Lo cierto es que el final de este tortuoso camino ha sido feliz, y al término de casi tres años de una desesperante caída libre, la esperanza se asoma de cara a un futuro a mediano plazo. Catar, te vemos con brillo en los ojos.
Recorrer el trayecto de este premundial es redundar en un episodio ruin que comprometió duramente el prestigio alguna vez ganado en el concierto sudamericano por Venezuela. Enfrentamientos internos y eventos oscuros con responsabilidad de todos los involucrados afectaron duramente el desempeño deportivo del equipo, que luego de 20 años vuelve a quedar último en una eliminatoria todos contra todos.
Apenas dos triunfos en el apartado de resultados y con un sempiterno intento de buscar el juego, el análisis global no puede ser otro que malo.
Sin embargo, antes de las últimas cuatro fechas, ese análisis estaba ya escrito así y la recomposición era una tarea que tenía que cumplir Rafael Dudamel para recuperar no solo el prestigio sino la ilusión de la gente que ha aprendido a querer a la Selección.
Con la nómina de empleados utilizada en Corea del Sur para obtener un subcampeonato del mundo Sub 20, el técnico nacional anunció que los cambios vendrían. Sin la promesa de nada pero con la esperanza primaria de atajar de nuevo un lugar en la competitividad, Venezuela creció en cuatro fechas, poco a poco, paso a paso, línea por línea, para terminar demostrando ante Paraguay con una victoria que los ajustes han sido positivos y el giro dado orienta el rumbo correcto hacia nuevos objetivos.
Que Dudamel admita que aprendió a jugar las eliminatorias más allá de sus gustos particulares de juego habla de la realidad que tiene que afrontar Venezuela de cara a lo que viene. Sabe ya el entrenador con lo que cuenta y qué son capaces de ofrecer, convencido además que la idea está calando y en cancha se está demostrando. El crecimiento es ascendente. Paraguay ha sido la primera victima.
En un Defensores del Chaco a reventar y ante un rival que mantenía los signos vitales en su carrera mundialista, Venezuela no modificó el libreto y apostó a lo mismo que contra Colombia y Uruguay. Paraguay se vino encima temprano y atacó la banda que cubría uno de los cuatro subcampeones del mundo Sub 20 que arrancaron desde el vamos en el once criollo.
Apelaron los guaraníes a lo que de antaño les sirvió tanto: poca elaboración y mucho desborde para colgar centros al área. Ahí, la línea defensiva estuvo impenetrable. Quijada, Chancellor y Wilker Ángel anticipaban a tiempo o despejaban cada bomba lanzada al corazón de su tierra y, por si acaso, Fariñez demostraba que lo suyo no es una simple buena noche. Es el mejor arquero de la eliminatoria y lo demuestra una y otra vez.
Cuando uno habla de orden es darle sentido a una real situación positiva, que se puede explicar desde la antipatía de las comparaciones: Venezuela no fue ordenada en la eliminatoria. Los despistes individuales y colectivos a lo largo del trayecto evidenciaron desorden y ahora con los roles concienzudamente asumidos por cada intérprete, la selección muestra mejor fiabilidad y sensaciones de seguridad en cada partido que pasa. Eso es orden.
Arce mandó a los suyos a liderar el ataque del partido como era lógico que sucedería, pero a medida que fue pasando el tiempo, como también lo fue en los tres choques anteriores, Venezuela se fue sacudiendo el dominio, jugó con la ansiedad del rival y el pelotazo para salir del agobio contrario fue dando paso a largos contragolpes que fueron martillando a un desesperado Paraguay que adelantaba sus líneas y regalaba espacios. Murillo un par de veces con sus corridas trepidantes, otro remate al palo de Soteldo y el gol de Yangel Herrera tras una jugada memorable de Otero, mostraron que Dudamel sabe interpretar las condiciones de cada encuentro y sacarles provecho.
Al finalizar, insertar Hay mucho que mejorar, sí. Hace falta que alguien tenga la pelota en el medio, mayor presencia de un conductor como Rincón en permitir que no haya tanta verticalidad entre defensa y ataque.
Sigue siendo materia pendiente la gestación de fútbol ofensivo y aprovechar la pelota parada, pero mientras eso se trabaja, hay otras alternativas para hacer daño. Sigo insistiendo que en esta idea que se quiere poner en práctica (equipo ajustado a un orden estricto, compacto, que sepa aprovechar la mínima ocasión que genere) hace falta un creativo que aproveche el manejo entre la zona de recuperadores y los delanteros, alguien que centralice el juego ofensivo y brinde opciones a las corridas por la banda de Córdova (todavía no despunta para considerarlo inamovible del once) y Murillo. Este fútbol le pide un 10 a Venezuela.
La Vinotinto termina con alta nota una eliminatoria escabrosa. El triunfo en Asunción no es casualidad: es el efecto de los cambios que adelanta el cuerpo técnico de Dudamel. Hay que sonreír, tener paciencia y no desvirtuar un innegable crecimiento de una selección joven ávida de ser nuevamente protagonista. Que Venezuela no juegue «bonito» no quiere decir que el camino es errado. Hay otras formas de ser competitivo, que es lo que se necesita.
Los buenos rendimientos, los progresivos resultados (invictos en cuatro partidos ante rivales que se jugaban ir al mundial) y la esperanza de contar con un equipo tan joven y tan talentoso no debe invitar a otra cosa que brindarle confianza. Se recuperó la competitividad, se ha demostrado que no solo se puede asegurar un empate sino también salir a ganar con este grupo.
Era clave despedirse de esta eliminatoria con optimismo y se hizo. Con nuevos intérpretes, esta nueva selección invita a ilusionarse.]]>