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Venezuela en la lona, con el rostro hinchado y avergonzado

El debut de la Vinotinto en el Clásico Mundial de Beisbol resultó una pesadilla. Puerto Rico hizo lo que quiso con el bateo y el pitcheo criollo, al imponerse por la vía del nocaut 11 por 0, en siete innings. Ahora Omar Vizquel encara su primer gran reto como manager: tratar de que sus peloteros olviden la humillación y lograr la victoria este sábado contra Italia que evite una eliminación más bochornosa que la de 2013

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Texto: Andriw Sánchez Ruiz (@AnSanchezRu)

¿Saben qué es lo mejor de Rocky Balboa en la primera pelea contra Apollo Creed? Que perdió con estilo. A pesar de la golpiza recibida, el ídolo de los ensogados del cine también logró pegar. Quebró una de las costillas de su oponente. Resultó derribado y se levantó para tumbar. Omitió la tentación de dejarse caer; de dormir plácidamente hasta escuchar el grito de nocaut que terminara con el calvario. Aguantó hasta que la campana dijo que ya era suficiente.

Quedó con la derrota estampada en el pecho, con el rostro hinchado y chorros de sangre, pero sin una gota de vergüenza en el rostro. Se convirtió en un beligerante honorable. El Semental Italiano representa todo lo que no fue la selección de Venezuela en su primer juego del Clásico Mundial de Beisbol 2017.

Las piernas le temblaron a la simbólica vinotinto ante el apabullante pitcheo y bateo de Puerto Rico. Ni siquiera hicieron falta nueve innings. En siete capítulos los boricuas hicieron 11 carreras y no permitieron ninguna para propinarle el primer nocaut al país en las cuatro ediciones que tiene el certamen. Ni la enfermería mejor equipada no puede aplacar un dolor de ese tipo. Los analgésicos no sirven cuando de una afrenta se trata.

“Tenemos que olvidar esta horrible derrota y salir a ganar ante Italia”, le dijo Miguel Cabrera, capitán e inicialista del combinado, al periodista Augusto Cárdenas en el Estadio de los Charros de Jalisco, en Guadalajara. “Seth Lugo trabajó las esquinas perfectamente, adentro y afuera. No se equivocó mucho y tuvo una buena apertura”.

Los hematomas y tumefacciones no evitaron que los venezolanos reconocieran al iniciador Lugo como uno de los ganchos al hígado que los dejó sin aliento. El prometedor lanzador de los Mets de Nueva York dominó a la peligrosa toletería rival por 5.1 actos, a pesar del límite de 65 pitcheos que impone el torneo.

Demostró por qué la curva 12-6 es el sello que lo distingue. Generó contactos suaves con el sinker y obligó a los venezolanos a hacer swings gracias a su control y comando. De los 65 envíos que realizó, 40 estuvieron en la zona de strike. Solo el propio Cabrera le pudo conectar con solidez, en el primer tramo, y la bola aterrizó dentro del guante del jardinero izquierdo Ángel Pagan.

Félix Hernández, abridor de la tricolor, parecía llevar un sendero similar a Lugo, que la historia lo recordará como el ganador del juego. Pero la semejanza solo duró los dos primeros pasajes.

El cambio de velocidad del Rey fue castigado en el tercero con un triple de Eddie Rosario y luego un largo elevado de sacrificio de T. J. Rivera. Sencillo de Reymond Fuentes, boleto a Pagán, una pifia de Martín Prado en la antesala y base por bolas a Carlos Beltrán, desembocaron en la segunda carrera borinqueña, así como en la salida y derrota del as de los Marineros de Seattle.

La esperanza todavía no había muerto a golpes, aunque Hernández quedó a 20 lanzamientos del tope de 65. Tras un corto y efectivo trabajo de Gregory Infante, el grandeliga Jhoulys Chacín trató de evitar más daños. Pero nada pudo hacer, sobre todo después del desaliento que inoculó Carlos Correa en las venas venezolanas con una espectacular jugada en la antesala que evitó una reacción en la primera entrada del sexto episodio. Eso fue como un golpe a la boca del estómago de la alicaída ofensiva del manager Omar Vizquel.

El protector bucal de Venezuela salió disparado en dramática cámara lenta con el cuadrangular de Correa. A partir de allí no hubo marcha atrás. Es probable que cuando los peloteros criollos abrieron los ojos después de la tunda, solo vieron a los boricuas celebrar el primer lauro en el medio del diamante.

Nada, en absoluto, le salió bien a la representación criolla. Ningún punto es rescatable. En el amplio universo de las hipótesis no estaba planteado que una de las alineaciones más ofensivas del Clásico sea blanqueada en un estadio ubicado a más de 1.500 metros sobre el nivel del mar, en donde los batazos son volátiles y los lanzamientos no poseen tanta acción de movimiento.

Y si bien se esperaba que el pitcheo no fuera el más efectivo, tampoco era previsible una debacle tan pronunciada, provocada por un equipo puertorriqueño que jugó de forma impecable y fue superior en cada uno de los aspectos en el terreno, sobre todo en el análisis de patrones contrarios.

Lo único que le queda al que es derribado y humillado es ponerse de pie. Levantar el rostro y mostrar las magulladuras. Allí estará el primer gran reto de Vizquel como manager: transformar las heridas en memorias de una batalla aleccionadora. No tiene margen para fallar, pues este sábado es el choque contra Italia (4:00 pm hora venezolana) y un revés podría ser la eliminación de la selección y el descalabro más grande en la historia del deporte nacional.

¿Saben qué fue lo mejor de Rocky después de perder con estilo? Que en la segunda liza aprendió a ganar. Sus golpes resultaron más devastadores que antes. Olvidó la derrota del pasado y noqueó a Apollo en el último asalto. Esa recuperación le valió el título mundial, el que también quiere Venezuela desde 2006.

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