Cuando el mandamás del circuito lamentó la tragedia, se refirió a la decisión tomada por los peloteros de Cardenales de Lara, no sin antes sopesar si su voz, pese a ser necesaria por su cargo, debía ir más allá del margen.
Asegurar que estos no habrían muerto si subían al autobús del equipo y no a la camioneta de Carlos Rivero no trae de vuelta a los fallecidos, pero invita a discutir sobre el próximo paso que deberán tomar las divisas.
“Pienso que la LVBP debe elaborar un calendario que no obligue a los equipos a viajar de inmediato de la ciudad donde se encuentren”, dijo la periodista Mari Montes, minutos antes que Ávila hiciera sus declaraciones en el programa El Infield de Unión Radio.
A lo largo de ocho temporadas como la voz en el estadio de los Leones del Caracas, la comunicadora vio el debut, desarrollo y despedida de muchos exponentes de la pelota venezolana, con Valbuena y Castillo como parte de esos con los que se cruzó en repetidas ocasiones en el terreno, sobre todo a este último, a quien anunció en incontables oportunidades cuando el versátil jugador defendía el uniforme de los melenudos.
Pero hoy hay dos bajas claras y lamentables que obligan a dar con posibles soluciones en medio de un país en crisis donde la inseguridad reina.
Para Montes, “el calendario debería permitirle a los equipos pernoctar en la ciudad donde juegan cuando el compromiso termina en la noche y viajar a la mañana siguiente”. Esto cuestiona directamente las declaraciones de Ávila y lo que estos decidieron al evitar el transporte de los alados: “No lo sabemos. El autobús pudo también chocar con la piedra (…) que viajes en autobús tampoco garantiza que no vas a ser víctima del hampa”.
“Entiendo que hay limitaciones con los vuelos y que no se puede confiar en que un avión puede salir a tiempo, pero esta fatalidad debe obligarlos a buscar una solución para evitar que los equipos viajen de noche”, agregó.
Sin juegos este 7 de diciembre como señal de luto, los gerentes de cada organización deberían hacer claras sus posturas, así como los jugadores, en pro de manejar un mismo discurso que acepte la liga. Los garantes del espectáculo son los uniformados y no los que ven desde una oficina el desarrollo del juego.
Entre lágrimas por la tragedia, el poder está del lado de los que aseguran el show y no de quien rige la disciplina.