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Francia avanza pero no espanta sus fantasmas

No vale la pena engañarse: esta versión de la selección francesa aún deja muchas dudas, incluso cuando convirtió cinco goles en un partido en el que pudo convertir hasta un par más. La tímida Islandia, querida por casi todos, dejó en evidencia las miserias galas.

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Foto: AFP

Los locales superaron 5-2 a una de las sorpresas del campeonato europeo, pero aún cuando el partido no pasó de ser un simple trámite, Islandia desnudó las carencias del equipo de Didier Deschamps. Si el partido de hoy fuese la única muestra analizable, bien podríamos concluir que no hay nada que concluir, y que es necesario esperar próximas presentaciones de “Les Bleus”, pero con la de hoy en Saint Denis, ya son cinco las apariciones del equipo de Antoine Griezmann, Dimitri Payet y Paul Pogba, y aún el mundo futbolístico está a la espera de demostraciones que enseñen un patrón de juego.

Ya sé que este ha sido el torneo en el que Portugal se ha instalado entre los cuatro mejores sin tan siquiera haber ganado un partido, pero permítame afirmar que su caso es incomparable con el francés: los de Deschamps tienen mayores cuotas de talento, así como horas de entrenamiento, algo que invita a esperar mejores actuaciones de la anfitriona.

Pero, ¿a qué juega este equipo?

Sostengo mi duda incluso tras una presentación en la que mostraron un plan de acción muy definido para la ocasión –no asfixiar a Islandia sino obligarla a salir de su cueva y jugar en el centro del campo, para así aprovechar, en transiciones defensa-ataque, los espacios dejados por los nórdicos-, pero que se antoja justamente accidental, salvo que el próximo jueves, ante el maravilloso ataque posicional alemán, decidan repetir la idea.

Insisto: Francia recién golea a Islandia y nada ni nadie ha interferido en su camino hacia las semifinales; no es un local que se haya beneficiado por arbitrajes sospechosos ni “bolas calientes” en el sorteo. Lo suyo ha sido futbolístico, sin que deje de ser pobre.

En lo que falla Didier Deschamps es en la construcción de un ecosistema que potencie las virtudes de sus dirigidos, lo que en fútbol se explica como la elección de una idea de juego, de un patrón que no limite a sus futbolistas sino que los invite a crecer y superarse. En esta Francia no veo nada similar a lo que describo, y la consecuencia se nota en los comportamientos de maravillosos futbolistas como Matuidi, Payet, Giroud o Sissoko.

El caso Pogba merece un párrafo aparte. Quienes han seguido su carrera en la Juventus de Turín reconocen al francés como un enorme mediocampista, capaz de hacer el “box to box” (recorrido de área a área), con gol y capacidades de jugar para sus compañeros. Pero esta versión del portentoso futbolista que suena para reforzar a todos los grandes equipos europeos es, cuando menos, decepcionante. ¿Se olvidó como jugar el juego que siente? No. Su caso es justamente la muestra perfecta de que la simple acumulación de talento (Pogba, Matuidi, Payet, Sissoko, Giroud, Griezmann, Sagna y otros) no basta, se necesita mucho entrenamiento para que quienes en el campo se presentan como posibles socios se conviertan en tal cosa.

Revisemos, siempre según las posibilidades de ambos conjuntos, quien juega mejor al fútbol, ¿Francia o Islandia?

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Que se entienda bien mi pregunta: si partimos de las cualidades y defectos propios, ¿podemos decir que los nórdicos han logrado una mejor interpretación de su juego que sus verdugos franceses? Los de Deschamps siguen en carrera, pero le pido que haga el ejercicio que le planteé y se cuestione si esta Francia es acaso producto de la explosión de sus virtudes bajo un manto táctico-estratégico, o si por el contrario es aún un conglomerado de individualidades.

Y perdone que lo someta a semejante tortura, pero como usted sabe, el resultado no me dice nada porque no se le puede discutir, es el que es y punto. Francia ganó y consiguió su primer objetivo: estar entre los cuatro primeros de Europa. Pero futbolísticamente prefiero quedarme con una ingenua y casi amateur Islandia, que aún cuando caía por cuatro goles, priorizó su idea, sus emociones y sus valores antes que el miedo a ser goleado. La diferencia está, como lo planteaba Heráclito en “vivir de muerte o morir de vida”.

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