene su propia psicología. Piense usted en una pareja a largo plazo o en dos amigos que han resistido durante muchos años los embates de la vida: ambos se sienten en deuda con los otros, pero son deudas que ni se miden ni existe la obligación de saldarlas, es una deuda satisfactoria (Pinker 1997). El amor compasivo que sólo se da con los verdaderos amigos y excluimos aquí a los amigos ficticios que son aquellos que se hacen amigos de quien les conviene (usualmente personas poderosas que son los que están en condiciones de hacer favores) o entre aquellos que habiendo sido amigos se caen de la amistad por encontrarse en otros planos de definición de su propia realidad. Discriminar un amigo verdadero de uno ficticio es a veces bastante difícil, sobre todo en nuestro mundo actual donde las relaciones están fuertemente intervenidas por los beneficios a corto plazo».

En Stranger Things, la amistad no es etérea. Existen reglas establecidas sobre cómo y por qué pedir perdón cuando alguien ha cometido una falla. Incluso el término «mi mejor amigo», dentro de un grupo de amigos, tiene su definición. Ejemplo de ello es el diálogo entre Mike y Dustin. El segundo acepta su papel de segundo mejor amigo, debido a que se unió al grupo después que los dos primeros. Así, los roles y las tareas individuales de cada miembro son consecuencia de la naturaleza del integrante y no de la imposición de un líder. De hecho, lo más atractivo de la serie es que cada personaje tira de una cuerda que lleva a un avance sin la necesidad de vestirse de héroe.

Al final de Stand by me, Richard Dreyfuss (The Writer) escribe: «Nunca más volví a tener amigos como los que tuve a los 12 años. Cielos, ¿acaso alguien sí?».

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El bullying

Diego Alexander Cisneros. No olvido su nombre. Me pegó una patada en mi primer día de liceo. Al sol de hoy ni él sabe por qué lo hizo. Cuando nos convertimos en amigos, pude entenderlo. Vivía en el barrio Los Erasos de San Bernardino, no tenía mayor contacto con su padre, su familia era numerosa, la plata no les alcanzaba para todos. Él tuvo que repetir cuarto año y yo pasé a quinto, pero iba a mi casa a recibir clases de Literatura, la materia que le comía el coco y que a mí se me daba con naturalidad. Después del repaso, jugábamos Tortugas Ninjas Mutantes en el Super Nintendo. Fue el único cartucho que logré terminar. Lo hicimos juntos. Con los años se convirtió en asistente de material médico en el Centro Médico. Se casó, se hizo evangélico y me invitó a su casa cuando nació su primer bebé.

La Real Academia Española dice que «puede evitarse el anglicismo «bullying» empleando en su lugar «acoso escolar», «matonismo» o «matonaje» (América)». En todo caso ya estamos familiarizados con el significado. Estudiosos en la materia aseguran que para utilizar el concepto, debe tratarse de una conducta sistemática. Y ahora que estamos en ello, recomiendo el excelente documental «Bully»:

Cuando fui adolescente tal comportamiento no tenía nombre, eran días en los que «chaleco» y «aplique» eran sinónimos. Y por supuesto que tenías miedo. En retrospectiva, posiblemente lo que me ayudó a salir adelante fue mi disposición para la actividad deportiva. ¿Qué pasa cuando no se tiene esa habilidad? Allí está la fortaleza de Stranger Things.

Son varios los personajes que sufren algún tipo de abuso en la serie. Los principales son los niños protagonistas, por la afición a los juegos de rol y a las teorías científicas detrás de sus fantasías.

Y claro, están sus características físicas. A uno no le terminan de salir los dientes, el otro es delgado como un pitillo, no falta el «mariquita» y el negro. Ellos son los diferentes, pero no los únicos perseguidos.

También están Bárbara por sus kilos de más; Nancy por entablar amistad con Jonathan Byers (Charlie Hetaon), el rarito del pueblo; el rarito por ser rarito y tomar fotografías de personas sin el permiso de nadie; la madre de los Byers, Joyce (Wynona Rider), por vestir como loca y no darse por vencida. Incluso Steve, que inicia como el típico matón, finaliza humillado por sus compinches. Todos estos personajes funcionarían en un cine foro para discutir el derecho a la individualidad.

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La familia

Para quien escribe, el mayor acierto de la serie es cómo se maneja el concepto de familia: no la hay perfecta, como en la vida real. En uno de los diálogos más bonitos, Nancy le confiesa a Jonathan, que no cree que su mamá ame a su padre, que se trata de una relación conveniente. De hecho es toda una paradoja que la familia que sufre la abducción, es la que termina saliendo adelante gracias a un amor gigante, independientemente de la disfuncionalidad que les persigue.

Se reconocen tres tipos de familia en la historia: la pobre (Los Byers, que sufren la desaparición del hijo menor), la clase media (Los Wheeler, que tiran debajo de la alfombra los graves problemas de comunicación) y la adinerada (Los Harrington, los padres están tan ausentes que ni siquiera llegamos a verlos en pantalla).

A pesar de esa carga en los genes, los hijos aprenden a reconocer el bien del mal, lo que está mal y lo que no y, en consecuencia, tratan de hacer lo correcto, aún cuando no sigan siempre los caminos indicados. Es en estas decisiones donde se pone de manifiesto aquellos rasgos que Carl Jung asoció a las personalidades.

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Y así llegamos al centro del universo de Stranger Things. Detrás de todos los efectos especiales y ambientes sobrenaturales, la obra no es más que un ensayo sobre cómo enfrentamos el reto de vivir con y a pesar de nuestras diferencias. Una discusión que, visto los tiempos actuales, no se da ni en las escuelas ni en nuestras casas.

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