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La hinchada de Nacional se rinde ante Guerra: "Venezolano, venezolano..."

Nacional de Medellín se tituló campeón de Copa Libertadores, por segunda vez en su historia. Derrotó 1-0 a Independiente del Valle, con Alejandro Guerra como jugador titular. Al momento de ser cambiado, el criollo fue ovacionado por todos los presentes en el Atanasio Girardot.

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Fotografía: AFP

Corría el minuto 88 cuando se anunció el cambio. Alejandro Guerra dejaba el terreno para que ingresara Diego Arrias. El movimiento buscaba blindar el mediocampo, pero no parecía necesario. Nacional se había adueñado de la pelota, como en los primeros 15 minutos e Independiente había entendido que no tendría una segunda oportunidad, como en el partido de ida. La heroicidad claudicó ante el talento.

Guerra se alejó lento, contando los pasos. ¿Cuántas veces había soñado con  este momento? ¿Cuántas veces, de niño, había golpeado una lata, en Lomas de Urdaneta, imaginando que marcaba el gol decisivo de la Libertadores? El público lo despidió con cariño. «Venezolanooo… Venezolano…». No es cualquier cántico. Hoy, cuando nos llegan tristes historias de compatriotas que delinquen en otras tierras, cuando muchos pronuncian la nacionalidad bajito y con miedo, la hinchada paisa resaltaba el gentilicio de una de las figuras del torneo. Que sí, que nació en Venezuela.

No fue un partido excelso el de Guerra. No lo fue tampoco para Nacional. Es probable que un golpe en la rodilla, del que habló en la entrevista después del partido, haya sido la causa. Pero más que la lesión, la culpa en la valoración la tiene el propio «Lobo», quien nos malcrió durante toda la Libertadores. De la nada se inventaba un pase que perforaba muros; generaba espacios donde no los había y disparaba al arco desde ángulos imposibles. Mejoraba a sus compañeros y ellos le devolvían la pelota, para que el juego nunca terminara.

Ante la ausencia de Sebastián Pérez, le tocó a Guerra lidiar con la complicada tarea de colaborar con sus hermanos defensores y empezar el movimiento hipnotizante con la tenencia de la pelota. Mientras Independiente tuvo físico, le costó lo primero, cuando empezó a flaquear, mostró pinceladas de lo segundo. En los últimos 10 minutos fue el Guerra de siempre, el «calidoso» como dicen en «Medallo».

«¿Ahora el Real Madrid?», le pregunta el comentarista de la televisión. No es ni una ofensa ni una burla. Es el homenaje a quien se echó el equipo al hombro en muchos partidos. El que volvió a poner en el papel la importancia de los hombres inteligentes, los que saben qué hacer con la pelota. Podría ser un «10» de los de antes, que tanto gustan en Colombia y que hoy, por quien sabe qué mala prensa y caprichos de los técnicos modernos, no aparecen.

Guerra puede presumir de ser el primer criollo en levantar una Copa Libertadores. Pero puede hacerlo por mucho más. Porque los comentaristas mexicanos, colombianos y argentinos no dudaron en alabar sus virtudes. Y mire que a estos últimos les cuesta una enormidad aplaudir a un jugador nacido fuera de sus fronteras. Los piropos pueden ser efímeros, pero la coincidencia de tantos puntos de vistas blindan la conclusión: esta fue su Copa; la copa de un venezolano.

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