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Vinotinto Sub 17: El encuentro con el demonio

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Brasil bordó el fútbol. Hace tiempo quien escribe, no veía una selección canarinha mostrar un juego tan apabullante como el desplegado en la aciaga noche venezolana de Rancagua. Ni la resucitada por Tite, la de mayores, ha reconquistado la esencia y la alegría de este deporte, como lo que se vio en suelo chileno por la fecha 2 del hexagonal. A Venezuela le tocó ser el espectador de todo esto, de ver con ojos propios al demonio amazónico.

José Hernández conocía al dedillo lo que podría ofrecer el rival. Aquel toma y dame de la fase de grupos, en el que Brasil se llevó la victoria por la mínima ante una Venezuela insultante, previno al seleccionador y las variantes conceptuales de la idea táctica trató de ajustarse al rival. Partiendo de la necesidad del resultado, se entendía que puntuar ante Vinicius Junior y compañía sería buen negocio, por lo que mantener el orden, tapar las salidas de sus punzantes laterales Wesley y Weverson y disputarle la posesión en el medio sería la clave para aspirar a sacarle algo al partido. Tres volantes en el medio con dos extremos era la variación. La declaración de principios terminó de irse al traste ante la exhibición rival.

Los 20 primeros minutos avizoraban que se estaba, quizá, ante el mejor partido del torneo. Brasil apretó el acelerador desde temprano y puso en aprietos a la defensa venezolana, pero rápidamente la Vinotinto se sacó ese dominio y con la misma medicina (toque rápido, verticalidad y presión máxima en la salida del contrario) fue capaz de equilibrar prontamente el juego. Todo bien hasta que un apagón moral desplomó lo mostrado: el remate de Vinicius Junior (un fuera de serie) se estrelló en el palo pero el rebote dio en Diego Luna para desviarse al arco. El derrumbe.

El gol brasileño fue un puñetazo en el mentón. Los chicos de José Hernández no pudieron sacarse de encima el duro momento (justo cuando mejor jugaba) y a partir de ahí comenzó el recital del equipo de Carlos Amadeu. Luna, el guayanés de 17 años, evidenció el rostro de un equipo desconcertado y que los muchachos aún están en proceso de crecimiento en cuanto a juego, técnica y manejo mental. El muy buen central venezolano no podía sacarse la culpa del gol en contra y tuvo que retirarse lesionado. Hay que recordar esto una y otra vez: estos chicos están aprendiendo, están formándose. Estos golpes también sirven de mucho.

Poco hay que explicar sobre lo que vino luego. El seleccionador nacional trataba de darle confianza al grupo en la cancha pidiéndole tranquilidad, pero es que no existía fórmula posible para detener la avalancha de fútbol del contrario. Rápidos, escurridizos, técnicos, habilidosos, veloces mentalmente… Brasil no tenía debilidades y presentaba toda su gama de virtudes.

Una competición con muchachos menores de edad tiene alto contenido de elementos emocionales. La virtud del cuerpo técnico en tratar de recuperar a los chicos después del varapalo será tan importante como cualquier resultado en la cancha que pueda ser favorable. Venezuela demostró ya que puede competir, ahora también buscará, con la premisa de mantener su fútbol, su esencia, su juego, saber manejar la relevancia de un marcador favorable en climas de presión.

Hay que ajustar. Los dos últimos goles recibidos ante Brasil fueron el resultado de la imprecisión en el toque, en entregar la pelota con seguridad y al pie, aunque mucha virtud tuvo Brasil, que corrió los noventa minutos con intensidad física y mental de 200 kilómetros por hora y presionaba todas las salidas de Venezuela, obligando a los jugadores criollos a deshacerse de la pelota porque era casi imposible generar juego.

No se puede extraviar lo logrado. La valoración debe ser respetuosa con los protagonistas. Estos chamitos eran prácticamente desconocidos y porque lo han hecho bien, sus nombres han comenzado a sonar en el ámbito deportivo del país. Eso debe mantenerse, así como la autoconfianza, el saber que partiendo de lo que muy bien ha sabido hacer hasta ahora, se puede recuperar algo del terreno perdido.

Quedan nueve puntos en disputa y un mínimo margen de error. Pensar en el mundial es tan importante como que el grupo recupere su estilo, su identidad. 

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