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Suspensión de la norma de juveniles: Conflicto en ciernes en el fútbol venezolano

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El revuelo generado por la decisión de la FVF de suspender la norma de obligatoriedad de la presencia de un jugador juvenil en el once de cada equipo (artículo 44, parágrafo único de las Normas Reguladoras de Categoría Nacional Primera División) no es casual ni menor: todas las partes involucradas en esto llamado fútbol nacional han coincidido que dicha regla ha sido uno de los principales progresos en el desarrollo del fútbol menor en el país. Sin embargo, ese blindaje creado en la norma como parágrafo único que expresa que “cuando la convocatoria de la Selección Nacional Sub 20 o Sub-17 coincida con encuentros oficiales programados en los calendarios de Primera División, no eximirá de la obligación de cumplir con lo establecido en este artículo, sea cual fuere el número de convocados”, surgido precisamente después de tantos debates sobre lo ilógico que resultaba suspender la regla ante cualquier convocatoria, hoy es letra muerta por solicitud de los clubes. Es preciso siempre, antes de emitir incluso cualquier análisis o juicio de valor, conocer la posición de cada parte. La Asociación de Clubes de Fútbol, entidad que solicitó a la FVF la suspensión de la norma, anunciada justo un día antes del inicio de la Liguilla o Cuartos de Final del Torneo Clausura, argumenta – palabras más, palabras menos – que algunos clubes se debilitan más que otros al perder jugadores con la convocatoria de los juveniles a los Juegos Bolivarianos y que competitivamente hay alguna desventaja con esta situación. Por ejemplo, el Deportivo La Guaira tiene hasta cinco futbolistas convocados a Santa Marta, de los cuales el jugador que venía ocupando el rol de la regla en los últimos partidos, Rommel Ibarra, está incluido en el llamado. La visión de los clubes es estrictamente empresarial. Se juegan el año la mayoría de los equipos presentes en la Liguilla, por lo que asegurar un título y un cupo internacional que otorgue divisas para el año entrante es una necesidad, así que otorgar cualquier desventaja deportiva es un riesgo mayor en pro de conseguir dichos resultados. Más allá del hecho cierto que algún club se haya opuesto incluso a la decisión consensuada de solicitar la suspensión de la norma (no existe ningún acta que manifieste la posición de los representantes de los equipos ante la medida), lo cierto es que dicha postura común contraviene el espíritu del parágrafo único de la norma: jugaremos con juveniles, pase lo que pase. Sin embargo, es tan subjetivo determinar si un equipo se debilita o no sin la presencia de un juvenil, que hace el análisis más complicado. Por ejemplo, Táchira, durante el mundial Sub 20, perdió a varios de sus jugadores, entre ellos, Samuel Sosa, quien en esos días se había convertido en la brújula del aurinegro. Y no es menor la coincidencia que justo en su ausencia, el equipo perdió el rumbo sobre el final de la fase regular del Apertura y el comienzo de la Liguilla. Una posible consecuencia de su presencia en la Selección Sub 20. Hay otros elementos que amplían el análisis: los clubes argumentan que el fútbol de los Juegos Bolivarianos no es un evento FIFA y corren el riesgo de que sus jugadores puedan perjudicarse con alguna lesión, sobre todo aquellos en quienes se tiene depositada la esperanza de que sean transferidos al extranjero y sean fuente de ingresos. Además, los futuros organizadores del campeonato nacional desde el año entrante, demuestran así que la unión los hará fuertes de cara a cualquier factor externo que pretenda contravenir sus intereses (legítimos por demás), incluidos los procesos de selecciones nacionales de fútbol. Restarle importancia al evento (Juegos Bolivarianos) es no darle el valor necesario a la competencia y el ritmo futbolístico que debe tener la futura Sub 20. En casi dos años, los subcampeones de Corea del Sur disputaron más de 50 partidos, factor clave para la consecución de sus objetivos. Ahí está el conflicto de intereses. Aquí entra en liza el “interés nacional”. Ha quedado demostrado que la competencia, el trabajo y la preparación en el tiempo son vitales para alcanzar logros trascendentales en las selecciones de formación. El subcampeonato mundial no es fruto de la casualidad: un grupo consolidado en módulos, competencias y concentraciones más otros añadidos técnicos, no solamente alcanzó trascendencia en lo deportivo. Ronald Hernández, Josua Mejías, Nahuel Ferraresi, Yangel Herrera, Yeferson Soteldo, Ronaldo Peña, Wuilker Fariñez, William Velázquez, Ronaldo Lucena y Sergio Córdova utilizaron la plataforma de la Selección para ser traspasados. Aquellos clubes que supieron aprovechar ese crecimiento, hoy día disfrutan de ingresos en divisas por sus transferencias internacionales, como Atlético Venezuela que según sus directivos, con la venta de Yangel Herrera, logró recuperar casi seis años de inversión. Es decir, hasta de un punto de vista meramente mercantilista, la exposición internacional es positiva. Sin embargo, la suspensión de la norma avisora posibles conflictos entre la futura Liga de Clubes y los procesos de selecciones nacionales. La no existencia de una figura clara en la FVF que ejerza la coordinación de dichas selecciones, que sea el encargado de negociar con los equipos la planificación de las competencias y módulos de las distintas categorías Vinotinto, evidencia que hay un factor de diálogo indispensable y necesario que no existe y que pone en riesgo la convivencia entre ambas partes a futuro. Hasta el 6 de noviembre los clubes aún no han suscrito el convenio con la FVF que signifique la oficialización del traspaso de responsabilidades de toda índole para la organización del campeonato. Es decir, cualquier conflicto generado por los clubes hoy que pueda afectar la disposición que ha mantenido el ente federativo de cederles el mando en armar la fiesta del fútbol rentado, podría diferir dicha medida. Este choque de intereses con las selecciones es el génesis de un conflicto evitable desde el diálogo. El entendimiento necesario de que una parte sin la otra (clubes y selección) no alcanzará el éxito. Que una depende de la otra en partes iguales. Que el valor general de los futbolistas, su preparación y experiencia crece en las selecciones nacionales es tan cierto como que los clubes deben velar por el cuidado de sus activos, que en este caso, son sus futbolistas. “Cometer un error y no corregirlo es otro error”, decía Confucio. Si se privilegian las mezquindades y el diálogo no existe, se avecina un conflicto que no terminará. El hecho de suspender la norma es una contradicción enorme a la esencia de la misma, es revertir un logro que tanto costó alcanzar. Establecer un vínculo entre federación y liga que permita articular los intereses de las selecciones y los clubes, será la clave exacta para que el progreso sea común. “El deporte, por muy grandes que sean sus conflictos, siempre supo resolverlos como corresponde, en el juego propio de limpio juego propio”. Agustín Selza Lozano. ]]>

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