En cancha, Monagas y Caracas no tienen secretos. Sus once nombres son fijos, demostrando que la confianza en el bloque triunfa en los planteamientos de este semestre. Ambos se plantan sobre planos de manera similar, pero hay alguien que marca diferencia entre uno y otro: “Cariaco” González. La libertad otorgada por Jhonny Ferreira permitió que destrozara la defensa del Rojo. Acompañado por un extraordinario Anthony Blondell, en un rol distinto a la de ser el goleador del equipo, los orientales demostraron que el hambre de alcanzar el título también se conjuga con el saber jugar. En un partido con mucho vértigo y dinámica, los azulgrana fueron capaces de maniatar a los de Sanvicente en una notable exhibición de fútbol ofensivo.
En una cancha en mejor estado que la del Olímpico, fue Monagas el que supo explotar esas condiciones. Caracas, del que se esperaba algo más en un terreno más adaptable, no pudo quitarle la posesión a un dinámico rival cuyo sello Ferreira es evidente: mortales ataques por las bandas, comandados por un Cariaco libre. Blondell como wing fue la novedad y por ahí llegó el único tanto del partido, hecho por Barberi. Merecieron más, pero ya todos saben que esto no es de merecimientos y el 1-0 es cortísimo por lo que hizo Monagas y porque el sucrense no estará disponible para la vuelta por acumulación de tarjetas amarillas. No se sabe qué fue peor: si el resultado tan corto o que el talentoso 10 no esté en el duelo en la Capital.
También, honores para un Javi García que asfixió a los volantes de Caracas. Miguel Mea Vitali fue superado una y otra vez por los guadañeros del mediocampo monaguense. García, Palacios y Vicente Rodríguez desconectaron los cables de lanza de un Robert Garcés angustiado por no tener ningún espacio para ceder pelotas limpias a los jugadores ofensivos, cuyo trabajo fue meramente testimonial. Fereira, el jovencito lateral derecho de los avileños, vivió su noche de terror porque por su zona fue descargada la artillería monaguense. Sanvicente tendrá que poner parches y recuperar la ambición de un grupo que no estuvo a la altura en la ida de la final.
Fariñez tiene culpa de lo bueno y lo malo. Mantuvo el cero en la primera mitad con una exhibición notable que lo encumbra como el mejor arquero del país, pero nada pudo hacer (cerrar las piernas) ante el remate ajustado de Barberi para el gol. No es infalible.
El Monumental recibió 31 mil almas que no pagaron. No necesita una institución con tanta tradición de un paternalismo complaciente. La Gobernación habría cancelado al equipo el costo de las entradas de cada asistente, pero la entidad es a su vez parte patrocinante del equipo, por lo que el ingreso real financieramente hablando, no queda claro. Con todo y eso, la sensación de un graderío con mucha presencia de aficionados hizo del partido un gustazo, en un monstruo de 52 mil puestos del que no se tiene aún explicación de por qué fue construido ahí con un aforo de tal magnitud.
La vuelta será de alta tensión. Caracas está vivo y Sanvicente sabe (y mucho) de gestionar estas instancias. Tendrá a un rival que no contará con su hombre más desequilibrante. Los rojos han llegado aquí creciendo de a poco y dar vuelta al marcador no es imposible cuando cuentan con un hombre tan oportuno como Edder Farías. Monagas no debe variar su propuesta: le ha servido en todas las canchas. Que no sea infiel a lo que le ha permitido llegar tan lejos.]]>
