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De Pignanelli a Ferreira, treinta años para alcanzar la gloria

30 años pasaron para que uno de los estados futboleros más pasionales pudiera encumbrarse en la palestra del fútbol venezolano.

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Tres décadas de idas y venidas, de crisis y riesgos de desaparición, de momentos bonitos en Copa Sudamericana pero con amargos descensos al infierno de la Segunda División.
En todo ese trayecto, Monagas Sport Club fue generando un sentimiento de identificación de un pueblo con su equipo que hoy se refrenda con la pasión bonita de saberse campeones. “Monaguita”, lo llamaba Don Víctor Pignanelli, el finado técnico uruguayo por cuyas manos pasó su estreno en Primera por allá en 1990 y cuya leyenda va muy ligada con todo lo que hoy se baña de azul y grana.
Sí, por fin, Monagas es campeón.
Hay quien no cree que el estado Monagas sea tan futbolero. Nombres como Alexander “Comanche” Bottini, Rafael Castellín, Carlos “Pomada” Bravo, Alexis “Tanque” Acuña, César “Maestrico” González, Rubert Quijada, Edder Farías no solo demuestran los excelentes motes que pare la región del Guarapiche, sino la calidad de futbolistas que ha sido capaz de engendrar una región por la que ni el béisbol ni el baloncesto han podido derrocar el arraigo que tiene el Monagas SC entre la gente.
Hoy el equipo que dirige Jhonny Ferreira levanta por vez primera un título en el campeonato local y lo hace de forma brillante.
No siempre el máximo premio y las glorias termina llevándoselo quien mejor fútbol practica pero si la frase “jugar bien” puede de alguna manera demostrarse con una propuesta en la cancha, esa es la que mostró Monagas durante este semestre, explosión de un cúmulo que virtudes que viene trayendo desde el semestre pasado donde se quedó en Cuartos de Final contra el poderoso Táchira de Carlos Maldonado.
Ferreira reivindica la primigenia del buen fútbol basado en el orden, la inteligencia y lo práctico como premisas innegociables para desarrollarlo.
Confeccionada una plantilla con numerosos “retazos” de distintos equipos, lo importante era seleccionar los elementos adecuados para extender en Maturín la misma idea que ya había exhibido en Carabobo y que sin complejos heredaron en el Cabriales Juan Domingo Tolisano y Julio César Baldivieso.
Sin Emilio Rentería ni Armando Maita, pero con un cerebral “Cariaco” González, el técnico caraqueño armó un equipo que en el papel costaba creer que por nómina estaba para competir contra los reforzados hasta los dientes La Guaira, Táchira o Mineros. Sin embargo, la fidelidad a una idea y la adecuada interpretación de sus jugadores, demostraron que hay otra forma distinta al golpe de chequera para ser campeón.
No todo fue color rosa en este semestre. El arranque no iba acompañado de resultados. En los cuatro primeros partidos costó para encontrar la ruta de la victoria. Se hacían los goles, pero se recibían más. Ferreira seguía dándole vueltas al juego y a distintas formaciones y hasta la fecha 5 fue que el grupo asimiló el concepto y con un pletórico “Cariaco” se llevaron un duelo vibrante contra el Mineros del todavía sano Rolando Escobar en un 4-3 espectacular donde el jugador oriental marcaba el camino del triunfo con un triplete. Tres victorias más contra Portuguesa, Socopó y Anzoátegui disparaban en la tabla a Monagas.
Sin embargo, el sube y baja los llevó a otros seis partidos al hilo sin poder ganar. Empates y una derrota desesperaban en los resultados pero la paciencia de Ferreira a su idea y el encumbrar la premisa de que en este formato actual lo importante es cómo se termina, puntito a puntito fue recogiendo lo suficiente para clasificarse sexto a la Liguilla.
Las 17 fechas del Apertura sirvieron para germinar lo que estaba listo para mostrar en lo que venía.
Jhonny encontró el equipo. Como siempre ha sido en los cuadros que dirige, Samuel Barberi fue el jugador de la norma como lateral derecho, sacrificando a un Edward Bracho que desapareció de la órbita de las convocatorias. Con cuatro extranjeros en su nómina, puso a dos centrales argentinos como Trejo y Lencinas y explotó las virtudes de un incomprendido en La Guaira Oscar González, quien demostró nuevamente su gran valía como lateral izquierdo.
En adelante, fidelidad pura al concepto Ferreira: tres volantes y tres atacantes. Acomodó todo en torno al colombiano Dager Palacios para la recuperación y dio la batuta del juego a Javier García, otro defenestrado de La Guaira que terminó por destapar el tarro de las esencias en la conducción. Lezama o Vicente Rodríguez se fueron alternando el otro puesto en el medio para darle a “Cariaco” todo el poder creativo con libertades de movimientos para alimentar a los modestísimos Dani Febles y Anthony Blondell, dos jugadores que venían del ostracismo de los filiales de Táchira y Zamora para convertirse en piezas determinantes de la consecución del título.
No hay nada fuera de lo normal en el juego de Monagas. Equipo veloz y trepidante en la reacción, en escasos toques es potente para llegar al área rival.
“Cariaco” González suelto tiene total libertad para moverse desde la media al ataque, arrastrando las marcas para que lleguen Febles y Blondell en posiciones inmejorables.
La movilidad de los tres de arriba es el punto más alto de su fútbol, en el que la confección de las jugadas parte de la visión de Javi García y el quite y brega de Palacios. Laterales lanzados en posesión, Monagas se lanza en manada cuando toma a contrapié a los contrarios para asestarles el golpe de gracia, como lo sufrió Zamora en Cuartos de Final. El campeón claudicó ante la aplanadora monaguense que con amplitud de zonas por explotar es aniquilante.
Monagas es campeón porque nunca traicionó su idea. En la ida en Maturín en la final se quedó corto con todo el despliegue de fútbol que generó ante un tímido Caracas, que en la vuelta demostró una metamorfosis y jugó su mejor partido de todo el semestre, con el único lunar de encajar ese trallazo de Blondell, el jugador más decisivo del semestre.
Ni Monagas ni Ferreira esperaban a un Caracas tan ambicioso en la vuelta, donde las premoniciones de una cancha mala como factor decisivo para analizar la puesta en escena de ambos equipos quedaron de lado ante las ganas de ambos equipos de alzarse con el título. Blondell marcó en el momento preciso y el golpe fue muy duro para digerir por un equipo de Sanvicente que lo intentó con todo lo que tenía, pero no le alcanzó.
Habrá Libertadores en Maturín. El enorme e inexplicable estadio de 51 mil espectadores, el “duro de llenar” Monumental, albergará un mínimo de tres partidos de la máxima competición continental en 2018, un logro enorme para una directiva que supo dignificar un escudo cuya historia y afición merecía ser respetada. Además, en diciembre podrán disputar el título absoluto, pero me convence la idea de saber que todos en Monagas no dejarán para dos partidos la posibilidad de alcanzar la máxima aspiración y buscarán en el Clausura otro título. Ambición de un grupo que tiene cómo hacerlo.
Donde quiera que esté, Don Víctor Pignanelli debe estar contento. Aunque el fútbol lo vio partir en las miserias de la pobreza, no hay mejor homenaje que el ser recordado en los momentos de gloria y hoy, a aquel buen hombre que cumplió un sueño de hacer debutar en Primera a su querido equipo hace treinta años, se le rinde el tributo que merece con un título.
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