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Richard Páez y el Plan Guanipa

La introducción de “Así habló Zaratustra”, de la banda sonora de la película 2001: Odisea en el espacio, con su fanfarria de vientos y su percusión estremecedora, hubiera quedado perfecta. Richard Páez estaba presentando la campaña indetenible, su plan de gobierno como candidato a la presidencia de la Federación Venezolana de Fútbol, y por supuesto, toda la épica giraba en torno al año 2001, cuando tomó la dirección técnica de la Vinotinto y ganó hasta cuatro partidos seguidos. Éramos felices y no lo sabíamos.

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2001, el año del salto evolutivo del mono al Homo Sapiens. 2001, el año en que se encendió la lámpara de Aladino, así de la nada, soltó Páez palabras más, palabras menos. “El modelo futbolístico que más se acercó a la identidad del venezolano fue el modelo que se desarrolló entre 2001 y 2007”, no titubeó. El suyo, pues.

Así habló Zaratustra porque así se habla en época de elecciones. No queda otra. Punto. En la campaña antes del 6-D, el diputado Tomás Guanipa, de Primero Justicia, prometió la dolarización de nuestros sueldos. Hasta los que votamos por la oposición sabíamos en el fondo que Guanipa estaba hablando pazguatadas, pero la gente no vota porque cree en las promesas, sino porque percibe a un candidato como “uno de los nuestros”, o por lo menos como “uno que no es de los otros”.

Si agarráramos a Richard Páez en confianza, hablando bajito sobre el murmullo del chorrito en el baño de caballeros, estoy seguro de que él sería el primero en reconocer que el boom de “su” Vinotinto de la década pasada no salió de la nada. Que mucho tuvo que ver una generación de jugadores. Que en los años con signo negativo (Antes de Páez) se hicieron algunas cosillas, seguramente insignificantes. Que lo de la “identidad” siempre es relativo en la era de la globalización.

Pero en época de elecciones, necesariamente, tienes que decir cosas que hagan que la gente ponga boca de ¡Oh!, por ejemplo, que se implantará “un modelo sinergésico con estímulo neuro-cortical que incentive el pensamiento reactivo”, como se le escuchó en algún momento este miércoles al ex seleccionador nacional cuando se refería a su proyecto de entrenamiento integral para las divisiones menores. O sea.

El traumatólogo Páez hizo un diagnóstico inapelable de lo que calificó como “28 años viviendo este martirio” (la era conjunta Rafael Esquivel-interinato de Laureano González, que algún malintencionado podría comparar con el binomio Chávez-Maduro). Repartió un folletico en el que se enumeraban 10 pilares para la cura del paciente, que luego en su exposición se convirtieron en 12. Todo lo que está más o menos de cajón: regularización de los clubes, un plan serio para las divisiones menores (de ambos sexos), más canchas de fútbol y centros piloto, capacitación para entrenadores, árbitros y directivos, dignificación de ex futbolistas en la indigencia, autogestión y una estrategia de merchandising.

No quedó claro si Páez planteará la separación de la FVF y la liga profesional, actualmente siamesas. Tampoco queda del todo claro de dónde saldrán los recursos para los medicamentos del enfermo. La Venezuela de 2016 es muy diferente a la de 2001. La empresa privada está vuelta leña. Los ingresos petroleros son mucho menores. La inflación anda más descontrolada que Zinedine Zidane cuando se le metieron con la hermana. Hay niños que no pueden ofrecer un rendimiento adecuado en la cancha porque no comen. El sentimiento colectivo de pertenencia a una nación se percibe erosionado. El último que apague la luz. Le hice una pregunta por el estilo a Páez y argumentó que su Vinotinto, la que puso a cantar de técnica y táctica hasta a Caramelos de Cianuro, también jugó en medio de situaciones políticas críticas y una polarización extrema, como en los acontecimientos de abril de 2002.

Pero insisto, mucho ha cambiado desde entonces. Con frecuencia nos autoengañamos con la fantasía de que, dados ciertos elementos, el pasado se repetirá de manera similar. “Dicen que aquel amor de ayer va a volver a despertarse y que una simple canción volverá a emocionarte”, como dice una letra del grupo sanantoñero de rock La Misma Gente.

Uno de los aspectos que me preocupó del discurso de Páez es que coloque como fin la clasificación a un Mundial de fútbol. Para mí eso sería apenas el principio (si es que se da). “Si no se dan los resultados, el técnico que esté al frente de la selección tiene que salir. No importan los nombres, las jerarquías o el cariño (…) si no se cumple el ofrecimiento de clasificar al Mundial”. En un contexto tan extremadamente complicado como el de Conmebol, es un tema delicado, que de nuevo puede generar expectativas frustradas en la gente. Quizás desarrolles el plan más extraordinario del mundo con tus divisiones menores, pero es perfectamente factible que igual quedes en una eliminatoria por debajo de Brasil, Argentina, Uruguay, Colombia, Ecuador y Chile. Mochos no son. El propio Páez no pasó de un octavo puesto en la única eliminatoria que asumió completa, la de Alemania 2006.

Para mí, clasificar al Mundial no puede plantearse como objetivo final. Está fuera de nuestras manos. El objetivo de un presidente de la FVF es generar las condiciones propicias para que exista un nivel de competitividad mínimamente decente y sostenible en el tiempo (concepto clave) en todas las categorías, y a partir de allí, si algún día sacamos la bolita premiada del bingo y vamos a un Mundial, pues chévere. Pero Bolivia fue al Mundial en 1994 y hoy es un desastre, por ejemplo, más allá de las peculiaridades bolivianas.

Esas cosas, por supuesto, no las dice un candidato en campaña. Una campaña que no es ni para usted ni para mí, por cierto. Porque las elecciones para la FVF, al menos como están concebidas en este momento, hacen recordar aquella época decimonónica que sale en los libros de historia, cuando solo votaban los varones mayores de 21 años que tuvieran hacienda y pinta de gente seria, que ni siquiera escogían de manera directa al presidente sino a unos delegados. Si no se cambia el sistema electoral interno que propicia la continuidad eterna del directivo en ejercicio, el nombre Richard va a sonar irónicamente como el “Reach Out” de la canción de los Four Tops, y el propio ex seleccionador está plenamente consciente de eso. Su primera y por ahora única batalla es la de modificar las reglas del juego.

Muchos de los integrantes del equipo de trabajo que rodeaba este miércoles a Páez, incluido el propio Páez, trabajaron en algún momento bajo las órdenes del Darth Vader de toda esta narrativa, Rafael Esquivel. Por citar un caso, Luis Mendoza. Es inevitable, porque el fútbol venezolano se trata de un universo demasiado pequeño. Viéndolos, me preguntaba si al final la única manera de propiciar los cambios es desde dentro del sistema, aliándose con el presunto enemigo. ¿Le hubiera ido mejor a Tomás Guanipa y al resto de los disputados de oposición con una estrategia más ambigua, intentando transformar el modelo de poder chavista desde sus entrañas, en vez de plantear desde el comienzo la confrontación directa? Solo es una pregunta, para la que yo mismo carezco de respuesta.

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