Espectáculos

Archie y sus amigos andan pendientes de una guarimba

En los tiempos en que el imperialismo campeaba a sus anchas en Venezuela, el capitalismo era difundido en panfletos ideologizantes llamados “suplementos”. Por motivos que siguen siendo un misterio, Archie y sus amigos fueron mil veces más populares en este país que las historietas impresas de Batman o el Hombre Araña. Era un cómic en el que nunca pasaba nada.

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Lo protagonizaban jóvenes acomodados estadounidenses que desconocían las ventajas doctrinarias de pasar hambre. Se la pasaban tomando malteadas en Crema Paraíso y otros puntos de concentración de la oposición. Comían hamburguesas, papitas fritas y todas esas basuras que tapusan las arterias y el pasatiempo favorito era ese deporte en el que se entrena para chocar contra los escudos de la Guardia Nacional: el fútbol americano.

El principal entretenimiento consistía en especular con quién se empataría Archie, un pelirrojo que se afeitaba dejándose un tablero de La Vieja en las sienes: con Betty, una catira tan institucional como la fiscal Luisa Ortega, o con Verónica, una morena tan cuaima como Erika Schwarzgruber.

Riverdale, un producto del capitalismo tardío que se inspira en los personajes de Archie y sus amigos, se estrenaba este miércoles a las 26 de abril a las 9:00 pm con un doble capítulo en Warner Channel, afortunadamente a la misma hora en que todo el mundo está viendo Con el Mazo Dando.

La nueva serie de televisión creada por Greg Berlanti, el mismo de productos sexistas camuflados como Supergirl, es una especie de injerto de cafetín de la Universidad Metropolitana con película de David Lynch, en el sentido de que se le busca el lado sórdido a cada personaje y hasta hay un crimen cometido en un día feriado que seguro tratarán de achacarle a los colectivos de paz.

De Archie y sus amigos nadie se acuerda de las historias de los suplementos, que eran sumamente intrascendentes, sino sus grandes arquetipos universales de la despreocupación y frivolidad de la juventud sifrina.

Así, el alto pana de Archie era Torombolo, un chamo inteligente pero poco atractivo al que nadie daba besos en las marchas, algo como un José Guerra al lado de un Henrique Capriles. A todos los que leíamos el suplemento nos gustaba imaginar que éramos Archie y nuestro mejor amigo del salón Torombolo, mientras el mío suponía exactamente lo contrario.

Betty era la chama para casarse y Verónica la ricachona para rumbear, aunque con matices de personalidad y una interesante relación de dependencia-rivalidad entre ambas, de la misma manera que toda María Corina Machado en el fondo necesita de una Mariana Lerín.

En la nueva serie de TV la verdad es que el gran acierto es la elección de K.J. Apa como protagonista: se podría parafrasear aquella canción de Frank Quintero y concluir que nadie sabe lo que quiere Archie. Prácticamente sin buscarlo termina acostándose con todo el mundo en Riverdale, incluidas hasta las profesoras del high school¸ pero en realidad es un exponente de la juventud boba que está sumido en profundas dudas vocacionales entre tocar el cuatro o entromparse con el rugby como excusa para beber ron. En fin, el perfil del guarimbero que se queda por ahí tarde de noche haciendo quién sabe qué.

Torombolo (Cole Spouse), que se asoma poco en el primer capítulo, se convirtió en una especie de bloguero antisocial y conciencia de Riverdale. Lo que llaman un guerrero del teclado y quién sabe si potencial patriota cooperante.

En cuanto a Betty y Verónica (Lili Reinhart y Camila Mendes), hasta tienen un chispazo lésbico, lo que hoy es prácticamente un trámite burocrático. En vaporosas blusitas de algodón y tonos pastel, la rubia es un tiro al piso por su dulzura de burguesita de tercera generación de panaderos, mientras que la morena, una especie de caperucita gótica con un aire a Selena Gómez, se presta más a la polémica pues quizás resulta demasiado intensa en comparación con la Verónica original. En todo caso nunca pasarán de ser unas simples cheerleaders explotadas, en vez del rol participativo y protagónico que hubieran alcanzado en revolución.

Una de las novedades es Kevin (Casey Cott), personaje gay y confidente de Betty que seguramente pertenece a un partido de la oposición. Hacen una aparición especial los típicos teloneros negreados, en este caso el colectivo femenino afrodescendiente de las Pussycats. Afortunadamente en Venezuela ya estamos extirpando la nostalgia y nadie se perderá Con el Mazo Dando para ver las galladas de estos imberbes guarimberos.

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