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Caracas fue su propio enemigo

Lejos de quitarle méritos a la victoria de Monagas en el primer partido de la final del Torneo Apertura, porque los tuvo y fueron varios, vale la pena hacer el ejercicio de identificar como Caracas FC no encontró la fórmula para zafarse de sus limitaciones y competir de igual a igual.

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(Prensa Caracas FC)

En el libro “Soccer Tactics”, el periodista y ex futbolista inglés Bernard Joy (1911- 1984) reflexiona sobre el valor del pase y el posicionamiento en el fútbol, un juego en el que la correcta identificación de los espacios y su posterior ocupación, es vital:

Antes de que se realice un pase, los otros futbolistas (posibles receptores) deben ubicarse en posiciones en las que sean de fácil ubicación para quien tiene la pelota. Deben encontrar espacios liberados, y para ello, escapar de la marca del rival, así como asegurarse que el balón recorrerá un trayecto en el que ningún oponente lo pueda interceptar.”

Uno podría afirmar que la premisa que el ex jugador de la selección británica expresa en su manual del año 1959, constituye una de las tantas verdades del fútbol. Sin ir más lejos, en el partido de ida de la final del Torneo Apertura venezolano, Caracas obvió esa sentencia y, como consecuencia de ello, la gran mayoría de sus ataques por las bandas no encontraron un final feliz.
El equipo capitalino, quién sabe si por incapacidad de adaptarse al contexto (cancha húmeda e irregular), por falta de reacción o porque el cuerpo técnico no pudo ni supo transmitir nuevas soluciones, insistió permanentemente en explotar el juego por las bandas sin siquiera promover apoyos o auxilios a los jugadores que intentaban hacer diferencia en esas zonas del campo.
Reiner Castro y Robert Hernández jugaron casi siempre en inferioridad de condiciones. Un alarmante número de sus desbordes fueron ejecutados en soledad, ya que ni laterales ni volantes cumplieron con la premisa de Joy. Es por ello que en muchas ocasiones, más por instinto de supervivencia que por algún plan, tanto Castro como Hernández, se vieron obligados, al recibir la pelota, a enfilar sus pasos hacia el centro del terreno, lejos de las rayas de cal, con la esperanza de encontrar socios cercanos. Debido a la ausencia de esos colaboradores, los ataques capitalinos morían de nada.
Ante ese panorama, lo aconsejable era aprovechar la pausa que Miguel Mea Vitali y Evelio Hernández ofrecían para que el equipo viajara junto hacia campo rival. Esto ayudaría, entre otras cosas, a promover los desplazamientos de los laterales y volantes, y así sumar opciones de pase reales. Pero no hubo manera. Caracas prefirió seguir lanzando pelotas al vacío, sin darse cuenta que Monagas había hecho los ajustes necesarios, por lo que la gran mayoría de los duelos favorecieron al local. Los atacantes externos del Caracas tuvieron que enfrentarse a situaciones en las que, aunque salieran airosos, no tendrían muchos compañeros con quienes asociarse, salvo por Edder Farías, ese Llanero Solitario del ataque rojo.
 “El hecho en cuestión es que cada pase depende de dos cosas: que el hombre en posesión del balón tenga la capacidad para enviar un pase que recorra la distancia requerida, y que exista un compañero desmarcado”. Bernard Joy

No contar con esos interlocutores cercanos llevó a que el Caracas perdiera casi todas las batallas en ataque, y, al mismo tiempo, que cada balón que robado por Monagas se convirtiese en un peligroso contragolpe. La ecuación, sencilla pero no simple, es la de toda la vida: los amplios espacios que dejaban los visitantes en su pobre construcción futbolística eran aprovechados por los futbolistas orientales, quienes se dedicaron a elaborar violentos contragolpes sin mayor oposición, ya que en el inicio de estos contraataques, los de Sanvicente todavía estaban inmersos en la operación salida, es decir, se dirigían hacia el campo contrario. En ese desorden rojo, Monagas fue rey.
Estas últimas líneas resumen la indivisibilidad de ataque y defensa en el fútbol. Todo lo que pasa en un campo está íntimamente relacionado y conectado. Es importante comprender que un equipo que se apresura en construir o finalizar acciones ofensivas no podrá jamás ordenarse y elaborar respuestas a la pérdida del balón. Tras cada duelo ganado, el equipo de Jhonny Ferreira puso en práctica feroces contraataques, que no terminaron en gol debido a la intervención de Wuilker Faríñez, o por la falta de acierto de los atacantes blaugrana.
Me atrevería a decir que el posicionamiento es más importante (que el pase), e incluso, aseguraría que el ochenta por ciento de las malas entregas en el fútbol profesional no son consecuencia del pasador sino del receptor”. Bernard Joy

Cuando un equipo está en plena transición defensa/ataque es imposible que su posicionamiento en el campo beneficie la conexión entre sus integrantes, menos aún que sea el ideal para que, una vez perdida la titularidad del balón, los futbolistas puedan “atacar el ataque” contrario. Esos avances casi forzados del conjunto capitalino evitaban el posicionamiento al que Joyce hace referencia; no llegaban los laterales ni otros volantes, por lo que cada intento de Hernández y de Castro derivaba en una aventura individual.
Claro que un partido no se pierde exclusivamente por un par de detalles. Monagas fue un rival formidable que aprovechó la confusión roja, aunque sin mucho acierto, razón por la cual la final sigue siendo un enigma por resolver. Sin la calma necesaria para construir el juego, Caracas fue un equipo previsible y sin respuestas. Para debe hacer bueno aquello de que un buen juego por el centro debe hacerse fuerte desde la correcta ocupación de los costados.
Micky Mea Vitali y Evelio Hernández son el ritmo. Lo que estos mediocampistas pueden darle al equipo de Sanvicente es el intervalo necesario para que los avances no sean irracionales y todos ocupen las zonas que más le convengan para prolongar el ataque y agredir al rival. Llegados a este punto, Caracas debe elegir si el plan lo marcan estos futbolistas o si, por el contrario, las urgencias de quienes quieren algún premio pueden más.]]>

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