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Zidane no tuvo un plan

Yo quiero que Gareth Bale regrese. Que regrese el 11 de junio contra Serbia, a ver si ayuda a Gales a meterse en el Mundial. El segundo tiempo del Madrid-Barcelona (2-3) fue una orgía, una hora loca, Nicolás Maduro volviéndose loco y convocando a elecciones generales sin regalar cajas CLAP, y ya vendrá la hora de analizarlo en cámara lenta (15 ocasiones sin contar los tres goles, insólito en el fútbol contemporáneo vigilado por la inteligencia artificial).

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FOTOGRAFÍA: KIKO HUESCA | EFE

Pero para mí, el juego lo define la indecisión de Zidane desde el pitazo inicial.

Gareth Bale ha tenido algún gran gesto inolvidable con la camiseta del Madrid, ejemplo, el gol ante el Atlético de Madrid en la final de la Champions de 2014. Viendo la ciudad completa desde el cerro Waraira Repano, su fichaje no responde a las expectativas. Mientras tanto, Lionel Messi consigue algo insólito: estar involucrado en todas las tarjetas del juego, incluida la amarilla que le sacan por poner la camiseta 10 en el tendedero de ropa del Bernabéu en el minuto 92, lo que dice todo.

Este cuento ya se ha dicho mil veces. Cristiano Ronaldo hoy cubre menos territorio, y aprovecho para hacerme autocuña con unas palabras que escribí cuando CR7 ganó el Jugador FIFA en 2015: “A partir de los 30 años, no será mejor de lo que ha sido hasta ahora”. Sigue siendo un crack, mete goles y caza güires, pero no es el mismo de antes.

Bale tampoco participa demasiado. Zidane arranca el juego dudando: al parecer, queriendo que el galés se reconvierta en un volante algo retrasado en la izquierda, poco después volviéndolo a mover a la banda derecha: la costumbre nos alivia de pensar. Bale en realidad hace de defensa central y le cede un balón manso a Ter Stegen en situación inmejorable en el minuto 24. Luego se va lesionado.

La duda de Zidane se arrastra al ingreso de Asensio, cuya ubicación en el campo tampoco se define nunca demasiado. No hay un plan, más allá de la Carvajal-dependencia y la Marcelo-dependencia. Luego de la amarilla en el minuto 12, Casemiro está ido del juego. Sin embargo no es sustituido por Kovacic sino hasta el minuto 70.

Zidane sigue sin enamorarse de Isco mientras a todos se nos cae la baba. Como que no le gustan mucho los volantes que podrían hacerle recordar a sí mismo.

Luis Enrique, el que presuntamente tiene todo el vestuario enguerrillado en su contra, sí tuvo un plan. Discúlpeme el lugar común, no tengo demasiado tiempo para pensar: el Barcelona fue un boxeador viejo.

Que nadie se olvide que aquí hay muy buenos jugadores, empezando por Busquets y Messi, que chupando una media para contener una hemorragia hizo recordar las peores pesadillas del madridismo. Ni siquiera me pregunte que número usa en la espalda el tal Paco Alka Seltzer, pero es puesto en el campo con una misión: no hacer olvidar a Neymar, por supuesto, sino cuidar a Carvajal.

La victoria del Barca es totalmente justa con el gol de James Rodríguez como una ilusión óptica demasiado sencilla para ser real.
Todavía queda la posibilidad de diseccionar esos últimos minutos épicos de partida de patio de colegio y racionalizar acerca de que el Madrid, que jamás especula durante 90 minutos, puede haberse resguardado mejor luego del 2-2, en vez de buscar una victoria inimaginable. Se quedó desnudo frente a un robocop y se conforma con el recuerdo de un acto de nobleza.
Los de Zidane tienen un juego menos, pero la punta de la tabla está empatada y el Barcelona del desastre europeo todavía tiene oportunidad de dejar la cuenta 7-2 sobre el Madrid en los últimos 10 años de Liga.

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