Deportes

Beisbol venezolano en Miami: tarde de nostalgia para inmigrantes

El Marlins Park de Miami fue declarado territorio venezolano durante un fin de semana. La iniciativa privada de realizar un partido oficial en suelo norteamericano entre Cardenales de Lara y Navegantes del Magallanes atrajo tanto al fanático que llevaba años sin ver en vivo al equipo de su niñez, como al inmigrante que quiso, así fuese por unas horas, estar cerca de su país utilizando la excusa del beisbol.

Publicidad
POR: Leonardo Mendoza | Especial desde Miami

Por eso, no fue extraño ver a los asistentes el sábado con camisas de Leones del Caracas, Águilas del Zulia, Tiburones de La Guaira, Caracas Fútbol Club, Deportivo Táchira, y la infaltable vinotinto, entremezclados en las tribunas y pasillos con guaros y magallaneros.

La mayoría empacó su indumentaria representativa cuando decidió salir de Venezuela detrás de nuevas oportunidades en la tierra abanderada con franjas y las estrellas. Otros aprovecharon sus vacaciones en Florida para vivir un partido, por decirlo de alguna manera, diferente.

En esta ocasión, no hubo el ritual del Good Bless América durante el séptimo inning, como sucede religiosamente en los escenarios de las Grandes Ligas. Más bien, se escuchó en varias ocasiones algunos temas de la Billo’s Caracas Boys, Reinaldo Armas y hasta un merengue de Diveana.

Eso distrajo a la graneada concurrencia que asistió al primer juego de este evento, bautizado Serie de las Américas, una versión reducida de la Serie del Caribe y que también incluye a los Tigres del Licey y Águilas Cibaeñas, dos acérrimos rivales en la pelota de República Dominicana. Estos últimos llevaron horas más tarde mucha más gente al estadio, por lejos, que los conjuntos de la LVBP.

“Tenía 14 años sin ver a mi equipo de Cardenales, ni siquiera por televisión porque aquí todo es por suscripción. Venía solo a juegos de fútbol americano”, dijo David Rodríguez, quien viajó un par de horas en carretera para traer a su familia a ver el encuentro.

De resto, todo transcurrió en calma, tal vez demasiada. El público celebró las carreras, disfrutó aparecer en la enorme pantalla del estadio y bailó cuando le soltaron por los parlantes una pieza con sello criollo que tocó sus fibras. Pero también guardó silencio en repetidas ocasiones, algo atípico para un partido de pelota en Venezuela. Lógicamente, no estaban en casa, y en Estados Unidos los partidos de viven de manera distinta.

Esta vez, no hubo anunciador interno que se quedara ronco de tanto gritar buscando despertar del fanático. Nadie pidió una bulla en medio de una reacción ofensiva. Ni sonó una canción distinta que presentara a cada bateador antes de tomar turno. Se asomaron uno que otro cántico de los equipos en disputa, se coló por allí otro “leoo, leoo, leoo”, y solo un tímido “y va a caer, y va a caer” confirmó que en el estadio estaban presentes los venezolanos y que hay aroma de elecciones en su tierra natal.

“Me vine de Venezuela hace un par de años y esta es la única oportunidad que tiene uno de ver a tu equipo estando tan lejos”, contó María Fernández, barquisimetana ahora residenciada en la ciudad de Orlando. “Aquí no es solo fanáticos de Cardenales y Magallanes. Somos los venezolanos juntos viendo un espectáculo que nos une”.

Cuando apareció el último out, los seguidores de Cardenales pudieron irse a sus respectivos hogares con la alegría de la victoria 6 carreras por 1 sobre Magallanes. En la parte organizativa, todo funcionó como ocurre en un encuentro de Grandes Ligas. En calma, planificado y en orden.

El desorden, los gritos, la bulla, la samba, el perreo y, tal vez el sabor peculiar que caracteriza a las ligas del Caribe, parece quedar reservado para el lugar de origen. Pero, para muchos con años fuera de su patria, Venezuela se sintió un poco más cerca, al menos por tres horas y media.

Publicidad
Publicidad