Venezuela venció al rival de mayor jerarquía de su grupo. El equipo de Rafael Dudamel superó minutos de nervios e incertidumbre para encontrar el camino hacia un triunfo que los acerca al objetivo inicial. Mucho de lo conseguido ante los teutones se debe al cambio propiciado por el staff técnico vinotinto.
Una de las señales de alarma que emitió esta selección en el Sudamericano, es que cuando recuperaba la pelota, con ella en juego o en acciones de balón parado, era excesivo el uso de largas carreras hacia el arco rival como respuesta ofensiva. En otras palabras, los cercanos se convertían siempre en lejanos o en futbolistas poco utilizados, ya que siempre se buscaba a los más alejados. La primera alineación de Dudamel en el mundial apuntaba a cambiar esa dinámica.
El desplazamiento de Yeferson Soteldo al centro del campo ofrecía esa posibilidad. Lo acercó a los volantes de salida; fue el apoyo de los laterales cuando estos se proyectaron, y, por supuesto, se acercó al gol y a los delanteros. Este cambio, con respecto a la etapa clasificatoria, es, en parte, gracias a la aparición de Adalberto Peñaranda en el once inicial. Aún así, al equipo nacional le costó encontrar su propio ritmo en los primeros minutos de juego.
El ítem que condiciona a Peñaranda es su actualidad y la falta de minutos competitivos. En el minuto 16 se vio con claridad lo que intento explicar: estando en el centro del campo le llegó un balón que ni siquiera pudo controlar. El futbolista del Udinese no encontró continuidad durante la temporada, y ese déficit se nota no en el estado físico sino en la globalidad de su estado futbolístico. Su caso nos recuerda que una cosa es tener el alta médica y otra muy distinta es estar futbolísticamente apto. Le costó controlar pelotas, perfilarse o asociarse. Debe revisarse mucho si quiere que su carrera no entre en un bache.
Lo contrario fue la actuación de Yangel Herrera. Hasta ahora han sido pocos los minutos que acumula en la MLS, pero se los ha ido ganando gracias a su competitividad, de tal manera que hay quienes afirman que ganó la batalla por la titularidad en el equipo de NY. Mucho ayudaría a Peñaranda contagiarse de la voluntad del capitán de esta selección.
Estos dos futbolistas, Herrera y Peñaranda, simbolizan las dos maneras de comprender este juego. El primero juega y hace jugar a sus compañeros, mientras que el segundo sigue empeñado en jugar a hacer jugadas. La diferencia no es poca cosa.
Dudamel apostó a que su equipo peleara el protagonismo con los alemanes. Alejado de las presiones del Sudamericano, el seleccionador apostó por Nahuel Ferraresi en la defensa (mejor juego aéreo y salida limpia del balón) y Ronaldo Lucena como acompañante de Herrera. Ambos debían, junto a Soteldo, promover un juego asociativo, diferente al mostrado anteriormente. Y así lo hizo la selección. Tras algunos minutos iniciales con dudas, el equipo apostó a ese tipo de construcción, que sumado a la dinámica de Sergio Córdova, le permitió tutear a los teutones, pero sin crear mayor peligro.
Soteldo era la mayor duda del equipo. Tras una desafortunada lesión en Chile, el pequeño volante llegaba al torneo con los tiempos justos. Aun así, tuvo la situación más clara, cuando, tras un pase al vacío de Ronaldo Peña, no pudo sortear la salida del portero alemán, y luego, tras un par de minutos, la dupla volvió a hacerse presente, alterando el orden, pero mejorando el resultado, dándole a Venezuela el primer gol.
En el minuto 52:50, la selección recuperó un balón en su propio campo. Lo que vino después, tras una larga secuencia de posesión de pelota y construcción de juego, fue el gol de Córdova tras pase de Peñaranda. Sin embargo más que el tanto, hay que revisar muchas veces la elaboración del avance criollo para valorar justamente los cambios en el juego que antes mencionaba. El equipo de Dudamel apostó por jugar, por desterrar al pelotazo como herramienta preponderante. Esta medida no se quedó en el discurso: Ferraresi, Lucena, Soteldo y Herrera hablan una lengua en común, practican un juego similar. Esto, sumado al desborde de los laterales, ayudó a que esta presentación fuese totalmente diferente a lo que muchos esperaban.
Hay que enfocarse también en Ronaldo Peña. Al delantero criollo le costó siempre encontrar el segundo necesario para definir correctamente las ocasiones de gol que encontró con el equipo nacional. Su partido de hoy fue casi idéntico a los anteriores, es decir, jugó mucho de espaldas al arco para que sus compañeros se apoyaran en él, buscó espacios y concentró la atención de los rivales. Lo que siempre ha hecho, sólo que en esta ocasión encontró el gol, y con ese tanto espantó de un golpe todas las dudas y todos los fantasmas que podían comerle la cabeza.
Una vez pasados los setenta minutos el equipo se partió en dos. Apostó claramente al orden cerca de su propia área y los contragolpes con Soteldo, Córdova y Peñaranda o Peña. Algo natural si se entiende este partido como el debut y que, tras los dos goles, el equipo buscó que Alemania arriesgara, atacara endemoniadamente y dejara espacios para los atacantes criollos.
La victoria invita a soñar. Esto es fútbol, y al igual que la vida, cualquier acierto alimenta la esperanza. El futuro es incierto, pero, potenciando lo visto en el debut, y suponiendo que los minutos competitivos de Peñaranda y Soteldo ayudarán a su recuperación futbolística, las aspiraciones criollas se sustentan, por ahora, en algo más que los buenos deseos y la necesidad de una buena noticia.
]]>