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Recuerdos de El Porteñazo y de los fotógrafos Blasco y Rondón

Al conmemorarse 59 años del Porteñazo, otra fallida y sangrienta rebelión militar contra la democracia, rescatamos esta crónica del recordado maestro José Suárez Núñez, testigo de una época: "Yo trabajé con José Luis Blasco y Héctor Rondón, dos glorias del periodismo venezolano. En esos años del periodismo era a los fotógrafos a quienes les abrían todas las puertas.

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Para que no hubiera trampas, en la cobertura de sucesos se acostumbraba a que el reportero se retratara con el entrevistado. Y cuando se trataba de cubrir la historia de un muerto, tenías que señalar con el índice al cadáver.

Trabajar con uno de estos fotógrafos (nunca les oí llamarse reportero gráfico) era un beneficio porque los respetaban más que a nosotros los reporteros. La información se podía buscar después, porque la foto era lo primero y más tarde se reporteaba el suceso.

Ellos ayudaban a facilitar las cosas, al menos para mí, que era un joven periodista cuando comencé a reportear en Venezuela en 1963, en la Cadena Capriles, primero en el diario La Esfera y de inmediato en el vespertino El Mundo y luego en la revista Elite. Yo estaba recién llegado de Nueva York y el fotógrafo me ponía al tanto de los asuntos. Del resto se encargaba uno para vestir la historia.

Con Blasco trabajé en Ultimas Noticias y con Rondón en Elite. Eran distintos. Blasco era nervioso, desconfiado y siempre pensando en qué había detrás de la asignación.

Con él disfruté mucho el viaje cuando nos enviaron a Suiza a entrevistar al ex presidente Rómulo Betancourt, que regresaba al país en un esfuerzo por intentar apagar los fuegos divisionistas dentro de Acción Democrática. Antes de tomarnos dos días libres que nos dieron por esa cobertura, nos avisaron que debíamos viajar de nuevo, esta vez a Lima, Perú, para entrevistar al ex dictador Marcos Pérez Jiménez que también regresaba a Venezuela.

Por esos días ya yo era jefe de Reportajes de la Cadena Capriles.

Ese día, llegando a la redacción me encontré con Rondón. Me preguntó por qué no iba con él a entrevistar a Betancourt. Yo no sabía como responderle, pues después supe que la empresa decidió que fuera yo por Elite, pero Blasco por Ultimas Noticias, para compartir los gastos.

De paso, cuando llegamos a la casa donde estaba residenciado Pérez Jiménez en Lima, nos abrió la puerta nada menos que Pedro Estrada, el antes temido jefe de la tenebrosa Seguridad Nacional, la policía política de Pérez Jiménez. Blasco no perdió el tiempo y le tomó muchas fotos. Estrada me comentó amablemente: “Va a gastar el rollo y el entrevistado es el general”.

Con Rondón hicimos muchos reportajes. El era pausado, llanero confiado, pero muy bueno y solidario. Principalmente tomaba las fotos para las entrevistas de la sección “Silla Eléctrica” y cuando el reportero no podía encontrar el entrevistado, Rondón lo resolvía, pues tenía muchos contactos y era muy respetado entre las fuentes. Se aburría de no hacer nada trascendental y siempre me decía “tenemos que hacer una vaina grande para vibrar”.

Años después, durante la cobertura de la revolución nicaragüense, varios periodistas fuimos llevados hasta Managua, en un avión de la Fuerza Aérea, donde iba el canciller venezolano, para tratar de mediar en el conflicto con los sandinistas. El representante de la agencia Associated Press en Caracas, un estadounidense cuyo nombre se escapa hoy de mi memoria iba en el mismo viaje. Nos veíamos con frecuencia en Caracas y él conocía muy bien el trabajo de Rondón. Ya en Managua, empezamos a hablar de que para ese evento debían haber enviado a Rondón y naturalmente caímos en el tema del premio Pulitzer.

Me dijo que en su momento llegó a hablar hasta con Miguel Angel Capriles, el poderoso dueño de la Cadena, el “Citizen Kane” venezolano, para comprarle la fotografía de Blasco. Me dijo que ofreció al editor pagarle lo que quisiera. Capriles le dijo que no vendían sus fotos “a ningún precio y eran para los lectores venezolanos”.

El jefe de corresponsales de AP estaba buscando la foto de Blasco, porque sabía que se había hecho con una cámara RolleiFlex, y se había tomado mucho más cerca. Esa fue la que publicó Ultimas Noticias. Rondón en cambio estaba un poco más distante y usó un telex. Pero ambas fotos parecían idénticas.

Rondón también había cubierto la noticia y trabaja en La República, el periódico del gobierno de AD. El estadounidense de AP habló con el director Luis Esteban Rey y éste se la vendió, porque sabía la trascendencia que tenía para el periódico el hecho de que una foto de La República recorrería el mundo. Creo que en esos años, el precio de la imagen que ganaría un WorldPress Fhoto y un Pulitzer fue de 1.000 dólares.

Lo más impresionante para mi es que el gringo me dijo que le ofrecieron a Héctor Rondón una plaza como fotógrafo de AP, en EEUU, y éste no la aceptó.

Otros años más tarde, un día le pregunté a Rondón por qué no había aceptado el puesto en AP y me respondió que prefería seguir trabajando en Venezuela, porque a esa fecha ya no iba a aprender inglés. Después, bromeando, me dijo: “el café americano parece agua caliente y no hay donde tomarse uno  guayoyito, ni comerse una arepa reina pepeada”.

(Este artículo fue publicado inicialmente por El Estímulo el 19 de agosto de 2016)

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