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Benjamín Scharifker: "Mi presencia en la Unimet no tenía ya sentido"

Diferencias de criterio en cuanto a tomas de decisiones muy específicas condujeron a la renuncia de Benjamín Scharifker a su puesto como rector de la Universidad Metropolitana. Tras la sorpresa inicial y luego de guardar un silencio prudencial, explica su posición

Unimet
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El 2 de septiembre una noticia cayó como una bomba en el ambiente de las redes sociales: en el portal de la Universidad Metropolitana se daba a conocer la renuncia de Benjamín Scharifker al cargo de rector que había ocupado durante los últimos diez años. Y, obviamente, comenzaron las especulaciones.

Scharifker es un académico de alto calibre y su nombre estuvo estrechamente consustanciado con el de la Unimet. Para muchos, su salida –y la de otras autoridades de la universidad- fue motivo de gran sorpresa. Por otra parte, ya se sabe de la luctuosa situación de las universidades en Venezuela. Por lo tanto, muchos asumieron que el profesor de barba cana y altas credenciales había colgado los guantes.

-¿Por qué renunció al cargo de rector de la Unimet?

-Yo pienso que ahí hay primeramente el cumplimiento de un ciclo. Ya yo tenía 10 años como rector de la Unimet, más ciertos aspectos de progreso institucional de la universidad. Hace un par de años habíamos iniciado un plan estratégico para afrontar los cambios de Venezuela, la crisis prolongada, y los cambios del mundo. Han cambiado los modos de producción, la forma como la gente trabaja, y la propia pandemia impuso una gran cantidad de cambios.

-¿Cómo incidió eso en su renuncia?

-Bueno ese plan fue producto de un gran consenso y el fin era relacionar a la universidad con su entorno. Que la Unimet sea capaz de aportar soluciones al problema de Venezuela. El petróleo no va a ser en 10 años lo que era hace 30 años. Cumplí un ciclo, y surgieron diferencias acerca del rumbo que tenía que seguir la universidad en cuanto a profundizar las contribuciones de la misma en investigación.

-¿Cómo deja la universidad? ¿Qué le sobra y qué le falta a la Unimet?

-No creo que le sobre mucho. Todas las organizaciones tienen un poco de grasa que con ejercicio se puede eliminar. Más bien le falta profundizar en su labor académica. Tuvimos en años anteriores una estructura, una concepción de la universidad donde no solo se forman personas, sino que se produce conocimiento. Todo eso se ha venido abajo. Si no tenemos centros de excelencia donde se produzcan ideas de calidad, para que no seamos dependientes de una renta petrolera, minera, o de actividades ilícitas, vamos mal. Eso es lo que le falta a la Unimet: generación de conocimiento.

-¿Tal vez usted se sintió cansado de un ambiente universitario tan devastado?

-En el ámbito universitario es muy importante la forma como se toman las decisiones. Y la forma apropiada es el análisis. Eso precipitó mucho mi salida, porque se tomaron una serie de decisiones que prácticamente convertían a la universidad no en una organización inteligente, sino en un ente jerárquico, con una disciplina que no es propia de una universidad, sino más bien de un cuartel o una empresa. Frente a ese tipo de decisiones que son extrañas a una universidad mi presencia allí no tenía ya sentido.

-¿Diferencias internas?

-Sí. Fueron decisiones que no fueron consultadas, que fueron tomadas de forma arbitraria y que no pueden ser tomadas de ese modo en una universidad. Hay consejos de escuela, de facultad, etcétera, y esas instancias deben ser tomadas en cuenta. Las universidades no pueden progresar porque haya héroes sino producto de decisiones por consenso, no por iluminados. Hay que hacer un análisis adecuado para tomar decisiones que satisfagan no necesidades personales sino de todo el colectivo de la Unimet.

-¿Cómo ve el colapso de la Universidad Central de Venezuela? La rectora García Arocha dijo a BBC Mundo lo que sigue: “del presupuesto que solicitamos este año nos aprobaron 2,2% y de este monto aprobado no nos han entregado el 98%. En 2020 aprobaron 9% de lo que solicitamos y aún no nos han entregado el 75% de esa cantidad”.

-Eso es producto de una gestión arbitraria, las universidades tienen un presupuesto que debe ser ejecutado y que no debe depender de un ministerio. De una manera arbitraria asignan recursos para determinadas acciones. La planta física de la UCV se ha deteriorado mucho en 20 años, y ahora se designa una comisión –que no tiene nada que ver con la estructura de la UCV- para recuperarla, y eso es necesario, pero también hay que recuperar la institucionalidad. Yo quiero insistir en la necesidad de que tengamos instituciones sólidas, porque estas son las que proporcionan los pesos y contrapesos para que podamos vivir en libertad y democracia. Este tipo de decisiones arbitrarias destruyen a las instituciones, y por ende la libertad necesaria para que los venezolanos sean dueños de su propia vida.

-Según la Encuesta del Observatorio de Universidades (Enobu 2021) 7 de cada 10 docentes pensó en dejar su trabajo durante la pandemia. ¿Cuál es su opinión?

-Hay razones para que los profesores universitarios no solo piensen en abandonar sus trabajos, sino que ya en efecto lo hayan hecho. En la mayoría de las universidades públicas ha habido una emigración masiva de profesores hacia otros países, o hacia otro tipo de actividades, porque los salarios no son suficientes para vivir. Esa cifra tal vez incluso se queda corta, en algunas universidades el porcentaje puede ser mayor.

-Enobu 2021 revela que la frustración es mayor entre los estudiantes: 52% dijo sentirse de esta manera, mientras que 40% siente tristeza. ¿Cómo se siente al ver a los muchachos en este estado de desesperanza?

-Esa desesperanza surge porque las universidades no pueden cumplir con las expectativas de los estudiantes. Por diversas razones. Hay universidades que no han podido dar clases en pandemia, y otras sí. La Unimet es una de las que han podido porque se incorporó tecnología. Hay que tomar en cuenta la condición socioeconómica de los estudiantes en las universidades públicas, y también en las privadas por el costo que tienen.

Yo diría que ese es el reto esencial no solo de las universidades, sino de la sociedad en general: que se transforme en una sociedad productiva. Y que esa producción sea sobre la base del conocimiento, de las capacidades humanas, sobre la base de que cada persona genere su sustento y que no seamos dependientes de un Estado.

-Si estuviera en sus manos solucionar el problema de las universidades, ¿cuáles son las 3 principales medidas que adoptaría ya?

-Bueno, esa pregunta –por ser tan específica- amerita cierta reflexión. Una cosa es atender las causas del deterioro de las universidades, que está muy asociado con el deterioro de la producción. Hace falta formar una alianza por la educación universitaria en Venezuela. Tanto las públicas como las privadas, en mancomunidad con los gobiernos locales, y el nacional –si esto fuera posible-, la empresa privada, e incluso con asistencia internacional. Transformar a Venezuela en una sociedad productiva en lugar de rentista. Es un trabajo muy profundo, pero si no se hace será muy difícil.

Luego, que las universidades públicas no dependan del Ministerio de Educación. El mismo, claro, debe subsidiar los presupuestos, pero no puede ser una dependencia total. Y también movilizar los programas para que estén orientados a producción de conocimiento en lugar de la generación de competencias. Esas son las medidas que yo tomaría de inmediato.

-¿Cuál es el futuro de la academia venezolana si las cosas siguen como van?

-Seguirá la tendencia hacia la extinción de la actividad académica. Se ha reducido la generación de conocimiento, perderemos más profesores, se seguirán deteriorando los equipos, etcétera. Las universidades tal vez no desaparezcan, pero serán cascarones vacíos.

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