De Interés

La Quinta Elena es otro tesoro de la Caracas por descubrir

En Los Chorros, este de Caracas, prevalece la imponente arquitectura de la Quinta Elena, una joya de la Venezuela de hace 100 años, que es bien cuidada por las Siervas del Santísimo. Las religiosas dirigen allí, desde los años 50, un colegio para niñas y jóvenes de escasos recursos. (Por Carolina Jaimes Branger y Carlos Tulio Sierra Paravisini).

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La quinta Elena, Caracas

Los Chorros tiene, como Sevilla, un color especial. O, mejor dicho, muchos colores especiales, porque allí conviven todos los tonos de verde que hay en el mundo. Cantidades de aves han hecho de esta zona de Caracas su casa, de donde salen todas las mañanas, muy temprano, a recorrer la ciudad. Cuando vuelven a recogerse en la noche, es el turno de murciélagos y lechuzas de salir a por sus alimentos.

En Los Chorros hay también unas casas espectaculares, resquicios de una época dorada del despertar de un país (antes éramos un puñado de territorios dominados por caudillos) sobre todo de la época del general Gómez, el unificador de la Venezuela de hoy. Todo gomecista que se apreciara, tenía su casa de temperar en Los Chorros. Este reportaje es sobre una de ellas, la llamada primero “Villa Enriqueta” y más tarde “Quinta Elena”.

Laureano Vallenilla-Lanz Planchart, vecino de Los Chorros y apenas un adolescente cuando la conoció, la describe así en su libro “Escrito de Memoria”[1]: “La mejor casa de Los Chorros, es para entonces, la del doctor Victorino Márquez Bustillos, presidente provisional de la República. Colocada en medio de un vasto jardín cubierto de césped, tiene a la izquierda una cancha de tenis. Cinco jardineros y un policía cuidan de ella y de un terreno anexo sembrado de legumbres y árboles frutales”. No sabía “Laureanito” que terminaría casándose en esa casa, con Elena Bueno Plaza.

Vitral en el techo de la Quinta Elena. Foto: Carolina Jaimes Branger

Pero vayamos años más atrás, cuando el exitoso abogado portugueseño, don Victorino Márquez Bustillos y su esposa, la trujillana doña Henriqueta Iragorry Briceño 1861-1919, se mudaron a Caracas con una prole (que terminaría siendo de 12 hijos).

Lo más seguro es que previamente habría contratado los servicios de dos de los pocos -pero afortunadamente brillantes arquitectos- que había en Venezuela para el diseño de su casa y jardines en la avenida principal de Los Chorros: Luis Alejandro Urbaneja Tello y Alejandro Chataing. Estos profesionales, en primera instancia, se habían graduado como ingenieros en la Universidad Central de Venezuela, y posteriormente, al abrirse la carrera de Arquitectura, acuden allá a ampliar su formación como profesionales integrales. Ambos también se forman en el área de paisajismo y aquí es donde “Villa Henriqueta”, como el Dr. Márquez originalmente bautiza a esta mansión, se engalana desde su amplia entrada, flanqueada por matas de mango, en aquel tiempo incipientes.

Los majestuosos jardines llenos de frutales, fuentes, caminos con pérgolas y trojas de rosas en madera, fueron diseñados por Alejandro Chataing y gracias a fotografías de la época han podido ser recreados digitalmente, ya que las originales han desaparecido por la acción de termitas y microorganismos.

Tanto don Victorino como doña Henriqueta provenían de familias acomodadas de la sociedad trujillana. Él, abogado, político y director del periódico El Trujillano, quien entre 1914 y 1922 fuera designado por Gómez como presidente encargado de la república. Su buen gusto no solo se manifiesta en esta portentosa casa, sino en otras que mandó a construir en Los Chorros y en El Paraíso, donde se nota que no escatimaba en detalles de grandiosidad y elegancia.

Esta casa de una sola planta y un semi sótano, está evidentemente concebida como una vivienda permanente, pero con marcadas características de una casa campestre, como otras más modestas que se hacían en Los Chorros, con el propósito de temperar los fines de semana, para curar algún malestar, o en tiempo de vacaciones escolares, donde la cercanía de los Baños del Tócome, junto a la exuberante vegetación, hacían de este lugar un verdadero paraíso bucólico.

La presencia de una veranda o porche, ornamentado con columnas de capiteles neoclásicos y balaustradas barrigonas prefabricadas en la fachada principal, es una constante en estas casas para temperamento, especialmente aquellas que dan a la avenida principal. El porche también funge de mirador para ver pasar el tranvía, como una de las pocas cosas que añaden movimiento a una localidad campestre inmersa en un bosque, con ausencia de vehículos.

Entrada principal. Foto: Carolina Jaimes Branger

Su estilo es ecléctico. Vemos en ella detalles del Art Nouveau, como el precioso vitral que corona el techo del salón principal o los ornamentos de madera de las puertas y marcos. También Art Deco, como el semi piso a media altura que corona el salón. También se utilizaron elementos pre fabricados diversos, especialmente de concreto, en los jarrones de flores y en las balaustradas en barandas y porches. Los pisos son de baldosas hidráulicas de fabricación nacional hechos por la Casa Cellini, así como las tejas romboidales en los techos, mejor conocida como tejas alemanas.

Esta teja solo iba apoyada en una retícula de madera y no necesitaba ningún tipo de pegamento, sino que iban superpuestas y trabadas entre sí de manera que resultaba en un conjunto estructuralmente firme y muy eficiente como cubierta impermeable. Aunque ahora imperceptible por efecto de la erosión y la exposición al sol, las tejas, rojas en mayor cantidad, hacen fondo a formas geométricas dibujadas con las tejas blancas. Ese efecto es recurrente en otras casas de Los Chorros que las utilizaban en sus techos.

En la Revista del CIV No. 11 de 1923 se puede leer: “La construcción de la casa de la Villa Henriqueta, fue debida al doctor Luis Alejandro Urbaneja Tello. Profesor de Construcción en la Universidad Central, quien, al concluirla, dejó en el terreno las entradas, avenidas, algunas gradas, para salvar los desniveles del terreno y otros elementos, que luego fueron base para el delicado trabajo que realizó el doctor Chataing al llevar a cabo el embellecimiento de los parques y jardines que cubren más de una hectárea”.

Entre Urbaneja y Chataing hubo diferencias en cuanto a la conceptualización de los jardines. Urbaneja tenía preferencia por la visión inglesa, más hacia lo natural y espontáneo, en cambio, Chataing, más por el jardín afrancesado, de trazados geométricos de caminerías que se irradian partiendo de una fuente u otro punto focal.

Elena Bueno y Laureanito Vallenilla Planchart. Foto: Cortesía familia Vallenilla Bueno

Dos tipos de soluciones paisajísticas podemos encontrar en las entradas a la villa: La entrada norte o desde la transversal Los Olivos debe salvar cerca de tres metros de diferencia de altura desde la calle hasta llegar al nivel de la casa. Ahí podemos ver un trabajo de escalinatas flanqueadas por fuertes volumetrías arquitectónicas que reflejan un estilo mucho más contemporáneo que la arquitectura de la casa. También ahí se observan áreas deportivas….

En la entrada desde la avenida principal, mucho más importante que la anterior, vemos una solución más afrancesada con caminerías y fuentes trazadas de manera geométrica, a ambos lados de la ancha acera de entrada que conduce a las escalinatas del porche.

Doña Elena de Bueno, en un retrato de época. Foto: Carolina Jaimes B.

La casa fue comprada años más tarde por otro connotado gomecista, el doctor Adolfo Bueno Madrid, casado con Doña Elena Plaza Orea, por quien le cambia el nombre a “Quinta Elena” y donde vivió hasta la muerte de ella, en 1954. Al fallecer Doña Elena, el doctor Bueno se mudó a la casa de al lado, también de su propiedad y de líneas más modernas y donó a las Siervas del Santísimo la Quinta Elena para que fundaran un colegio para niñas y jóvenes de escasos recursos, que todavía funciona.

La Superiora, la Hermana Juanita Bautista Páez y las demás hermanas, tuvieron la gentileza de dejarnos entrar a fotografiar y nos contaron algunas anécdotas que conocen de tiempos anteriores. Salimos con la satisfacción de ver cómo a lo largo de los años ellas han mantenido un patrimonio de la nación.

La caminería hacia la entrada principal. Foto: Carolina Jaimes Branger

Adentro pudimos ver las cajas de los instrumentos médicos del Doctor Bueno, sus condecoraciones, y algunas fotos, entre ellas las del Doctor Bueno y Doña Elena. Parece que también hay del matrimonio de su hija Elena Bueno Plaza con Laureano Vallenilla-Lanz Planchart, pero no estaban a la vista.

Mención especial merece la capilla del colegio, diseñada por el arquitecto Erasmo Calvani. Pero la capilla en sí misma es una joya y será tema para otro artículo.

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