Invasión en Ucrania

Ucrania, los invasores nazis y el "Partido de la Muerte" que no terminó así

Un solo partido de fútbol disputado entre jugadores de la ocupada Ucrania contra los invasores nazis, inspiró una leyenda que cumplirá 80 años el próximo 9 de agosto. Pero la realidad detrás del "Partido de la Muerte" es acaso más dramática de lo que propusieron en su momento la propaganda soviética y la película Escape a la Victoria, sobre unos jugadores del Dinamo de Kiev condenados de antemano al paredón si ganaban en la cancha

Ucrania, el futbol y el partido de la muerte
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La magia del cine pretendió hacer este episodio más romántico de lo que había sido, y la propaganda comunista de la Unión Soviética la convirtió en una épica nacionalista. Pero la historia real quedó enterrada en los escombros de la Segunda Guerra Mundial y en los intereses de la Guerra Fría.

Desde la II Guerra Mundial, la leyenda del «Partido de la Muerte”, jugado en 1942 entre un poderoso equipo nazi y famélicos futbolistas ucranianos, permanece en las crónicas del deporte, la dignidad y la guerra como una lección de buen orgullo, talento y rebeldía contra un ejército invasor.

Hoy, cuando Ucrania es atacada a mansalva por uno de los ejércitos más poderosos de la Tierra, conviene traer el recuerdo de este «Partido de la Muerte”, con algunos de sus matices.

La verdad oficial, y la versión más socorrida en los atisbos de la memoria, indica que lo libró y ganó el Dínamo de Kiev (Kyiv, como la llaman ahora para quitarle peso a la grafía rusa) que enfrentó a soldados de la Alemania nazi.

Escape a la victoria

Victory (Escape a la Victoria), del monumental John Huston, se estrenó en 1981 y se dice inspirada en el Partido de la Muerte.

Protagonizada por Michael Caine, Sylvester Stallone y Max von Sydow, junto con estrellas reales del fútbol como el Rey Pelé, Bobby Moore, Paul van Himst, Osvaldo Ardiles y Kazimierz Deyna, cuenta la historia de un grupo de prisioneros de países aliados, obligados a disputar un partido en París contra una selección de militares nazis.

Los malos, más que jugar, querían demostrar la pretendida superioridad aria así en la guerra como en el deporte.

La motivación de los jugadores aliados –con el malo de Stallone como arquero- era propiciar una fuga en desbandada por las catacumbas de París, después que sus cómplices de la resistencia excavaron unos túneles que daban al vestuario.

Iban perdiendo en el intermedio, pero ya en la boca del túnel prefirieron devolverse, regresar a la cancha y darle una lección a los jugadores alemanes y a su árbitro comprado.

Hollywood, una vez más, prevalece en el imaginario colectivo. Como siempre ocurre con esos filmes “basados en hechos reales”, pocos recuerdan la inspiración real del electrizante guion de Evan Jones Yabo Yablonsky.

Escape a la Victoria, fotograma
El equipo de prisioneros del filme Escape a la Victoria (1981)

Los soviets

Pero desde mucho antes de 1981, más allá de la Cortina de Hierro, en la vasta Unión Soviética, las verdades oficiales eran impuestas por la tenaz propaganda del Partido Comunista. Era un sistema mucho más poderoso y ubicuo que el de Hollywood de los años 80.

Estos soviéticos fueron auténticos precursores de los actuales fake news, o de las medias verdades, que sirven de cantera para erigir verdades tenidas por absolutas e irrebatibles.

La historia oficial, la que se enseñaba en las escuelas soviéticas con ribetes de hiperrealismo y drama nacionalista, nos refiere que en la Kiev ocupada por los nazis desde 1941, un puñado de futbolistas ucranianos y rusos fueron desafiados por los invasores a disputar un partido de fútbol. Pero había una condición: si por ventura llegaran a derrotar a los alemanes, serían fusilados en el acto.

De modo pues, que estaba creada “la situación extrema” que aparece en cualquier guion de suspenso que se precie.

Los locales derrotaron a los arrogantes alemanes con pizarra de 5 a 3 y como recompensa fueron acribillados ahí mismo en los vestuarios por lo soldados nazis que en número abrumador, con sus respectivos perros y ametralladoras, habían rodeado el estadio para contener a los 2.500 ucranianos que habían ido a apoyar a su club de la dignidad.

Un monumento en piedra, con la figura en relieve de cuatro futbolistas con contextura de colosos, da fe hasta hoy en la agobiada Kiev que ahí se disputó ese partido, para la gloria soviética y de su entonces república de Ucrania.

Fuga a la verdad

El lugar común reza que la realidad es más eficiente imitando al arte, que al revés. La historia verdadera de estos partidos entre ucranianos y alemanes es mucho más compleja que la leyenda. Va más allá del clímax dramático, del momento en que de todo un equipo de jugadores es fusilado en los camerinos solo por negarse a ser derrotados en el campo.

Como muchas de las cosas que ocurrieron, o se cree que ocurrieron en la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, “El Partido de la Muerte”, también fue sujeto de revisión…es que muchas cosas no calzaban, el cuento estaba mal contado, la épica parecía exagerada, y no había pruebas ni testigos de ninguna masacre colectiva de jugadores de fútbol en un estadio.

Pruebas de masacres en masa de otras personas sí que hay, y muchas…hasta el sol de hoy, en la Ucrania de hoy, pero esa es otra cosa.

Fuentes de rigor

Numerosos historiadores y periodistas como el ucraniano Valentin Scherbachov, en un artículo publicado La Vanguardia, de España; el inglés Mark Pougatch, de la BBC, o Nikola Budanovic, en War History Online, han escudriñado más allá del mito para poner en perspectiva lo que pasó en realidad aquél 9 de agosto de 1943 en el estadio Zenit de Kiev entre ex jugadores del Dinamo de Kiev y del Locomotiv de Kiev, contra pilotos y soldados de las fuerzas nazis que ocuparon Ucrania.

En efecto, el equipo de ucranianos era imbatible y ese día dejó la casa en alto, al derrotar 5-3 a los insolentes nazis, representantes de las fuerzas de ocupación. Pero nadie murió en los vestuarios ni ese fue el último ni el primero de los partidos disputados entres los ucranianos y los invasores alemanes.

Poco tiempo después, los nazis en efecto asesinaron a cuatro de los ex jugadores del Dinamo, pero por razones políticas.

La campaña

Acaso animados por la idea de construir una nueva normalidad y calmar un tanto a una población pisoteada, los ocupantes alemanes habían permitido el fútbol organizado. Pero el poderoso Dinamo de Kiev había sido desarticulado porque había tenido relaciones y apoyo de la policía secreta soviética.

El fútbol seguía siendo popular en las calles. En un terreno al descampado, cercano a la panadería número 1, los panaderos solían matar sus pocos minutos libres corriendo detrás de un balón.

Los encantados alemanes les propusieron a los panaderos disputar un partido “amistoso” y hasta los dejaron entrenar en el estadio Zenith, que hasta hoy sigue en pie como testigo de esa hazaña de la que se cumplirán 80 años este agosto.

Los visitantes llevarían un equipo de puros soldados arios, arrogantes también en eso de darle patadas a un pedazo de cuero inflado.

Los de Ucrania bautizaron a ese equipo caimanera, o vente tú (como dirían en Venezuela)  con el pretensioso nombre de Start FC.

Una escena en los vestuarios

El primer partido entonces se disputó el 12 de junio de 1942. Los embalados y bien comidos alemanes picaron adelante con el primer gol, pero los locales emparejaron rápido y sacaron ventaja, de modo que el primer tiempo terminó 2 a 1.

Un comandante alemán bajó a los vestuarios para imprecar a los ucranianos: o dejaban de jugar con tanta intensidad o serían ametrallados.

Ucrania y el partido de la muerte
El afiche de «El Partido de la Muerte», del 9 de agosto, y el monumento erigido por los soviéticos en honor a los jugadores, y al orgullo patrio en «La Gran Guerra» (II Guerra Mundial).

No solo no se amilanaron por la amenaza, sino que jugaron mejor, de modo que el partido terminó prematuramente 4 a 1, porque el árbitro alemán adelantó el pitazo de cierre.

Por el lado de los alemanes el promotor del futbol y de la idea de calmar a la gente con el circo, fue el mismísimo comandante de las fuerzas de ocupación, el mayor general Freidrich Georg Eberhardt, a quien no le gustó para nada ese primer desempeño de sus fornidos muchachos arios.

La orden entonces fue “echarle” a los ucranianos un equipo más poderoso, para poner las cosas en su sitio.

Ese otro partido ocurrió, según las crónicas, el 17 de julio y otra vez los alemanes perdieron, esta vez por 6 a 0.

Se trajeron entonces a un equipo de simpatizantes nazis importados de Hungría, el MSG Wal, que cayó derrotado dos veces (5-1 y 3-2).

Cuentan que los desconcertados alemanes no estaban al tanto de que en realidad estaban enfrentado a un equipo de futbolistas profesionales, pues los panaderos accidentales en realidad eran jugadores de la primera división que quedaron desempleados cuando los nazis desarmaron al Dinamo. Además, esos futbolistas de verdad estaban inspirados y empecinados en acabar con los invasores, al menos jugando al fútbol.

Estos encuentros serían apenas una suerte de octavos de final del Partido de la Muerte.

El dilema del secuestrador

Los alemanes esta vez armaron un equipo con hombres élite de la Fuerza Aérea, la temida Luftwaffe, y lo llamaron Flakelf.

Hubo un primer encuentro que -previsiblemente para esta épica- también ganaron los ucranianos, pero esa derrota quedó en el silencio. Y es que el resultado fue 5 a 1.

“Los alemanes estaban en un aprieto: por un lado, no podían asesinar a los miembros del FC Start, ya que eso los convertiría en mártires y desacreditaría el espíritu deportivo alemán. Por otro lado, necesitaban derrotar al equipo imbatible, ya que era la única manera de limpiar su nombre”, escribe Budanovic.

“La idea de la superioridad de la raza alemana estaba ahora en entredicho”.

Entonces pues, el del 9 de agosto fue un partido de revancha, el que también ganaron los ucranianos.

Drama se cuenta solo

Y sí, hubo ribetes cinematográficos, hubo arquetipos, personajes, hubo situaciones dramáticas, como en el cine. Y hubo orgullo y voluntad, como en las guerras de resistencia.

Los interesados en revisar la historia solo pudieron recabar las versiones contadas por testigos de la época después que en 1991 cayó la Cortina de Hierro, y cuando la Unión Soviética pasó a ser solo un espanto que ahora resucita bajo el aliento de Putin.

El árbitro era un oficial nazi que miraba para otro lado cada vez que sus jugadores arremetían con fuerza bélica contra sus rivales. Apenas comenzando el partido, el portero de Ucrania quedó inconsciente después de una entrada sucia, los ocupantes siguieron jugando y aprovecharon para anotar tres goles.

Después vino más nervio, más drama, más desesperación para los alemanes, cuando el portero volvió en sí y los inspirados rehenes de los nazis anotaron cinco goles para ponerle pizarra definitiva de 5-3 al encuentro.

Los pilotos alemanes pidieron otra revancha, que se disputó el 16 de agosto y esa última vez también mordieron el polvo contra los ucranianos, por 8 a 0.

En total, alemanes y ucranianos (o soviéticos) disputaron 10 partidos, todos ganados por los famélicos jugadores de la casa. Los invasores tuvieron que cancelar el torneo para no sufrir más humillaciones ni inspirar el espíritu de rebeldía de la nación invadida.

Tercer tiempo

A partir de ahí, las historias se bifurcan hasta perderse en la nebulosa de la guerra, el espionaje, la propaganda y la maldad en una tierra ocupada por militares asesinos (valga la redundancia, pues para eso los forman y enseñan a disparar).

Una versión indica que en efecto los nazis arrestaron a los jugadores y más tarde los sumaron a una ejecución en masa en Babyn Yard, un barranco a las afueras de Kiev que es una de las fosas comunes más grandes de la Segunda Guerra Mundial.

Cuatro jugadores de los que pertenecieron al Dinamo de Kiev serian asesinados por fusilamiento por motivos políticos, acusados de ser agentes de la NKVD (Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos, la temida policía política, o servicio secreto de Josep Stalin). Uno más murió a manos de sus torturadores.

Se llamaban Nicolai Trusevich, Ivan Kuzmenko y Alexei Klimenko los fusilados. Nikolai Korotkich el asesinado bajo tormento.

En los campos de concentración de Syrets, ya en 1943 y en los estertores de la guerra, morirían Ivan Kuzmenko, Oleksey Klimenko, Mihael Keehl y el portero Mykola Trusevich.

Los sobrevivientes a los nazis y a la guerra, serían obligados por los soviéticos a defender la historia de que hubo un solo partido, el Partido de la Muerte, al cabo del cual los triunfadores terminaron fusilados por defender la dignidad de la URSS.

La historia es de quien la escribe. Pero el tiempo extendido, o comprimido en que cayeron asesinados después del Partido de la Muerte no le quita heroísmo a la hazaña de estos hombres. Se atrevieron a derrotar 10 veces seguidas en el terreno a un poderoso enemigo, armado de odio y metralla y que no tenía el menor respeto por la dignidad humana.

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